El vestuario

1.2K 8 0
                                    

9

Gracias al cielo que habíamos logrado salir de allí sin que nadie nos pillara. Dylan había dicho que teníamos via libre, y , con lo que me acababa de contar, me fiaba de esa información.

Llegamos al aula tan solo unos minutos antes que el Dragón. Supuse que no se había enterado de nada porque actuó con total naturalidad durante el resto de la hora, bueno, si llamas actuar con naturalidad a ser frío e hirientemente sarcástico con todos sus alumnos.

-¿A dónde has ido antes? -Lara me había pillado desprevenida recogiendo mis cosas de la taquilla.

-Mmm... - no podía decirle la verdad porque, conociendo a Lara, no se habría quedado satisfecha con esa información y me habría obligado a contarle hasta qué había desayunado esa mañana, así que opté por el misterio.

-Mi casa. Esta noche. Dormir. Te vienes - dije mientras casi corría hacia la puerta evitando así más preguntas.

                                                                                  . . .

-¡Has llegado pronto! ¿Es que se va a acabar el mundo?

Fue el fantástico saludo de Tony cuando aparecí para recoger a Iris y a él.

-Vaya, no debí haberte enseñado a usar el sarcasmo tan pronto.

Anthony se encogió de hombros y me miró con una expresión tan adorable que no pude evitar reirme.

-¿Te has hecho un tatuaje? Mamá va a matarte - exclamó Tony al cogerme la mano.

-¿Cómo? - giré la mano y la observé mi palma fijamente.

Una estrella de cinco puntas encerrada en un círculo había aparecido en la palma de mi mano como si fuera una quemedura que me hubiera hecho hace tiempo. Me dí cuenta rápidamente de que esa era la mano con la que había cogido la daga.

-Vamos a hacer algo -sonreí persuasivamente -no le diréis nada a mamá ni a nadie y yo os proporciono caramelos el resto del año.

-Vale -aceptó Iris inmediatamente.

-Espera - dijo Tony pensativo -también quiero que me recogas de mis clases de natación. No me gusta que me recoga Zara, se queda hablando horas con los chicos mayores y no me hace ningún caso.

-Pasas demasiado tiempo conmigo pequeñajo -respondí ante aquella extensión de la compra de su silencio. -Echo.

De camino a casa les compré a los dos suministros de caramelos para una semana. Su silencio me iba a salir muy caro.

                                                                                   . . .

-¡Melissa! -me llamó Zara desde la cocina -tienes que ir a recoger a Anthony. Tú te encargas de eso ahora ¿no?.

-Ya bajo -grité. 

Había perdido noción del tiempo. Toda la tarde había estado urdiendo un plan para coger el Libro Negro de mi familia sin que mamá se diera cuenta.

Ella guardaba ese libro como si fuera un arma nuclear. No es que fuera demasiado peligroso, en realidad nos dejaba mirar algunas páginas del libro siempre y cuando ella estuviera ahí mientras lo hacíamos, pero lo que yo pretendía hacer no me dejaría hacerlo ni borracha (cosa que raramente pasaba).

Esta noche, cuando todos estuvieran dormidos, iba a robarlo y a sacarle fotocopias a todas las páginas para luego devolverlo a su sitio. Era un buen plan. Siempre que no me pillaran.

Cogí los tacones en la mano y bajé corriendo las escaleras. Adoraba caminar descalza por casa. Me puse los tacones en la puerta, cogí la llaves del aparador y salí corriendo a la piscina municipal.

Llegué justo a tiempo, pero no veía a Tony por ningún lado así que entré sin ninguna verguenza al vestuario masculino.

Sé que la mayoría de la gente no habría hecho eso ni loca y que quizá debí de haber tenido algo de consideración por los pobres idiotas que se me quedaron mirando sonrojados intentando taparse con sus minúsculas toallas, pero la verdad es que me divertí de lo lindo viendo sus expresiones.

Encontré a Tony poniéndose la camisa delante de su taquilla.

-¡Mel, es el vestuario de los chicos! -exclamó Anthony cuando me vio allí parada.

-Lo sé -sonreí con malicia.

-Sigo queriendo que me recogas tú.

Suspiré, mi táctica no había funcionado, pero no importaba, tampoco sería tan malo venir todos los días a buscar a Tony.

Abrí unos ojos como platos cuando, detrás de Tony, vi aparecer un cuerpo escultural con unos abdominales marcados sin un solo vello en el pecho. Era Dylan y estaba cubierto tan solo con una toalla que le llegaba hasta por encima de las rodillas.

-¿Qué haces tú aquí? -pregunté sintiendo como un repentino calor me recorría el cuerpo.

-Lo mismo podría preguntarte yo a ti. Esto es el vestuario de los chicos, ¿lo sabías?

HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora