Capítulo 7

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Una botella, sí, sólo una botella y 8 adolescentes viendo hacia ella. Chad —el chico que nos invitó a jugar y que tomó nuestro encogimiento de hombros como un si— la hace girar. Quizá en su mente está deseando que le toque fulana. Mi hipótesis ha sido acertada; acaba de aplaudir victorioso. La chica de cabello rubio sucio y el moreno campeón se dirigen hacia el armario de suministros. Creo que este minuto será el más largo de mi vida, ya que estos desconocidos no inician una conversación y Andrew está mirando fijamente hacia la botella. Cómo quisiera tener poderes de telepatía, tendría sus pro y su contra. El rockero se ha levantado para tocar la puerta con fuerza, desde que vi su expresión sé que está celoso.

—Chad sabía que a Mack le gusta Sara. Es un hinchapelotas —susurra la chica de coleta tan alta cómo si quiera imitar a mi Bella Genio, pero es siseada por su amiga pecosa.

Mack se sienta cuando finalmente Chad y Sara salen del armario. Su mano toca la botella y esta gira de nuevo, pero por desgracia no le ha tocado su amor platónico, sino un chico. Él sujeto de lentes le guiña un ojo y este se estremece. Dejo escapar una risita, ¿cumplirá las reglas o es una gallina?

—Anda —le digo desafiante.

—No, ni si quiera a charlar. Sería raro, anda tú si gustas.

—Permiso, pero creo que ha llegado mi turno —interrumpe Andrew al hacer girar la botella.

Infinitas son las vueltas que hace y antes de ver a la persona seleccionada, Joshua nos interrumpe. Me susurra que mi par de amigos me necesitan. Su boca apesta a alcohol. Primero, ¿que querrán? Segundo, ¿por qué no se cambiaron antes de venir acá? Tercero, Joe es tan desesperado. Cuarto, Joshua debería considerar en cepillarse más los dientes. Andrew suspira, me incorporo tan rápido que ni si quiera digo el porqué  de mi ida inesperada. ¿A quién le habrá tocado en el juego?

El primer piso está repleto de gente, algunas personas están conversando en el comedor, otros están besándose en la isla de la cocina; varios beben cerca de la gran biblioteca que te apuesto que ningún libro lo ha leído el anfitrión de esta fiesta. Estamos subiendo las escaleras y se disculpa por no ofrecer lo prometido.

—No fumo, la música está bien para mí y no estoy interesada en las chicas.

Él se ríe a carcajadas cómo si yo fuera la comediante de mi propio show de Stand Up. Este chico o es pendejo o está ebrio. Creo que ambas al mismo tiempo, merece un reconocimiento impreso en papel de baño. Estamos en el segundo piso y recorremos un largo pasillo, ¿en qué problemas se han metido estos dos? Joshua rodea mi cintura con su brazo derecho para guiarme donde están aquellos engendros.

—¿Estás seguro que me llamaron?

—¿Quisieras estrenar el nuevo cobertor que compré? 

—¡¿Qué?!

—Quien diría que la chica prodigio tendría la oportunidad de estar conmigo. Sigue usando maquillaje y quiebra esos feos lentes —empujo a este chico risueño lejos de mí. La ira hierve por todo mi cuerpo ¿Cómo es posible que esté escuchando esto?— ¡Tú te lo pierdes, Martin!

Me tropiezo con varias personas tratando de encontrar un baño hasta que un tipo sale de uno. Estoy encerrada en estas cuatro paredes para drenar toda la rabia que tengo, limpio una lágrima que recorre mi rostro. Mi reflejo está en el espejo: rímel corrido y una chica frágil es lo que puedo ver ¿Y si a todos los chicos les importa la apariencia? ¿O mientras que tenga una flor para ellos es perfecto?

—Pero viste cómo insinuó lo fea que era sin esta mascara —le digo a mi conciencia y un bufido me hace ver lo triste que es hablar consigo mismo. Giro la llave del grifo y el agua fría corre, dejo que mis manos se llenen para quitarme esto que no es tan frecuente en mí. La espuma borra todo rastro.

Y aquí está la verdadera Melanie Martin, sin nada de maquillaje. Con algunas pequeñas espinillas en la frente, ojos oscuros y pequeños, nariz chata, labios carnosos y múltiples lunares (he querido unir los puntos con un rotulador) Saco de mi bolso mis lentes, ahora veo mucho mejor porque puedo ver lo que ellos ven: una chica que no es despampanante. He estado sentada en el retrete por unos 10 minutos, contando las baldosas que hay aquí, son verde esmeralda. Mi tranquilidad se ha esfumado, porque alguien tiene necesidades fisiológicas y casualmente se antojó de cubrirlas en este baño.

—Está ocupado —alzo mi voz

—¿Melanie? —pregunta una voz conocida, me acerco hacia la puerta.

—¿Andrew?

Abro la puerta y el asombro se hace presente en su rostro. No quiero dar explicaciones, sólo quiero irme a casa y hacer que esta fiesta jamás existió, pero mi intento de huida es arruinado. No puedo zafarme de su mano en mi brazo.

—¡Todos ustedes son iguales!

Oh por Dios, he dicho algo tan cliché, pero es lo que siento en este momento. Monos descerebrados del Colegio Colleman... Logro liberarme, pero Andrew de nuevo se interpone en mi camino. ¿Acaso no es obvio que quiero estar sola? Sólo dice que no está de acuerdo con mi punto de vista. ¡Mientras no sea un chico, todo está bien para ellos! ¡En eso es lo único que piensan, enfermos superficiales sin corazón!

Todos nos están mirando y otra vez he pensado en voz alta... muy alta debería decir. Siento que mi rabia disminuye. La he echado a perder, de nuevo. Debería irse, pero él toma mi mano. Me jala hacia las escaleras que conducen al tercer piso. Más cuadros familiares están en las paredes y lo único que quiero es tirarlas al suelo. Él chico de ojos café abre una puerta que nos revela una habitación vacía de paredes blancas pero con grandes ventanales y una puerta corrediza que dan acceso al balcón, donde hay una grandiosa vista hacia las demás casas y las montañas verdosas en el horizonte. Pero el silencio tan frío como el viento se ha desvanecido, porque Andrew ha hablado.

—Te estuve buscando por 20 minutos.

—Joshua —niego con la cabeza— es un tremendo idiota.

—Sí, lo es.

Ambos nos reímos.

—¿Te hizo algo?

—Se me insinuó y bueno... —mis lentes reposan en mi mano— Creo que soy menos horrible sin estos.

—No lo escuches ¿Acaso no te has dado cuenta lo hermosa que eres?

—Basta, sólo lo dices para quedar cómo el caballero de esta velada —mis bebés están de nuevo en mi rostro.

Él frunce el ceño, toma una bocanada de aire y agrega:

—Deberías empezar a creer en ti y no dejarte hundir por lo que digan los demás. Te lo he dicho, Melanie. Eres hermosa e inteligente y tú... Sólo te importa la basura que digan sobre ti.

Me quedo callada, él tiene razón. Un nudo en mi garganta se ha formado y ni si quiera sé que decir. Mi cabeza reposa sobre su hombro mientras que él se acomoda para que encaje perfectamente, no sé que estoy haciendo, pero me gusta. Mi mano busca de algo, pero finalmente lo encuentra, la suya. Entrelaza sus dedos con los míos fuertemente, cómo si nunca me quisiera dejar ir y a continuación algo que hace que mi corazón se detenga: sus labios plantando un beso en el dorso de mi mano. Los latidos incrementan y las estrellas brillan con más intensidad a la vez que mi corazón hace más boom-boom.

Desde que empecé a hablar contigo, me di cuenta que no estoy solo —dice mirando hacia el cielo nocturno.

—¿A que te refieres?

—A que no soy el único que siente este tipo de cosas, que cree en esto.

—Pensé que no serías el tipo de chico que le importan los sentimientos.

—No quiero ser un cristal que puedan destruir con facilidad. Por eso me refugio, así no salgo lastimado.

—No te lastimaré

—Entonces seré transparente como el cristal

—Estoy... empezando a quererte, Andrew.

—Yo ya lo hago desde hace mucho.

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Adivinen a quién le tocó Andrew en el juego de la botella.



















Stupid Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora