Capítulo 3.

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¡Hola! Ya se que he dicho que iba a subir el capítulo mañana, pero como lo acabo de terminar... ¡Pues aquí lo tenéis! jajajajaja Espero que os guste, si tenéis algo que decir, comentad. ¡Un saludo!

Habían pasado ya dos semanas desde mi encuentro con el primo de Silvia, y la verdad es que no podía sacarlo de mi mente. Sentía esos ojos verdes siguiéndome a todos lados, observándome entre las sombras. Estaba volviéndome completamente loca. Evitaba totalmente ir a casa de Silvia por miedo a encontrarme con él, aún sabiendo que lo que más quería era que me dirigiera la palabra una vez más, pero no podía.

En todo este tiempo, no había tenido más encuentros sexuales con Silvia, pero no porque ella no lo hubiese intentado...

Hace cuatro días.

-Oye Alon... ¿Podrías ayudarme con uno de los ejercicios de mates? Es que no lo entiendo ni para atrás. – me pidió haciendo pucheros. Yo suspiré y me senté a su lado en la mesa.

-¡Si hubieses aprobado no estaríamos aquí ahora con esto! A ver, qué es lo que no entiendes...

-Esto. –dijo señalando una página del libro. Me acerqué aún más al libro para poder leer bien, colocándome muy cerca de ella, momento que aprovechó para colocar rodearme la cintura con uno de sus brazos.

-¿Qué haces? –la miré con el ceño fruncido.

-Es que así estoy más cómoda...

Lo dejé pasar y seguí corrigiendo el ejercicio que acababa de hacer, pero no podía concentrarme bien ya que ella no paraba de acariciar mi costado por dentro de mi camisa. Me quedé rígida cuando su mano subió hasta el filo de mi sujetador, levantándolo un poco, acariciando mi pezón.

-Silvia...

-Déjame un poco por favor, te echo de menos...

Me dejé hacer mientras ella me besaba el cuello. Sentía su lengua recorrer mi clavícula y cerré los ojos. Me hacía sentir tan bien... Me iba desabrochando la camisa poco a poco, dejando mis pechos descubiertos, tirando de mis pezones, haciéndome jadear. Yo ya estaba muy excitada, con cada caricia que ella me daba, un pequeño gemido salía de mis labios. Cuando sentí uno de sus dedos adentrarse en mi pantalón, no pude evitar que un escalofrío recorriera mi cuerpo.

-Lucas... –jadeé totalmente excitada.

De repente, dejé de notar las caricias y abrí los ojos sorprendida, observando a una Silvia que me miraba entre sorprendida y enfadada.

-¿Lucas? ¿Cómo que Lucas?

-Yo... Yo... –intentaba buscar una explicación convincente, pero no me salían las palabras.

-¿Pensabas en mi primo mientras te tocaba? –preguntó divertida. Las manos empezaban a sudarme y estaba cada vez más colorada. -¡Ya verás cuando se entere!

-¡¡Ni se te ocurra decírselo!!

Esa fue la última vez que Silvia intentó algo conmigo. Desde ese día, intentaba a toda costa no encontrarme con su primo, por miedo a que ella le hubiese dicho algo. No estaba muy segura de lo que sentía por Silvia, había sido mi mejor amiga desde siempre, habíamos compartido de todo, pero lo que pasó entre nosotras nos ha cambiado. En cambio, a su primo no le conozco de nada, Silvia dice que es un arrogante, que va de chulo por la vida, que es un mujeriego... Pero no quiero creerla, no quiero creer que detrás de esa mirada tan dulce pueda haber esa clase de hombre.

En esos momentos me dirigía a uno de los gimnasios de mi zona. Hace poco le prometí a mi madre que si dejaba el deporte que estaba ejerciendo, tendría que ocuparme yo misma de mi estado físico. Y así lo hago. Tres veces en semana dedicaba dos horas de mi vida a ejercitar mis músculos, y la verdad es que me estaba yendo bastante bien.

Al llegar, saludé a la recepcionista, que me dedicó una sonrisa cómplice y entré en los vestuarios femeninos.

-Hola Alondra. –me saludó Isabel, la encargada de la limpieza.

-¿Cómo está Isabel? ¿No coge usted vacaciones de Navidad? ¡Todavía quedan dos semanas para que empiece el horario laboral! –pregunté mientras me desnudaba.

-Si hija, lo sé. Pero qué quieres que haga, una mujer tan vieja como yo no tiene otra cosa que hacer. ¡Anda! Te dejo vestirte, que tengo que seguir limpiando.

Le sonreí y terminé de abrocharme los zapatos. Recogí mi largo cabello en una coleta alta y salí del vestuario. Había pocas mujeres en el gimnasio, a lo mejor dos o tres, sin contar conmigo, pero no me importaba. Me subí a una de las cintas de correr, sintiendo las miradas de muchos hombres que habían ido allí por la misma razón que yo. Comencé a correr, notando cómo mis músculos empezaban a funcionar por el estímulo. Saqué mi iPod de uno de los bolsillos y me puse los auriculares. “Where have you been” de Rihanna empezó a inundar mis oídos. Subí el volumen y comencé a correr al ritmo de la música. Sentía las gotas de sudor cayendo por mi escote, recorriendo la curva de mis pechos, al compás de mi respiración. Y entonces le vi.

Ahí estaba él, en una de las máquinas de abdominales, con el torso desnudo y el pelo pegado a la frente a causa del sudor. Me quedé embobada mirándole mientras seguía corriendo. El corazón me iba a mil por hora, y ya no estaba completamente segura si se debía solo al esfuerzo físico. Observé cómo se levantaba y cogía una de las botellas de agua que tenía a su lado y bebía con ansia. Una gota salvaje se deslizo por su cuello, hasta bajar por su trabajado pecho y perderse en uno de sus abdominales.

Noté como la garganta se me secaba y tuve que bajarme de la máquina, completamente exhausta y con los colores subidos. "Dios, ¡es que está como un tren!" Sentí una mano en mi hombro y me sobresalté. Al girar me topé con unos ojos verdes que me miraban preocupados.

-¿Estás bien?

-Eh... Si, si... -susurré intentando controlar mi respiración.

-Ven, necesitas un poco de agua. ¿Es la primera vez que vienes o qué? Deberías tener más cuidado con lo que haces.

Dejé que me arrastrara por el gimnasio hasta los vestuarios, sintiendo todas las miradas sobre mi, sintiéndome humillada. ¿La primera vez? ¡Pero qué estaba diciendo!

-No es la primera vez que vengo. -le dije enfadada mientras él buscaba en una de sus mochilas. Habíamos entrado en el vestuario de hombres y me encontraba un poco incómoda por si alguien entraba y nos encontraba allí, aún sabiendo que Lucas había cerrado la puerta con pestillo.

-Pues lo parecía por lo poco que has durado corriendo. -me respondió sin siquiera mirarme.

-¿Me estabas observando o qué? -pregunté no sin un poco de ilusión en la voz, pero borré esa idea de mi mente y me crucé de brazos, atenta a cómo sacaba una gran botella de agua de la mochila y me la tendía.

-No te estaba observando, creída. Bebe anda, te sentará bien.

Le miré furiosa, a la vez que sentía el corazón palpitando fuerte en mi pecho por la proximidad de su cuerpo. "Tranquilízate Alondra, solo es un chico."

-No quiero tu agua, iré a beber a la fuente de fuera, gracias. -dije intentando sonar fría, pero él me agarró del brazo cuando eché a andar en dirección a la puerta.

-Pero si tienes esta aquí, por qué vas a ir a...

-Quiero ir a la fuente.

Nos sostuvimos la mirada durante unos segundos, hasta que él empezó a andar hacia mi, clavando su mirada en mis labios, y devolviéndola a mis ojos. Tragué saliva sin quererlo.

-Quiero ir a la fuente... -susurré

Él sonrió de medio lado y acarició mi mano con su pulgar.

-¿Estás segura Alondra...?

No sé qué me pasa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora