El Libro Negro

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-Sí. Lo sabía - respondí tratando de alejar la mirada de su cuerpo.

-¿Os conocéis? - preguntó Tony tirando de mi mano hacia abajo.

-Sí, es mi niñera - dijo Dylan alegremente.

-Ah - susurró Tony sin comprender.

-Tu hermana es la encargada de ayudarme en la escuela mientras me acostumbro - le explicó a Tony con tono paternal. -Es buena en su trabajo, ¿a qué sí tiburón?

Tony rió con fuerza y se puso las manos en la cabeza imitando la aleta de un tiburón. Dylan también rió y se acercó a Tony con un rápido movimiento, lo cogió por el torso y lo levantó para hacerle cosquillas. Anthony parecía a punto de llorar de la risa.

Vaya. Al parecer estos dos eran muy buenos amigos.

-Chicos, siento interrumpir vuestra sesión de cosquillas pero nos tenemos que ir Tony.

-Aguafiestas -se quejó Tony mientras Dylan lo devolvía con suavidad al suelo.

Ignoré el comentario de Tony y seguí mirando fijamente al dios griego que había frente a mí.

¿Por qué demonios no podía sacar a Dylan de mi mente?

Todo este tiempo había conseguido insensibilizar mi corazón de tal manera, que ni siquiera yo misma sabía ya cómo quitar esa protección, pero parecía que para Dylan era muy fácil hacerlo y eso me ponía muy furiosa.

-Si sigues mirándome así necesitaré un psicologo -dijo él con una enorme sonrisa -. ¿Por qué te enfadas conmigo?

Sacudí la cabeza recordando lo que él me había dicho en la escuela e intenté concentrarme en todo menos en él. Terminé cantando mentalmente una de mis canciones favoritas, un clásico de Bon Jovi.

                                                    "You gonna hear my voice when I shout it aloud.

                                                It's my life! It's now or never. I ain't gonna live forever..."

Dylan me dirigió una mirada divertida por encima de la puerta de su taquilla. Él sabía que yo estaba intentando ocultarle mis pensamientos. Pues bien. Pefería que siguieran siendo privados.

-Vamos -le cogí la mano a Tony y me lo llevé fuera de los vestuarios.

-Yo creo que hacéis buena pareja -susurró Tony procurando que no lo oyera, pero obviamente, lo oí.

Le lancé una de las miradas más envenenadas que te puedas imaginar.

-Y yo creo que tú no puedes opinar sobre eso.

-¿Por qué? -dijo Tony haciendo un puchero -Dylan me gusta mucho más que Demetri, es simpático y juega conmigo. ¿Por qué los mayores siempre complicáis las cosas?

Estuve a punto de contestarle mal pero me lo pensé mejor. La verdad era que Tony tenía razón. La gente solía complicar cosas que eran muy sencillas y simplificar cosas que no lo eran. El amor, en particular, era algo relativamente sencillo.

-No lo sé Tony, no lo sé -susurré pensativa.

Llegamos a casa  al caer la noche ya que mi encantador hermanito quiso darse un paseo por el parque.

-Hasta mañana pequeñajo, vete a la cama.

                                                                                      . . .

Suspiré. Llevaba tres horas mirando hacia el techo de mi habitación, esperando a que mamá y papá se durmieran. ¡Era la una de la madrugada! No quería ni imaginarme lo que hacían a esa hora despiertos, solo esperaba que no trajera consigo otro hermanito, una familia de 10 personas ya me parecía más que suficiente.

Al fin escuché los sonoros ronquidos de mi padre. Salté de la cama y abrí mi puerta en silencio. Baje uno a uno los escalones, pero al llegar al penúltimo escalón, este crujió de manera ensordecedora. Lancé una maldición por lo bajo, me había olvidado de ese maldito escalón.

Fui al estudio donde sabía que mamá guardaba el libro negro. Descolgué cuidadosamente el cuadro que representaba una caza de brujas, sí, lo sé, un poco obvio. 

En la pared había un hueco enorme, cubierto por un trozo de suave tul negro. Metí la mano por el hueco rezando por que mamá no hubiera puesto ningún hechizo de protección adicional al libro.

El libro tenía una protección natural que la habían puesto las primeras brujas que escribieron en él. Sólo alguien que tuviera su sangre podría tocar el libro, así se aseguraban de que solo sus descendientes pudieran usarlo.

Alcancé el libro y lo saqué con cuidado. 

Las tapas estaban hechas de cuero viejo y gastado, con un soporte metálico que cubría los bordes y iba hacia el centro donde había un león erguido en todo su esplendor con una estrella de cinco puntas en el pecho. El escudo de mi familia. El libro tenía un grosor normal, unos tres centímetros a lo sumo, pero pesaba como si fueran veinte.

Lo puse con cuidado sobre la mesa y lo abrí.

Desde pequeña siempre había sentido una curiosidad tremenda por ese libro y tuve que contener las ganas de leérmelo entero. En el libro empezaron a aparcer letras. Recordaba que mamá había dicho que el libro mostraba lo que el lector necesitaba así que me sorprendí mucho cuando el libro empezó a mostrármelo todo, y cuando digo todo, es todo. Las palabras aparecían y desaparecían con la misma rapidez, era como si estuviera haciendo un tour por todas las generaciones de brujas que habían tenido el libro que no eran pocas, se remontaba hasta el siglo XIII. 

Sacudí la cabeza. Recuerda lo que has venido a hacer, me dije y cogí de la estantería un viejo ejemplar de la obra de Romeo y Julieta. Puse el libro al lado de el Libro Negro y puse una mano en cada uno de ellos. Tenía que hacer una copia exacta del libro y pasarlo al otro libro.

Pensé que iba a ser realmente difícil y que iba a necesitar toda mi energía pero no fue así. Era como si el libro me lo estuviera poniendo fácil, como si me estuviera ayudando...

Treminé de hacer la copia, guardé el Libro Negro en su sitio y volví a poner el cuadro encima. Cogí de la mesa el ejemplar de Romeo y Julieta y lo abrí. Sí, lo había hecho bien, la letras comenzaron a danzar a mi alrededor.

Estaba tan emocionada que no vi la mesa que había en al salón y me golpeé contra ella, haciendo mucho ruido.

-Mierda -murmuré cogiéndome el pie con la mano.

-¿Qué haces aquí? -susurró una somnolienta Iris en pijama y abrazada a Bubu, su osito de peluche.

-Nada cariño, solo bajé a por agua -le respondí acercándome a ella.

-¿Me puedes servir leche?

-Claro que sí, ven aquí -la cogí en brazos y me dirigí a la cocina, la senté en la encimera y dejé el libro a su lado. Saqué la leche de la nevera y la calenté un poco con un movimiento de dedos, si usaba el miroondas haría mucho ruido.

-Aquí tienes preciosa.

Iris se terminó la leche y yo volví a cogerla en brazos, cogí el libro y subí las escaleras saltándome el penúmtimo escalón.

-Buenas noches -la cubrí con su mantita y le di un beso en la frente.

-Hasta mañana Meissa.

Me quedé dormida en cuanto mi cabeza tocó la almohada.

Tuve el  mismo sueño. Soñé con él. Y le volví a clavar esa maldita daga. Solo que esta vez, vi una cara. Una sombra entre los árboles que curiosamente se parecía demasiado a la del Dragón.

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Hola wattpaders, siento haber tardado tanto tenía problemas en casa. Prometo escribir más a menudo.

Besos.

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