Las clases se acaban y es hora de irse a casa. Ese enano no ha hablado con nadie y eso que los más amables de la clase ya se han acercado a él. En algún momento me he cruzado con Sheyla pero no la he visto. Por lo demás, todo ha transcurrido con normalidad.
-¡Eh, James! ¿Vas a ir a la fiesta del viernes? – me pregunta David en la parada del bus.
- ¿Ya estáis montando fiestas? Joder, os ha faltado tiempo.
- Bueno, sí, ¿vas a venir? Es en una de las discotecas del polígono. No se cual pero como están todas juntas no será difícil encontrarla. En la que más putas haya en la puerta, ¿no? – comenta riéndose. ¿Y la gracia?
- Yo que se tío, no me agobies. Ya veré, de aquí al viernes faltan cuatro días todavía.
Tenso mi mandíbula, o más bien se tensa sola, cuando veo al enano delante de mí. No me jodas que se va a subir al bus...
Pues sí, sí que se va a subir, y al mismo que yo. Manda huevos...
Se sienta a unos metros por delante de David y de mí. Hago que lo escucho y asiento cada vez que para de hablar, pero en realidad solo tengo ojos para Njord. Es igual que el tío musculoso que me la robó, pero en pequeño. ¿Y si es su hijo? Joder...
David baja en su parada y eso me da vía libre para concentrarme en ese enano... Mi mente me juega una mala pasada cuando lo imagina torturado, lleno de moratones, llorando y sufriendo.
Por Dios James, ¿desde cuándo eres tan sádico?
Sacudo la cabeza para librarme de esos pensamientos y gruño cuando se baja del autobús. Me estaba divirtiendo.
¿En serio, James, en serio?
***
-¿Qué tal el día, James?
- Abuelo, sabes que nunca contesto, pero si insistes... Como una puta mierda.
-¡James! ¿No puedes formar una frase sin una palabrota en ella?
-Acabo de llegar, tengo hambre y estoy cansado. ¿Qué hay para comer? – pregunto entrando a la cocina.
- Lo que sea que te vayas a hacer.
- ¡Joder! Ya podrías haberme preparado algo.
- El fuego al dos para un huevo frito.
Ruedo los ojos y pongo el huevo abierto en la sartén. En pocos minutos se hace y eso, junto a unas patatas fritas, constituye mi comida de hoy.
Cojo el móvil una vez estoy en el sofá y protesto cuando veo el número de Njord dentro del grupo de la clase. Lo guardo como Enano y me pienso si ponerle DeMierda como apellido, pero lo dejo estar. Ahora que lo pienso, en el grupo este de mierda solo hablan de deberes y exámenes y como que no me sirve de mucho. Pulso el botón de Salir del grupo y luego el de Eliminar grupo. ¿Pero por qué cojones hay tantas opciones solo para salir de un dichoso grupo?
Me replanteo durante un buen rato si llamar a Njord como número privado y darle la bienvenida al más estilo James o no hacerlo, pero el Abuelo decide que sea lo segundo gracias a sus gritos:
-¡James! ¡Ven!
-¡Ven tú! – respondo en el mismo tono elevado que él.
-¡Joder, James, es importante! ¡Ven!
Suspiro y, al final, obedezco, pero cinco minutos más tarde de habérmelo ordenado, solo para que sepa que no me manda nadie.
-¿No sabes formar una frase sin una palabrota en ella? – pregunto irónicamente cuando entro en el salón, repitiendo sus palabras.
- James, escúchame, esto es serio. – me riñe mientras me siento en el sofá. Hago un gesto con la cabeza para indicarle que siga – Van a venir los de asuntos sociales, necesito que me repitas la historia entera, con todos los detalles.
- ¿Qué? ¿Por qué van a venir otra vez?
- No lo se, les gusta tenerlo todo muy bien controlado. Venga, va, empieza.
- Que sí, que sí. A ver.... Tú eres mi abuelo materno, Antonio García o, más conocido cono El Guijarro, porque de joven ganabas siempre al juego ese de rebotar una piedra en el lago o algo así, pero claro, con ese sobrenombre solo te conocen en tu pueblo, uno de Granada. Mis padres murieron en un accidente de tráfico, del que solo salí ileso yo, con cinco años. De hecho, esta cicatriz – señalo la que tengo desde el hombro izquierdo hasta el codo – me la hice en ese trágico accidente. No tenía hermanos, era hijo único. – consigo decir esto último, aunque cada palabra queme mi garganta al pasar por ella.
- Venga, James, tú puedes. – me anima a seguir poniendo su mano en mi rodilla.
- Me acogisteis tú y la abuela cuando eso ocurrió y, desde entonces, habéis sido mis tutores legales y, más o menos, mis padres. La abuela murió hace cinco años de un infarto. Fue un golpe muy duro para nosotros y es una de las causas de que en mi expediente académico aparezcan varios trimestres vacios, ya que no fui a las clases hasta casi un año y medio después. Era como mi madre y todo eso... Desde entonces vivimos los dos solos en esta casucha y, bueno, nos llevamos bastante bien o eso se supone. – bostezo y me recuesto en el sofá, mirándole - ¿Contento?
- Te falta lo de tus notas y tus delitos, James.
- Joder, ¿eso también? – cojo aire y prosigo – Nunca se me han dado bien los estudios, tampoco es que me esfuerce mucho. La policía me arrestó dos veces: una robando en un supermercado, con trece años, y otra por posesión de droga. Pero las dos están justificadas porque, la primera fue por ayudar a mis abuelos, vosotros, ya que ese año os jubilasteis los dos y fue muy duro vivir solo con esa miseria de dinero. Lo pagué en varios meses, ayudando en cosas para la sociedad, como pintando muros llenos de grafitis y toda esa mierda. El segundo fue más grave, con catorce, pero también lo pagué: tres meses en un centro de menores y no tuve que seguir hasta los seis porque tú pagaste el dinero que pedían para quedar inmune.
- ¿Y....? – me incita a seguir, otra vez.
- Y no he vuelto a probar la droga. – me levanto - ¿Contento? Tienes suerte de que sepa mentir.
- Perfecto. Gracias, James. – responde sonriéndome, demasiado tierno, y abre los brazos – Ven aquí, grandullón.
- No, de eso nada.
- Jaaaames, haz caso a tu abuelito.
Suspiro y acabo dejando que me abrace.
-Pero no te acostumbres a esto y... ¡Suéltame ya, coño!
Mis palabras le causan risas y es en ese momento en el que me doy cuenta que cada vez me parezco más a él.
-¿Cómo es posible que tengas mis rasgos sin tener mi sangre? – me pregunta, leyéndome el pensamiento – Será por eso de que los perros se parecen a sus dueños.
Le tiro un cojín y me contengo para no darle un puñetazo. Sus 89 no lo recibiría muy bien. Aunque el cabrón tiene la mente perfectamente, más que la mía.
-Abre – me ordena cuando suena el timbre.
Trago saliva, algo nervioso, y voy hacia la puerta.
No demuestres tus nervios, James. Tienes que hacer creer a los demás que eres un tío seguro y que no tienes miedo de nada.
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Él, Ella Y Él
Genç KurguMiro hacia abajo y mi cuerpo empieza a responder por mí: primero subo una pierna, me agarro a la barandilla y subo la otra. Me quedo con los pies colgando bajo la nada, replanteándome si seguir aquí, jodiendo a la gente, o si hacerles un favor a tod...