Capítulo 12

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Nuestra primera semana del tercer trimestre. ¿Puedes creer que estoy hasta el cuello con tareas? Pero entre tantos números, ecuaciones, cadenas carbonadas y corrientes literarias... lo único que me preocupa es algo: lo que no me ha dicho mi papá. Estoy haciendo la tarea sobre la mesa para dos personas, mientras que él está roncando en la habitación. Han sido tranquilos los fines de semana que he estado con él hasta ahora. Es un buen hombre, aunque nos haya herido tanto.


Después del paseo, desde el martes sólo mis pensamientos son sobre el futuro. Porque, es agobiante saber que esta rutina se acabará pronto y que luego debo elegir un camino.  Extrañaré los pasillos concurridos de la secundaria, los chistes sobre el profesor Wellington y nuestra base central-basurero.  Pero además de esas cosas que son pequeñas, me dolerá ya no estar todos los días junto a mis amigos. Aunque estemos en la misma ciudad, no es lo mismo.


Andrew... no sé porque he estado pensando que tarde o temprano terminará esto. Soy tan pesimista a veces cuando se trata sobre lo que vendrá. ¿Por que estoy tan atemorizada sobre el futuro? Si hace semanas estaba emocionada en el gimnasio moviendo mis huesos al ritmo de la música. Creo que debería apagar el reproductor, está en aleatorio y siempre por alguna razón reproduce las canciones más emo del mundo. Detesto estar pensativa, he estado mirando fijamente hacia mi lapiz por un largo tiempo. Volando y cayendo en un abismo por mis pensamientos.


Alguien toca el timbre, dejo a un lado lo que estaba haciendo para abrirla. ¿Quien será? ¿El repartidor de pizza? Mmm... no lo creo, papá es un poco tacaño para haberlo llamado. Giro la perilla y me encuentro con una mujer de mi misma altura, con cabello cobrizo cayendo bajo sus hombros. Lleva una chaqueta de mezclilla y con un gesto arrogante me pregunta por mi padre. Es tan grosera que entra como perro por su casa. Él sale colocándose una camisa y se queda sorprendido al ver la figura de la intrusa.


¿Quien diablos es esta loca?


—Oh... Melanie. Ella es... —balbucea

—¡Cariño! ¿Por que está esta chiquilla aquí? Mis maletas están abajo, necesito que las subas —me mira de reojo 


Mi ceño fruncido desaprueba la forma despectiva en la que se dirige a mi. Quisiera empujarla por las escaleras como cualquier telenovela con exceso de drama. Pero esto es la vida real así que posiblemente me detengan por intento de homicidio y tenga otra espantosa foto por la cual avergonzarme. Así que dejo que mis puños se relajen.


—¿Papá, quien es ella?

Oh no... mi voz se ha quebrado y mi papá ni si quiera puede mirarme a los ojos para responder esta simple pregunta.

—Clarissa... mi pareja.


Entonces esto era lo que quería decirme aquella vez en el auto. Que viviría con su estúpida rompe-hogares en su apartamento. No quiero estar aquí. Recojo mis cosas en silencio mientras ella está cruzada de brazos. Le susurra a mi papá que rayos hago aquí y él le hace una seña para que cierre el pico. Aunque debería estar molesta, botar humo por mis oídos y bufar como toro; simplemente quiero convertirme en una cascada que ellos no deberían ver. Cuelgo mi mochila en mi hombro y cierro la puerta sin despedirme. Él no insiste en buscarme. Para dejarle un regalo de bienvenida a nuestra invitada de honor, he dejado un escupitajo en su maleta.

Stupid Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora