Capítulo 2.

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Cuando me desperté, tenía un horrible dolor de cabeza. "¿Dónde estoy?" pensé. Miré a mi al rededor y caí en que estaba en el cuarto de Silvia. "¿Qué hago aqui? Recuerdo que empecé a beber y... Oh dios." Abrí los ojos lo máximo que pude y levanté la sábana solo para comprobar lo que creía evidente. Una mueca se creó en mi cara al ver mi cuerpo desnudo. ¿Me había acostado con Silvia?

-¡Ah, ya te has despertado!

Me sobresalté y cubrí mi cuerpo desnudo impulsivamente. Miré a mi amiga con la cara desencajada y muerta de la vergüenza, lo que consiguió que esta soltara una sonora carcajada. Yo la miré enfurruñada y observé como se sentaba a mi lado en la cama y metía una de sus manos por debajo de las sábanas.

-¿Te lo pasaste bien anoche? -preguntó mirándome fijamente con una sonrisa maliciosa en los labios. -Porque yo me lo pasé de miedo, ¿sabes?

Su mano iba acariciando mi muslo, acercándose peligrosamente a mi sexo, y yo no podía decir nada. No me salían las palabras, no podía apartar mi mirada de la de ella.

-Silvia... Yo...

-Sh, no digas nada. Ya sé que no sueles acostarte con chicas... -me sobresalté al sentir uno de sus dedos tocar mis labios mayores -Pero no vas a decirme que ayer no te lo pasaste bien...

Tragué saliva inconscientemente. Estaba empezando a excitarme y sabía que ella lo estaba notando. Pero no podía, con ella no. Aparté su mano y me tapé con la sábana hasta el cuello. Silvia me dedicó una mueca de fastidio y se levantó de la cama. Cogió una manzana y le dio un gran bocado mientras me miraba fijamente.

-¿Qué es lo que te pasa? Ayer no pusiste ninguna pega a lo que estábamos haciendo, es más, empezaste tú el juego, ¿me equivoco? Me provocaste, y nos acostamos. No hay nada de qué arrepentirse.

-Pero eres mi mejor amiga, Silvia. A demás, ¡se supone que a mi no me gustan las mujeres!

Ella sonrió de medio lado y me miró intensamente. Dejó la manzana en la mesa y se acerco moviendo sus caderas. Mientras iba avanzando, sus dedos recorrian su camisa, desabrochando los botones uno a uno. Yo me quedé paralizada mientras la observaba desnudarse. "Por dios, ¿qué me está pasando? Me pone muchísimo Silvia, pero también me gustan los hombres. ¿Me habré vuelto loca?"

Silvia ya estaba a unos pocos centímetros de mi, llevando solo unas pequeñas braguitas negras puestas. Alargó su mano y, lentamente, me quitó la sábana de encima, dejandome expuesta a sus ojos. Literalmente, me comió con la mirada. Sus labios se acercaron a mi cuello, y gemí cuando sentí el contacto.

-¿De verdad no te gustan las mujeres...? -me susurró al oido. Su mano recorrió mi espalda, y encontró el camino hasta uno de mis pechos. Jadeé cuando tiró de mi pezón. -Dime que pare si no quieres que siga...

Iba a decir algo cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe, sobresaltándonos a las dos. Yo cubrí mi cuerpo como pude, y Silvia hizo un intento de lo mismo. En la habitación entró una gran montaña de ropa. Bueno, mas bien era alguien cargando con una gran montaña de ropa. No llegaba a verle la cara.

-Silvia, joder, te dije que cuando terminaras con la fiesta, que tenías que poner la puta lavadora. ¡Si es que luego me echan la bronca a mi, joder!

El desconocido dejó la ropa en el suelo y miró a Silvia enfadado. Esta le sonreía incocentemente mientras se tapaba los pechos con sus manos. Parecía que el nuevo no había reparado en mi presencia.

-Venga primito, no te enfades, con lo que te quiero yo. -le dijo mientras se ponía una camiseta. Yo observaba la escena en silencio.

-No me vengas con esas ahora, te lo dejé muy claro ayer.

Oí como Silvia resoplaba, pero ya no prestaba atención a la pequeña discusión que estaban teniendo los dos primos. No podía apartar la mirada del chico que había interrumpido el momento extraño con Silvia. Tenía la piel morena, con unos grandes musculos en los brazos y piernas. El pelo tan negro como el azabache, y unos ojos verdes que chispeaban por el enfado que tenía en ese momento. Me quedé totalmente embobada al mirar sus ojos. De repente, sentí como volvía a caer a la tierra cuando sus grandes pupilas se pusaron en mi y una sonrisa se dibujó en su rostro.

-¡Anda! No sabía que tenías compañía... -dijo sin dejar de mirarme. Yo intenté taparme aún más con la manta, mientras sentía como me ponía colorada.

-Ah, si. -respondió Silvia aún molesta por la anterior dicusión. -Alon, este es mi primo Lucas. Lucas, esta es Alondra, mi mejor amiga.

Sonreí tímida y él me devolvió la sonrisa. Se acercó a darme dos besos pero yo retrocedí, y él pareció darse cuenta de que lo único que me tapaba era una simple sábana y sonrió pícaro.

-Encantado, no sabía que mi prima tuviese amigan tan guapas...

Yo resoplé ante el comentario y sonreí mientras negaba con la cabeza. Él soltó una carcajada y entonces nuentros ojos se encontraron. Fueron solo unos pequeños segundos, pero los suficientes como para que algo en mi interior explotara totalmente.

-¡Bueno, bueno, bueno! ¡Venga ya Lucas! Fuera de mi cuarto, ¿no ves que Alon se tiene que vestir? -le gritó Silvia mientras le empujaba hasta dejarlo fuera. Entonces, cerró la puerta y suspiró aliviada. -Lo siento tia, es que se está quedando aquí con nosotros y...

-No, no pasa nada. Es muy guapo, eh. -le dije mientras sonreía.

Ella se rió y empezó a recoger la ropa que había en el suelo. Yo eché la sábana a un lado y me puse a andar por la habitación totalmente desnuda, buscando mis cosas. Silvia me miraba embobada. 

-Me encantan tus tetas tía... 

-¡Silvia, joder!

-¡Es la verdad!

Y nos empezamos a reir las dos a la vez. El momento íntimo que tuvimos la noche anterior nos había unido más de lo que ya estábamos, y estaba feliz por ello. Por eso, cuando Silvia se dispuso a recogerse su melena rubia en una coleta, yo me acerqué a ella, mirandola con una sonrisa maliciosa. Ella me miró con sus ojos llenos de deseo y posó sus ojos en mi cuerpo desnudo. Cogí sus manos y las posé en mis pechos incitandola a que los apretara, y ella aceptó encantada. Yo cerré los ojos, sintiendo el contacto, mientras que avanzábamos hasta la cama, dónde nos dejamos caer las dos. Besándole el cuello, acerqué mis labios a su oido y mordí el lóbulo de su oreja, hacierdo que ella jadeara.

-Creo que ayer no te devolví el favor... ¿no?

No sé qué me pasa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora