Los casamientos (1982)

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Para la familia Forzatti el día que Cristian rindió la última materia fue muy emocionante: "Instrumentos y mediciones". Él se preparó durante el verano, sin tomarse un sólo día de  vacaciones. El jueves 4 fue a la facultad con su traje azul, camisa celeste y corbata bordó. El profesor a cargo era el Ingeniero Batafarano. Todos los alumnos del último año de la carrera sentían temor ante su sola presencia. Había construido su fama reprobando, de manera sistemática, a los alumnos próximos a recibirse. El profesor consideraba que un ingeniero debía soportar la presión de la última materia y, si algún elemento, a su juicio, indicaba que ese alumno debía regresar a la mesa examinadora meses más tarde, así debía suceder.                       
             Cristian sacó un nueve. Se había hecho conocido por su capacidad intelectual, también había logrado impactar a su entorno en el aspecto afectivo. Se corría el rumor que había salido con la Alfaro.
-¡Brillante, Cristian Forzatti! –Batafarano le tenía aprecio-; La electrónica es tu futuro, y el mundo se alinea en esa dirección. Con tus notas, vas a andar muy bien en cualquier empresa. Tratá de conectarte con una multinacional o una grande, del Estado. Así vas a poder foguearte en la práctica. Hacé un año de experiencia en la Argentina y después el mundo va a ser tuyo.
-Tengo proyectos y debería definir alguno; mi familia tiene contactos con la gente de Piselli y de Ostandar- dijo Cristian-; No es que haya tenido ofertas, pero hablamos con personas de la empresa y me prometieron que después de recibirme tendría una entrevista.
-Como te dije, si podés, tratá de apuntar a una empresa del Estado. En el exterior es una experiencia que se valora, tenemos muy buen concepto –Batafarano se acomodó los lentes- Las empresas que mencionaste son muy prestigiosas.
-También por ese lado estuve tirando algunas líneas. Mi tío es íntimo amigo del Capitán de Navío Agustín D'Orbetto, está en la órbita de las empresas del Estado.
-¡Qué bueno! ¡Lo felicito, ingeniero! No se deje estar; tome una decisión rápida, pero bien elaborada.
-Muchas gracias. A veces dudo en cuanto a la dirección a seguir, ¿no cree que Ingeniería Industrial podría tener mayor proyección?
-Olvídese, lo suyo es la electrónica. Apunte adonde el mercado se orienta.
               Se despidieron con un fuerte apretón de manos. Cristian había logrado terminar la carrera con las mejores notas de su camada, conocía gente que lo ubicaría en una empresa, y su familia estaba muy vinculada con personalidades del gobierno. Lo más factible sería conseguir un lugar de privilegio dentro de ENTEL. La madre estaba muy orgullosa por los logros de su hijo. En muy poco tiempo, y habiendo realizado el servicio militar, Cristian, ingeniero con el futuro por delante, le había hecho la promesa a Julia: "si me recibo en marzo, nos casamos en septiembre".
               El objetivo primordial de Julia era formar una familia; sabía que Cristian lograría obtener su título antes de fin de año; se despreocupó. Para ella el altar era una meta impostergable; quería ser la primera de sus amigas en ponerse el vestido blanco.
               La fecha sería en septiembre. Julia fantaseaba casarse con un ramo de rosas blancas y jazmines; quería una corona con flores también blancas y un vestido como el de ''La Primavera'' de Boticcelli, por supuesto, blanco.
               Para Julia fue más difícil la elección de su carrera. Comenzó con el curso de ingreso a sociología, desde la primera clase supo que esa no era su vocación y prefirió no continuar.  Entusiasmada por Patricia intentó, al año siguiente, con una carrera orientada hacia la salud mental; se anotó en psicología. Casi por casualidad, durante el lapso de transición, ingresó al negocio del turismo. Una compañera del grupo de literatura al que había asistido en cuarto año, le comentó acerca de una vacante. Concurrió a la entrevista, gracias a sus conocimientos de inglés y a su capacidad seductora, le ofrecieron el empleo de inmediato.
              Al año siguiente cursó algunas materias; en el transcurso del semestre se dio cuenta de que psicología tampoco era su vocación. Optó por dedicarse de lleno al turismo. Le resultaba atractiva la idea de progresar dentro de la empresa; tendría acceso a viajes y oportunidades de conocer el mundo, pero sobre todo, le ofrecía la posibilidad de vivir  de su sueldo.
             1982 no fue un año como cualquier otro, sería un punto de inflexión, en  especial para las metas de Cristian. La guerra de Las Malvinas tomó por sorpresa a más de uno; Cristian no estuvo exento, vio frustradas sus expectativas laborales. Los militares que conocía, y lo podían ayudar, no atendían los llamados de la familia Forzatti. No era  momento para pedir favores. Un Capitán, amigo del padre de Julia, le dijo:
-Tenés que tener paciencia, la guerra está ganada, hay que esperar el final. Ellos no tienen motivos para venir hasta acá, esto les queda lejos. Vas a ver, el triunfo nos va a traer amplias posibilidades de hacer grandes negocios.
            Dentro del caos reinante, a Cristian le llegó una propuesta para colaborar en el conflicto, con su profesión. Le pareció una buena posibilidad de vincularse dentro de la Fuerza. Aceptó sin consultar a su novia.
            Julia entró en estado de desesperación; su casamiento podría verse eclipsado; intentó persuadirlo de todas las maneras posibles. Julia tenía que ser implacable. Mejor dicho no podía dejar que queden dudas sobre sus sentimientos.
-Cris, vos no podés ayudar en nada. ¿Les comentaste tu problema pulmonar? En el sur hace mucho frío y vos no lo vas a poder soportar.
-Julia, lo mío no es asma; apenas si me contagio fácil una gripe. Me bajan las defensas en invierno, como a todo el mundo.
-Cris, mi vida, deciles que tenés asma, lo tuyo es, casi, asma. ¿Y los ácaros? Te cortan la respiración
-¡Julia, no! Es apenas una alergia. No voy a ir a pelear al frente, no te preocupes.
-Cristian, no quiero que vayas. Vos hiciste la colimba, hiciste la instrucción y te van a mandar a pelear. Estamos a punto de casarnos. Vos ya colaboraste, ¡que vaya otro!
-Pensá, esto me puede servir de trampolín para algo más importante.
-Lo único que veo es una pileta vacía. Te acabás de recibir; tenés un futuro brillante. Justo a vos se te ocurre semejante idea.
      Julia, desesperada, sentía que su meta no se cumpliría. Esperó ansiosa la finalización de la carrera de Cristian; estaba terminando con la organización de su fiesta de bodas. La idea de su novio era amenazante. Él ordenaba su vida; le daba la tranquilidad y la estabilidad; que no había tenido en su infancia.
          Ella consultó con brujas, amigas, videntes y demás personas que podrían, según ella, revertir la situación. Ninguna coincidía en el pronóstico. 

Confesiones de claseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora