Capítulo 4

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-¡Caniiiija, ven aquí! - exclamo sonriendo, nada mas levantarme. - ¡Eeeeeh, que veengas sooorda! - vuelvo a gritar pasados unos minutos. Río y me incorporo en la cama quedando sentado.

Pasa como un cuarto de hora hasta que decido levantarme y ver donde se ha metido. Recorro toda la casa y empiezo a ponerme nervioso cuando no la encuentro.

James, su habitación.

Suspiro aliviado y subo las escaleras hasta el segundo piso, desde donde he empezado la búsqueda. ¿Cómo no se me ha ocurrido antes? Intento abrir la puerta pero alguien ha echado el cerrojo desde dentro. Toco varias veces a la puerta y grito su nombre, pero no se escucha nada. O sí, sí que se escucha. Son... ¿jadeos?

-¡James! ¡James, ayúdame! - grita ella desde dentro. También se oyen los muelles de la cama. ¿Pero que coño está pasando? - ¡James! - vuelve a gritar, pero esta vez es un grito ahogado. Como si alguien estuviera tapándole la boca.

Haz algo ya, James.

Intento tirar la puerta abajo con mi cuerpo pero es imposible. Estoy fuerte para tener doce años pero no tanto como para romper una buena puerta de roble.

-¡Eh, escúchame! ¿Qué está pasando? ¿Quién está ahí contigo? - grito pegado a la puerta para que me escuche.

- Pa... - consigue decir antes de soltar un grito. Joder, tengo que hacer algo ya.

Justo cuando voy a empezar a correr para salir fuera y entrar por la ventana, la puerta se abre y aparece ese cabrón con los pantalones desabrochados, cerveza en mano. Mis ganas de matarlo aumentan por segundos pero tengo que ver que le ha hecho. Entro todo lo rápido que puedo a su habitación y mis rodillas parecen no responder a la imagen que ven mis ojos, postrándome con ellas en el suelo.

Abro los ojos y, cuando vuelvo del todo a la realidad, grito y tiro la almohada al suelo. ¿Por qué no hay una sola noche que pueda dormir al menos siete horas seguidas?

***

-Abuelo, que sí, que me parece genial que estés tan sorprendido pero cállate ya. - gruño con la boca llena de cereales.

Lleva toda la mañana diciéndome que le parece increíble que hoy no vaya a llegar tarde. Estoy pensando si salir ahora o esperarme una hora más aquí solo por llevarle la contraria. Pero no aguantaría una hora entera de sus quejas, por lo que me cuelgo la mochila al hombro y salgo de esa vieja casucha.

***

-James, ¿puedes acompañar a Njord a secretaría? - me pregunta la profesora de castellano nada más empezar al clase.

-¿Qué? ¿Por qué yo? Acabo de sentarme. - protesto. No quiero acompañar a ese crio ni aunque fuera a su funeral.

-James, venga. Necesita arreglar unas cosillas y no sabe muy bien donde está.

- Eh, enano, ¿no vas a decir nada? Quéjate de que te doy miedo y de que no quieres que yo te acompañe. - pienso, levantándome y saliendo antes que él de la clase.

Escucho sus pasos torpes por detrás de los míos durante el camino. ¿Desde cuándo está tan lejos secretaría? Me giro cuando creo oír algo extraño y frunzo el ceño, acercándome a él.

-¿Qué mierda haces con esto? - le grito en la cara, quitándole la foto que tenía entre sus asquerosas manos. - ¡Que me contestes! ¿De dónde coño la has sacado? - exclamo en su cara, agachándome para que me oiga bien.

- Eh... yo... - murmura en un tono casi inaudible.

- ¡Más alto joder!

Cojo aire cuando pasa una profesora por nuestro lado y sonrío de una manera muy falsa. Cuando desaparece, tiro de él hasta los aseos y cierro la puerta grande con pestillo.

-Escúchame niñato, como vuelvas a coger algo que me pertenece, - amenazo en tono frio, acercándome más y más a él - como vuelvas a hacerlo, te juro que te rompo esas piernecitas de una vez. - sigo advirtiéndole, como si estuviera hablándole a un niño pequeño - ¿¡Lo has entendido!?

Él asiente a modo de respuesta, pero me falta algo. El horror que transmite sus ojos grisáceos se apodera cada vez más de mi ira, como también lo hacen sus tembleques y ese flequillo asqueroso que no para de moverse.

La furia consigue controlar del todo mi cuerpo y mis manos lo cogen del cuello, aplastándole la espalda contra una de las paredes. Sonrío maliciosamente cuando empieza a llorar y mi cara queda a milímetros de la suya.

-¿Qué te pasa pequeñajo? ¿Tienes miedo? - vuelvo a golpear su espalda con la pared y le doy un rodillazo en la boca del estómago.

¡James! ¡Lo vas a matar!

Lo suelto de golpe, disfrutando al ver como cae en el suelo, temblando. Me pongo de cuclillas frente a él y hago pucheros.

-¡Oooh, pobrecito mío! ¿Te duele mucho, cariño? - acaricio su cara para luego darle una bofetada - Pues más me duele a mi haber visto esa foto en tus manos. Espero que te haya quedado claro, enano de mierda. - me levanto y, como si mi cuerpo me controlara, un escupitajo aterriza justo en su cara.

¡James! ¡Despierta, escúchame! ¿Qué te ha hecho? Él no tiene la culpa de nada.

Y eso es lo peor, que él puede vivir feliz y tranquilo, sin embargo yo tengo que estar sufriendo todos los días. Ah si, y las noches también. Pues no me da la puta gana. Si sufro yo, va a sufrir él también. Y juro que va a ser así, hasta que pueda ser feliz de una jodida vez.

Él, Ella Y ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora