La conexión

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-Eh... -dudaba si decir la verdad pero después de todo era él la razón de que ahora tuviera la copia del Libro Negro en mis manos. - Leer -y le mostré la portada del libro.

Dylan puso cara rara y se acercó a mí.

-¿Romeo y Julieta?

-No exactamente -le quité el plato de las manos y me comí el trozo de pizza sentándome de nuevo sobre el escritorio. Dios, que hambre tenía, no me había dado cuenta al estar completamente absorbida por el libro.

Lo abrí de nuevo y reanudé mi lectura donde la había dejado. Dylan se había sentado a mi lado y estaba mirando el libro por encima de mi hombro, estaba tan cerca que podía sentir su respiración en mi nuca. Supuse, que al igual que con Lara, él sólo vería la obra de Shakespeare allí escrita así que no me preocupé.

-Vaya, que historia tan interesante, ¿Me dejas leerla? -susurró en mi oído cosa que me hizo estremecerme.

-¿Te gusta Romeo y Julieta? -pregunté con sarcasmo, un "gran macho" como él no sucumbiría a esas cursiladas.

-Sí, sí que me gusta, pero me refería a esta historia de aquí, la de tu antepasada Olivia.

Me quedé a cuadros. ¡Él podía ver el Libro Negro! ¿Cómo era eso posible?

De repente una vocecita se coló en mi mente "Conectados como si fueran uno", decía. Eso lo explicaba todo. Para mí algunas cosas empezaban a tener sentido. 

Cogí la mano de Dylan y le di la vuelta para poder ver su palma. Ahí estaba. Una marca, como una antigua quemadura que parecía un ojo con una estrella de cinco puntas como pupila. Le mostré mi propia marca y nos quedamos mirando nuestras manos cada uno perdido en sus pensamientos.

Entonces... aquel texto... Dylan y yo éramos los Elegidos, aquellas marcas no dejaban lugar a dudas. Ahora el siguiente paso era encontrar esa profecía de la que hablaba Olivia.

Dylan cogió el libro y leyó rápidamente lo que había escrito Olivia.

-Tuvo que ser horrible para ella -comentó cuando terminó de leer la historia. Me devolvió el libro asegurándose de rozarme el brazo y mano en el camino.

-Y para él -susurré yo.

Cerré el libro de golpe y me giré hacia él.

Le observé con detenimiento. Su pelo corto marrón oscuro con un corte como el de Brad Pitt, la piel ligeramente tostada por el sol, sus cejas gruesas y sus ojos verdes que me observaban también. Bajé por su nariz, larga y recta y me detuve en sus labios. Tenía unos labios llenos con el labio inferior un poco más grueso que el superior. No me cabía en la cabeza la idea de yo alguna vez llegara a matarle, a él ni a nadie.

Me figuré lo difícil que había sido para Olivia tener que matar con sus propias manos a Tristán. Ella le amaba y esperaba un hijo suyo. Tenía que averiguar qué era exactamente ese tal Portal que, al parecer, era el causante de todo.

Recordé de repente que había un libro en la biblioteca, un libro donde se recogían todas las profecías que habían podido documentar desde el nacimiento de la escritura. Miré el pequeño reloj pulsera que tenía en la muñeca junto con al menos diez pulseras de todo tipo y colores. Nunca me las quitaba, me encantaban, además cada una de ellas me la había dado una persona especial para mí.

Quedaban dos minutos para que tocara el timbre. Alcanzaba a colarme en la biblioteca antes de que la señora Peters la cerrara. 

Me levanté, metí el libro en mi bolsa y caminé por los pasillos de la escuela rumbo a la biblioteca. Sabía que Dylan me seguía, podía escuchar sus pasos detrás de mí.

-¿No vas a clase? -preguntó cuando entré en la biblioteca y me escondí en las estanterías más apartadas de la puerta.

-No. Tengo que comprobar algo -susurré. -¿Vas a quedarte? -pregunté invitándolo a irse.

-Sí, de todos modos no hay nada mejor que hacer -dijo sin dudar.

Suspiré y me puse un dedo en los labios indicando que se callara. Podía oír a la señora Peters caminando hasta la puerta con un tintineo de llaves. Estabámos solos, y, sin saber por qué, eso me puso muy nerviosa.

Salí de nuestro escondite y me fui directa a única sección de la biblioteca que estaba prohibida para los estudiantes, la de los profesores.

Caminé con mucho cuidado hasta ahí y me detuve en el cordón de terciopelo que separaba la zona del resto de la biblioteca. Probablemente habían puesto alarmas. En esa zona había muchos libros muy agresivos.

Extendí mis manos y tanteé la energía. Solo había una alarma sonora que sería muy fácil de quitar, no me preocupé por dejar mi sello ya que esto era la biblioteca y no creía que nadie se preocupara por esa alarma en mucho tiempo.

Supuse que un libro tan importante estaría bien escondido, es decir, a la vista de todo el mundo, así que me dirigí a una estantería cualquiera y lo vi. Estaba en la tercera fila, era enorme y tenía las tapas cubiertas de terciopelo negro.

Lo cogí sin dudar y empecé a pasar las páginas rápidamente, buscando algo que mencionara un Portal de los Muertos, una daga, los Elegidos, cualquier cosa que pudiera servirme. Estuve las dos horas siguientes buscando en ese libro. ¡Tenía más de mil doscientas páginas! Pero nada. Dylan estuvo todo el rato en silencio, muy cerca de mí, observando también el libro. Supuse que había adivinado qué buscaba.

Me recosté en el piso donde estaba sentada y solté un suspiro de frustración. Dylan devolvió el libro a su sitio y se tumbó a mi lado.

-Deberíamos salir de aquí. Pronto sonará el timbre de salida y tú tienes que recoger a tus hermanos -dijo levantándose y tendiéndome la mano. La acepté gustosa.

-De acuerdo, pero tendremos que salir por la ventana, no tengo las llaves -respondí sonriendo.

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