Olivia

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¿Por qué había visto al Dragón en mi sueño? Ni siquiera estaba segura de que fuera él, solo había sido una tenue sombra y aún así...

Dejé que el agua de la ducha se llevara la leve capa de sudor que se había formado por mis pesadillas y traté de aclarar mi mente. Tenía que leer cuando antes ese libro.

Al salir de la ducha me encontré en el mismo dilema de ropa de antes pero estaba dispuesta a que Dylan no me afectara, así que lo solucioné rápidamente eligiendo mis prendas favoritas: un short de tela vaquera muy oscura, una blusa ligera y semitransparente de color lila que me ponía con un top blanco debajo y una cinta, también blanca, ciñéndome la cintura, mi chaqueta de cuero negro y mis botines de tachuelas. Lista, solo me faltaba cepillarme el pelo. Yo no solía ponerme maquillaje, Lara y Roxanne siempre me decían que mis ojos color miel debían ser enmarcados como se merecían, pero yo no hacía caso.

Cogí el libro de Romeo y Julieta y bajé a desayunar, leerlo allí era demasiado peligroso pero quizá en la escuela podría hacerlo.

                                                                             . . .

Al llegar lo primero que me recibió fue la cara furiosa de Lara.

-No me llamaste.

Lara. Mierda, lo había olvidado con lo de la escursión nocturna.

-Lo siento. lo olvidé -fue toda la disculpa que se me ocurrió.

-No me sirve -insistió Lara.

Suspiré. No me quedaba otro remedio así que la arrastré hasta el baño de las chicas.

-Eh, ¿A dónde vamos?

La senté en la taza cerrada de uno de los cubículos y cerré la puerta.

-Bien -empecé -primero promete que no me vas a interrumpir, que no saldrás corriendo espantada, y , lo más importante, que no dirás ni una palabra de esto a nadie, Lara, a nadie.

-Que melodrámatica te has puesto. Vale lo prometo -dijo haciendo el gesto de cerrarse la boca con llave y tirarla.

Se lo conté todo, eceptuando los poderes de Dylan y mi sueño en el que le mataba. Veía los grandes esfuerzos que hacía ella por no interrumpirme y cuando la dejé abrir la boca lo primero que dijo fue:

-¿Tienes tu Libro Negro? Mi madre no deja que nadie se acerque a él a menos de diez metros. ¿Puedo verlo? -me suplicó con cara de cachorrito.

Saqué el libro de mi bolso y se lo pasé. Ella lo cogió como si fuera de cristal y se rompiera con el más mínimo roce, lo abrió con cuidado y vi como su cara pasaba del entusiasmo a la decepción.

-Mel, esto es el libro de Romeo y Julieta. Yo no veo que sea ningún Libro Negro.

-Dejame ver.

Me puse detrás de ella y lo miré. Las letras aparecieron delante de mí con una caligrafía elegante y llena de florituras propia del siglo XVIII.

-Pues yo sí que veo el Libro Negro, ¿tú no?

-No, yo veo el libro de Romeo y Julieta -respondió ella decepcionada. -Puede que el Libro solo lo veas tú porque es tuyo. La protección sigue funcionando aunque sea una copia.

-Siento que no puedas verlo. Te haré un resumen cuando lo lea -prometí.

-Y... -dijo ella -¿Qué me dices de Dylan?

Tragué saliva. No quería hablar de eso. Ya era bastante con tener a ese chico pululando a mi alrededor todo el día como para tener que hablar de él también.

HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora