James, esta gente necesita una explicación. Por favor, dile todo lo que has hecho y también dile que estás arrepentido. James, por ella...
-Sí, lo conozco... - bajo la mirada al suelo, la suya es demasiado intensa.
-¿Sabes lo que le ha pasado? ¿Sabes quién ha podido ser? – me pregunta su madre, con notable desesperación.
-Sí... Se quien es... - cierro los ojos y me tiro del pelo. Esto no puede estar pasando, aunque me lo merezca.
-Por favor, James, por lo que más quieras, necesito saberlo. Te juro que no voy a confesar quien me lo ha dicho, pero por favor... - me ruega, llorando, mientras mira a su hijo. Esto es demasiado para mí, me estoy rompiendo en mil y un pedazos joder.
-Yo... - murmuro, uniéndome a sus llantos. Agarro las manos de Anna y me las llevo a la cara, llorando en ellas. No puedo más.
-Tú... Sigue, por favor.
-Fui yo... Él y Anna están así por mi culpa. – cierro los ojos y dejo que todas las lágrimas corran por mi cara.
Necesito salir de aquí, pero con ella. No puedo volver a dejarla sola, pero necesito aire joder, me estoy ahogando aquí.
Me levanto y beso la frente de Anna repetidas veces antes de salir de esa habitación llena de sentimientos y confesiones en la que casi me desmayo. Consigo encontrar fácilmente la salida hacia la azotea y justo cuando llego, respiro todo el aire que me cabe en los pulmones. Me acerco a la barandilla a paso lento y me apoyo en ella, mirando todo lo que hay a mis pies, mientras rebobino todo lo que acaba de pasar. He encontrado a Anna, después de intentarlo innumerables veces en estos cuatro años, pero le ha dado un infarto por mi culpa, también resulta que ha sido adoptada por la familia del niño que está apunto de morir porque yo le he acosado, no he parado de hacerlo desde que llegó... Y pensaba que se lo merecía, joder, soy una persona horrible... No merezco el cariño de nadie. No, definitivamente no. Solo molesto en este mundo, lo único que hago es causarle daño a los demás... Y no quiero destrozar más familias, joder, claro que no. No se lo merecen, yo me merezco todo el dolor que está pasando la familia de Njord. No, no, me merezco mucho más que eso.
Miro hacia abajo y mi cuerpo empieza a responder por mí: primero subo una pierna, me agarro a la barandilla y subo la otra. Me quedo con los pies colgando bajo la nada, replanteándome si seguir aquí, jodiendo a la gente, o si hacerles un favor a todos y marcharme de una vez, para siempre
Toda mi vida pasa por delante de mí mientras observo la ciudad debajo de mí: el día en que nació Anna es lo primero que recuerdo. Estaba feliz, radiante de felicidad. Apenas tenía tres años pero sabía que iba a querer muchísimo a esa criaturita que acaba de nacer, con esas manos del tamaño de un tapón de botella y esos ojitos que apenas podía abrirlos. Todo el mundo decía que era clavadita a mí y eso me hacía sentir aun mejor. Por los dos trabajos que mi madre ocupaba y por lo borracho que iba mi padre todo el día, yo era el que más tiempo pasaba con mi hermana. Le cuidaba y mimaba como mejor sabía y hacerla sonreír y reír era el mejor regalo que me podía dar cada día. Se fue haciendo mayor, y yo junto a ella. En resumen, nos hacíamos mayores uno al lado del otro. Fui yo la persona que contempló sus primeros pasos, su primera palabra: "Tete", su primera clase en el colegio, su primer plato sólido... Fui yo quien le ayudó a crecer y a ser la mujercita que es ahora. Los años fueron pasando y mi padre iba empeorando... Yo no sabía que hacer, tan solo tenía unos diez años cuando nos pegó por primera vez a mi hermana y a mi. Por suerte, teníamos nuestro escondite. Ese huequecito en el armario, que daba a otro agujero más grande dentro de la pared fue nuestro refugio de todo: de los gritos y las peleas de nuestros padres, de cada moratón que nos salía cada vez que ese cabrón nos pegaba, de los llantos que compartíamos cuando veíamos a nuestra madre desbordada por culpa de nuestro padre... Allí guardábamos todos los libros que teníamos y arreglábamos los que papá nos rompía y se me partía el alma cuando no conseguía recuperar algún libro de Anna y se ponía llorar. Anna empezó a desarrollarse sobre los nueve años y eso al capullo que tenía como padre le gustó, por lo que durante esos años abusaba de ella todo lo que podía. Luchaba contra viento y marea para evitar eso, pero a penas tenía doce años... Fue la primera vez que sentí la impotencia de verdad, quemándome por dentro... Era horrible. Entonces, no se quién, denunció y llegaron los de asuntos sociales. A mi padre lo encerraron y a mi madre le quitaron la custodia de Anna, pero no la mía. Llegaron un día un montón de tipos fuertes y musculosos y nos separaron. También intenté evitar eso, con todas mis fuerzas, pero fue imposible. Desde entonces me he convertido en lo que soy ahora... Un auténtico cabrón, como mi padre.
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Él, Ella Y Él
Novela JuvenilMiro hacia abajo y mi cuerpo empieza a responder por mí: primero subo una pierna, me agarro a la barandilla y subo la otra. Me quedo con los pies colgando bajo la nada, replanteándome si seguir aquí, jodiendo a la gente, o si hacerles un favor a tod...