-Cristian, no tengo un mango. Hay que pagar el colegio de las nenas, las expensas están atrasadas desde hace tres meses y la heladera esta vacía –dijo Julia visiblemente preocupada-; ah, y también falta shampoo.
-No sé qué vamos a hacer, es impresionante cómo se complicó la situación. Ayer fui al banco; hice la fila toda la mañana y no pude retirar nada, ni un centavo. ¿Vos no estás por cobrar tu sueldo? –Cristian abrió la heladera y lo sorprendió el vacío.
-No sé si recordás, me están pagando la mitad del sueldo. La agencia no vende un boleto al exterior; las reservas de alojamientos se cancelaron en un ochenta y cinco por ciento. La situación económica que estamos pasando, pudrió al país; nadie viaja a ninguna parte. De todas formas estoy harta de que vivamos sólo de mi sueldo; hace años que vivimos de mi sueldo y hace años que las promesas de laburo para vos no se cumplen, ¡estoy harta, Cristian!
-¿Podés bajar el tono? Las nenas se van a despertar.
-¡Qué se despierten! Yo te dije que no pusieras la plata de la herencia de tus padres, en ese plazo fijo. ¡Me habían pasado el dato! Los intereses altos iban a terminar pronto y mal. Dicho y hecho, así fue. Y vos, con tu olfato para los negocios, no me diste bola. Metiste todo lo que tenías en ese banco de mierda que te recomendó tu papá.
-De todas formas, es guita de la herencia de mis viejos.
-Sí, ya sé. Y nosotros estamos viviendo de mi sueldo desde que nos conocemos. Vos, das clases en la facultad; te pagan miserias; empezás mil laburos diferentes y nunca concretás nada –Julia se paró y encendió un cigarrillo-, Siempre con ideas raras, ninguna fructífera.
-Mañana me prometió el gerente, es un amigo, que iba a ver si podía darme una mano para sacar unos mangos –Cristian buscó un tono neutro.
-Amigo, sí, ¡flor de amigo! Te dijo que no pasaba nada; a la semana de renovar el plazo fijo, metieron ''el corralito''.
-¿Qué querés? El país se estaba cayendo a pedazos. ¿O vos querías que yo adivinara que iban a poner esa restricción? –Cristian se acomodó la remera-, Nadie sabía; sorprendió a todos. ¿Acaso no lo agarró también al amigo de tu viejo? Ese es el genio de los negocios...
-A todo el mundo, no. A los Anzoátegui no les pasó nada; César les dijo que sacaran todo y ellos le hicieron caso, no como vos. Él me tiró el dato. Yo te lo había anticipado. ¿Sabés qué?, me parece que ya me cansé de tus excusas y de toda nuestra historia.
-Gordita, esta situación va a pasar. No hay mal que dure cien años. Y nos vamos a arreglar –Cristian se reclinó en el sillón-; ¿cuántas cosas pasaron en este país? Después todo siguió su curso normal; ya va a pasar. Acordate de los Bonex; el Plan Austral; "el que apuesta a dólar" pierde. Siempre la misma historia. Ya avisaron: el que depositó la plata en dólares la retirará en dólares, hay que tener fe.
-¿Nos vamos a arreglar? No. Te vas a arreglar. Tengo cuarenta y siete años; quiero vivir la vida. Me cansé de las esperanzas, de las promesas y de tener fe. Hoy quiero pasarla bien, hacer lo que quiero, salir, ir al cine. ¿Te acordás de cuál fue la última película que vimos? ¿Te acordás cuándo fue la última vez que la pasamos bien en la cama? Con lo que gano, las tres vamos a estar bien. Va a ser mejor que nos distanciemos; pongamos un paréntesis.
-Julia, no estoy de acuerdo. ¡No podemos tirar por la borda todos estos años! Destruir la familia, así, como si nada. Voy a sacar la guita del banco y nos vamos a poder mudar. Con lo que nos costó tener a esas nenas divinas...
-No, Cristian, hasta acá llegamos. Quiero que te vayas; con la plata de tu herencia comprate una casa para vos. Mañana vamos a hablar con las nenas; quiero que te vayas. Nuestro matrimonio se terminó.
-Démosle una oportunidad. Pensalo y lo seguimos charlando mañana. No puede ser que por una cuestión de plata, tiremos a la basura todos estos años.
-No entendés; no es sólo cuestión de plata. Se terminó. Desde ahora cada uno empieza a escribir su propia historia. No hay amor entre nosotros; nos mantuvieron juntos los recuerdos, proyectos truncos y una historia en común. Las nenas no pueden tener padres que no estén unidos por cariño, respeto mutuo y admiración por el otro. Sería engañarlas, darles un modelo que no quiero; en el fondo sé que a vos tampoco te parece correcto, pero no tenés las agallas para plantearlo. Por lo visto, no soy la mujer que necesitás para crecer. Y vos no sos el hombre que quiero como compañero. No te voy a negar, estamos grandes para empezar de nuevo, pero por suerte me di cuenta. Peor sería seguir juntos por inercia, por las nenas, por la familia. Cristian te quiero, pero es un afecto desapasionado, sin compromiso; te diría, híbrido. Necesito alguien que me mueva el corazón; la rutina nos aplastó. No quiero más estar chata en la vida, mirando la tele. Quiero salir; divertirme; que me miren con ojos deseosos en la cama, y no con miradas futboleras. No puede ser que mientras estoy trabajando, las nenas me llamen a la oficina para decirme que se pelean con vos porque querés poner un canal de deportes y no las dejás mirar los dibujitos animados. Se terminó la pasión; se terminó la admiración; se terminó la caridad; se terminó la indulgencia. Lo nuestro se terminó.
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Confesiones de clase
Historical FictionConfesiones de clase invita a atravesar el tiempo: la Argentina de los años setenta, protagonizada por un grupo de adolescentes pujantes, apasionados, confiados en sus ideales. Y el tiempo con sus transformaciones, naturales metamorfosis surgidas de...