Capítulo 6.

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Un agradable olor a tostadas me despertó de mi ensoñamiento. Me froté los ojos a la vez que bostezaba y pasé la mirada por la pequeña habitación que me envolvía. Seguía tumbada en mi sofá, con una suave manta por encima, aislándome del frío, pero lo que me impactó fue darme cuenta de una cosa. Estaba sola. Me levanté despacio, intentando escuchar algún ruido proveniente de la cocina. Nada, ni un susurro. Abrí la puerta, que chirrió levemente, y entré en la cocina. Estaba todo recogido, limpio y brillante, y en la gran mesa del comedor había un plato con una montaña de tostadas, distintos tipos de bollos y un gran tazón de café.

Me acerqué despacio, pasando los dedos por el tazón, sintiendo su calor. Mi barriga rugió en respuesta y por un momento me olvidé de lo que en verdad estaba buscando. Me abalancé sobre la comida a toda velocidad y casi la engullí. Cuando iba por la tercera tostada, reparé en un pequeño papel que sobresalía de una de las flores del florero de la mesa. Miré hacia ambos lados antes de alargar la mano y sacar el folio.

Buenos días Alondra, espero que hayas dormido bien esta noche porque yo nunca me había sentido así de cómodo con alguien. En fin, te he preparado el desayuno. Ah, y si el café está frío cuando te levantes (Eres una dormilona...), ya sabes, metélo un rato más. Disfruta de la comida. Un beso, Lucas.

No me había dado cuenta de que había estado sonriendo todo el tiempo mientras leía hasta que me dispuse a seguir desayunando. "¿Qué te está pasando Alon?" Releí la nota unas tres veces, hasta que me decidí a ponerme en marcha. Necesitaba verle. Necesitaba volver a sentirle cerca de mi una vez más. Me vestí a toda velocidad y guardé las sobras del desayuno para tomarlas después.

Cogí el metro hasta casa de mi amiga, y cuando estuve en su puerta, me detuve inconscientemente. "¿Qué coño haces? ¡Estás yendo detrás de un tío! ¿Pero cuando has hecho tú eso chica? Madre mía..." Sacudí la cabeza frunciendo el ceño, y, lazando un pequeño grito de frustación, di media vuelta y eché a andar. No llevaba más de media calle recorrida cuando escuché un grito a mis espaldas.

-¡Eh! ¡Alondra!

Me giré todavía confusa, encontrándome a un sudado Lucas corriendo hacia mi. No pude evitar sonreír ante esa imagen.

-¿Qué quieres? -le pregunté cuando estuvo delante de mi.

Él me sonrió de medio lado, secándose las gotas de sudor, y dio un paso más hacia mi, quedando lo suficientemente cerca como para poder percibir sus trabajados abdominales a través de la camiseta de deporte.

-¿Cómo que qué quiero? Eres tú la que estaba hace un segundo en la puerta de mi casa. Te has quedado embobada unos diez segundos y después has dado media vuelta. ¿Me lo explicas?

-Yo...Yo...

-¿Habías venido a verme? -preguntó hacercándose más a mí.

Tragué saliva y me quedé embobada mirando sus gruesos labios, que pedían a gritos que los besara, que los mordiera, que los hiciera míos. Sentí sus manos apoyarse en mi cintura, y mi corazón comenzó a volar desenfrenadamente.

-Dime Alondra... ¿Me buscabas a mí...?

Yo solo pude asentir levemente. Notaba su aliento en mi boca, sus calientes manos en mi piel, por dentro de la camiseta. Un escalofrío me recorrió entera cuando él sonrió, mostrándome sus preciosos dientes blancos. "Joder, si es que más cachonda no puede ponerme." 

De repente, me cogió entre sus brazos, apretándome el culo con fuerza, y recorrimos juntos el poco espacio que nos separaba hasta la puerta.

-Espera, espera... - le detuve antes de entrar.

No sé qué me pasa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora