El no-brujo

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El profesor se paró en frente de la clase y presentó a la belleza morena que había entrado con él.

-Clase, este es Dylan, nuestro nuevo alumno. Tengo que haceros una aclaración importante sobre él, es un no-brujo, tiene sangre mágica, pero no es como nosotros -el profesor hizo una larga pausa para observar las reacciones de mis compañeros. 

¿Un no-brujo? Eso era realmente extraño. Que yo supiera nunca habían dejado entrar en la escuela a alguien que no tuviera sangre de brujo o bruja.

-Uno de vosotros tendrá que ocuparse de él. Tendrá que enseñarle la escuela, ayudarlo con las clases y protejerlo de posibles percances magicos con otros alumnos -continuó el profesor mirándonos a todos como si fuéramos una panda de delincuentes juveniles -que tal si se ocupa... la señorita Salem, si, Melissa Salem, tú te ocuparás de él -el profesor me miró con una estúpida y maligna sonrisa en su fea cara.

Esto ya era pasarse. Me había elegido a mí porque sabía que era a la que menos le gustaría andar de niñera. Hice una mueca y apoyé los pies en mi mesa, revelándome a mi manera.

El chico de mi sueño se sentó a mi lado mirándome con curiosidad. El profesor empezó con la clase, se sentó en su silla y, sin mirarme siquiera, hizo una floritura con la mano que provocó que mis piernas salieran rápidamente de la mesa. Sonreí, me encantaba jugar al tira y afloja con los profes, era mi deporte favorito.

La clase fue mucho más rápida de lo que me esperaba y, en gran parte, fue porque me la pasé observando fijamente a Dylan. Cuando él giró la cabeza para mirarme también, le sostuve la mirada intentando obtener toda la información que pudiera de esos profundos ojos verdes. No obtuve mucho éxito.

El timbre volvió a sonar, esta vez, demasiado pronto.

Ser la niñera de Dylan significaba tenerlo pegado a mi trasero todo el día, en absolutamente todas las clases. Suspiré y me levanté de mi silla, cogí mi bolso, el libro y me giré bruscamente hacia él, no se había movido un centímetro de su puesto.

-¿Vienes novato? -le pregunté sacándolo de sus pensamientos.

Sin decir nada se levantó y me siguió como si fuera mi golden retriever.

...

Miré el reloj. Faltaban unos minutos para que sonara el timbre del almuerzo. Tendría que llevarme a Dylan al comedor y presentárselo a mis amigos. Esto iba a ser divertido.

-Hola chicos, ¿que tal vuestro primer día de tortura diaria? -pregunté alegremente.

-Pues muy interesante para ser una tortura -respondió Roxanne mirándome en plan deberías-poner-más-atención-en-clase.

La ignoré olímpicamente. Roxanne era una estudiosa empedernida y aprovechaba cualquier oportunidad de inculcarnos su espiritu pro-estudio. 

-Chicos, este es Dylan, el nuevo -puse enfásis en la palabra nuevo -soy su niñera y ya que vosotros sois mis amigos, me ayudareís -dije esto último muy persuasivamente, como una amenaza.

-Hola -saludó Dylan con una adorable sonrisa cargada de diversión. ¿Qué le divertía tanto?

-Vaya, si sabe hablar -exclamé abriendo los ojos. El chico no había dicho más de cinco palabras en todo el día. Él soltó una breve risa por toda respuesta.

El resto del almuerzo transcurrió como un día cualquiera. Dylan se limitó a observar. Este chico empezaba  a intrigarme, no había hecho otra cosa en todo el día, sólo observaba. De vez en cuando dejaba escapar una pequeña sonrisa o se ponía repentinamente serio, como si algo le preocupase.

El timbre que anunciaba el final del almuerzo me hizo darme cuenta de que Dylan y yo nos mirábamos fijamente, casi retándonos. Sonreí. Después del almuerzo las únicas clases que dábamos eran las mágicas, y , en eso, no había nadie que pudiera ganarme.

-Vamos, ahora empieza lo bueno -dije entusiasmada levantándome de un salto del asiento.

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