El cumpleaños

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El teléfono sonó en la cocina; César le pidió a su hijo que atendiera; él necesitaba descansar, había pasado una semana complicada. Rodrigo, concentrado en un juego de la computadora, tampoco quería responder, luego de una breve discusión dejó el teclado y levantó el tubo:
-Hola, ¿Quién habla? –Rodrigo atendió irritado.
-Buenas tardes, ¿puedo hablar con César?
-¿Quién habla? –Rodrigo terminó un pedazo de manzana.
-Julia, ¿vos sos Rodrigo?
-Sí, ¿de dónde nos conocemos? –intentó disimular que masticaba.
-Bueno, no nos conocemos, pero algo sé de vos por lo que tu papá me contó.
-¿Sí? ¿Y qué mentira te dijo? –Rodrigo comenzó a jugar con la Play Station, estaba enchufada en el televisor de la cocina-, ojo, él es muy mentiroso.
-Sé que sos un experto en el manejo de computadoras; tenés tu propia página; también me enteré de que jugás muy bien al tenis y no te gusta perder ni a la bolita; tenés una novia muy linda y no te apasiona, ni mucho menos, ir al colegio. No sé si sabés; yo fui compañera de colegio de tu papá, hicimos juntos el secundario.
-Ah, ¿vos sos la mamá de Mili y de Florencia?
-Así es. ¿Qué más sabés de mí? –indagó Julia.
-Me contaron que vos no eras muy buena alumna y que fuiste la novia de mi viejo en aquellas épocas.
-¡Eso no te lo voy a permitir! –Julia se rió-, tuve uno de los mejores promedios en quinto año. La mala alumna se llamaba Patricia.
-¿Y la segunda parte? ¿Es mentira, también?
-Eso es cierto; es un secreto; no se lo tenés que contar a nadie, decime: ¿está tu papá?
-Ya te lo paso –Rodrigo dejó el joistick y fue al dormitorio de César, él ya tenía los ojos cerrados-. Pá, la señora Julia quiere hablar con vos.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de César, tomó el auricular:
-Hola.
Julia, escuchó las palabras de Rodrigo; apenas atendió, comentó:
-¡Qué despierto es tu hijo! Me asustó cuando dijo: "la señora" ¡Cómo pasa el tiempo! Es un divino, Rodrigo, es muy desenvuelto.
-Por lo despierto no sale al padre; tendrá los genes de la madre. Y, sí, el tiempo es implacable; no empecemos con ese tema que me caigo más de lo que estoy; me agarraste en una década complicada –César se rió-; La verdad, me encanta oír tu voz, lo sabés, ¡qué sorpresa el llamado! Pensé que te habías olvidado de los amigos.
-Me parece que estás medio bajoneado, ¿será por qué hoy es tu cumple? A propósito: ¡Feliz cumpleaños!
-Sos la primera que me saluda; espero que no seas la última.
-¡Basta con esa mala onda! Arriba el ánimo; podés festejar; tenés que estar contento.
-No, no sólo es por mi cumpleaños, desde que me separé de Mercedes siento que estoy cerca del fondo. Tengo varios líos con el laburo y, para colmo, vos ya no me das más bola.
-¿Querés que nos veamos? –dijo Julia.
-¿Cuándo? –César miraba el techo de su dormitorio.
-Hoy, ahora, ¿cuándo va a ser?
-No sé; vos sos más rara, bueno dale –dijo César-, ¿Cómo hacemos? ¿Querés que pase por tu casa?
-Si querés, y por ser tu cumpleaños, arreglamos como vos digas. A partir de las cuatro soy toda tuya, decime... ¿querés que te pase a buscar?
-Bueno, no sé; me agarrás totalmente desorientado. Vení a casa, dale.
-No te pierdas, allí voy a estar –Julia colgó.
César se quedó pensativo un rato, dobló la almohada en dos y se acomodó en la cama. "Julia toma la iniciativa, después del último encuentro fallido. Debe querer saludarme por el cumpleaños; en todos estos años nunca me llamó, es una mina rara, ¿en qué andará?" Sobre la mesita de luz había carpetas con varios proyectos laborales, algunos en curso; otros habían terminado; les dio una mirada y comenzó a hacer cuentas.

Julia se fue a duchar; se quedó un rato debajo del chorro caliente, había puesto música con el volumen alto; podía escuchar su compact preferido. Se lavó el pelo con un shampoo a base de cactus del desierto, lo había traído de su último viaje a Egipto; se pasó una crema de lodo del Nilo; la dejó actuar durante varios minutos y se enjuagó. Le había traído un pote a su amiga y compañera de tareas, Gloria, decía que le dejaba la piel muy lozana, Julia coincidía. El secador de pelo le dio el toque de peluquería que a ella le gustaba, luego de secarse siguió con las uñas, primero fueron unas pinceladas blancas, sobre esa base, el color perla.

Confesiones de claseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora