Capítulo 5.

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En diez minutos estuve en mi casa. Cerré la puerta a toda velocidad y me dejé caer sobre el sofá, totalmente atontada. El encuentro con Lucas me había dejado excitada y con ganas de sexo, pero sentía que con él no podía acostarme y dejarlo de lado. No, con él quería algo más, e iba a conseguirlo. Me incorporé un poco en el sofá, movimiento que produjo que mi clítoris hinchado rozara el ajustado pantalón, provocándome un escalofrío de placer. Si, definitivamente estaba cachonda. Me mordí el labio sonriendo maliciosamente. Comencé a pensar en Lucas, en su cuerpo perfecto, musculoso y sexy, en sus ojos verdes... Solamente con imaginarlo empecé a notar como me humedecía. De repente apareció Silvia en la escena de mi mente, denuda, y yo solo me excité más.

Acaricié mis pechos por encima de mi camiseta, sintiendo el calo que empieza a inundar mi cuerpo, y seguí bajando hasta llegar al ombligo, mis labios me pedían que siguiera bajando, que continuara el sensual camino hasta el placer. Y ya no aguanté más, dejé caer el pantalón, deslizándolo por mis piernas, seguido del pequeño tanga rojo, y empiecé a frotarme el clítoris haciendo círculos, aumentando la presión, sacándome gemidos de placer.

Si quererlo, empiecé a imaginarme a Silvia entre mis piernas, como en la primera vez que nos acostamos, y mi espalda se arqueó involuntariamente.

-Dios... -jadeé entre gritos mientras introducía mis dedos, provocando que mi flujo goteara por mis muslos.

-¿Alon?

Me sobresalté al escuchar mi nombre y vi a Silvia plantada delante de mi, mirándome asombrada. Rápidamente me sonrrojé, pero no saqué los dedos de mi interior. La miré con la respiración a mil y ella tragó saliva, se sientó en unos sillones de en frente y me hizo un gesto con la mano para que continuara. Yo la miré confusa, pero no me opuse, me toqué el clítoris suavemente, de arriba abajo y los labios empezaron a abrirse cada vez más. Vi como sus pezones empezaron a marcarse en su fina camisa y la excitación que desprendían sus ojos. Empiezé a gemir mientras introducía los dedos hasta el fondo, cada vez más mojada. Estaba a punto de llegar al orgasmo cuando entonces me cogió las dos manos y me frenó.

Miré fijamente a sus ojos azules, oscuros por el deseo. Dejé que me diera la vuelta y empezara a lamer mi flujo, que caía sin control. Sentía su lengua adentrarse en mi interior, sacándome gritos y más gritos. Y ya no pude soportarlo más y eyaculé, manchando el suelo de mármol.

Me dejé caer agotada y Silvia se sentó al lado mía, jadeando. Nos quedamos en silencio unos minutos, sin saber que decir, hasta que ella rompió el silencio.

-¿Lo ha hecho mi primo?

-¿QUÉ? -pregunté nerviosa mientras tapaba mi desnudez con un cojín.

 -Que si mi primo ha ido a verte, tonta. -suspiré aliviada y relajé los hombros. -Me dijo que estaba interesado en ti.

Silvia se encogió de hombros y me miró expectante. Pude notas cómo sus ojos se deslizaban por mis pechos, y me esforcé por cubrirlos bien.

-Si. No, bueno, nos hemos encontrado.

-¿En serio? ¿Dónde?

-En el gimnasio... Me encerró en uno de los vestuarios. -agaché la cabeza avergonzada y enrrollé uno de mis rizos en mi dedo, esperando la reacción de mi amiga. Reacción que me sobresaltó más de lo que esperaba.

La risa de Silvia inundaba mi casa. La observé mientras se revolcaba en el sofá, secándo las lágrimas que caían por sus mejillas, y no pude evitar soltar una carcajada. La verdad es que resultaba gracioso. Había estado encerrada con él a solas y lo que había conseguido había sido acabar masturbándome en mi casa. Patético.

 -No creo que haya hecho eso, madre mía... -me dijo cuando las risas cesaron.

-Pues lo hizo, y nos enrollamos. -ella me miró abriendo los ojos al máximo. -¿Le dijiste que yo era lesbiana?

No sé qué me pasa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora