Capítulo 8

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La pequeña y calurosa ciudad está siendo rociada por la lluvia. Un milagro, un lindo milagro. Todos los turistas piensan que estamos a gusto con el clima semiárido... el mar y la arena, quizás nos imaginan con unos cocos con pajillas y sombreros. Pero la triste realidad es que no todos los días se viaja a la playa y que debes estar en busca de la sombra al mediodía. En la acera podrías cocinar unas hamburguesas con unas perfectas lineas quemadas. Cuando llueve, todos buscan refugio en sus casas; no como en las grandes ciudades donde unas simples gotas no les hacen mal a nadie y todos siguen en las calles. Pero lo mejor de esperar una eternidad para que el cielo llore, es que te trae paz y es cómo si limpiara todo a su paso.


Papá me ha dejado en casa, me despido de él y me sonríe. Este fin de semana recordé lo desordenado que es y lo gracioso que es al agregarle ''in'' al final de los sustantivos. Me preparó mis frijolines favoritos y tuve que aguantar sus gritos de euforia y abrazos cada vez que el Barcelona anotaba un gol. Dormir con él fue cómo si hubiese retrocedido 12 años atrás, cuando me palmeaba en el brazo para que pudiera dormir. Y ahora que lo pienso... no me ha dicho lo que quiso decirme el lunes en el auto. Pero ya es demasiado tarde, ya ha arrancado antes de que pueda agregar algo.


Corro rápido para no mojarme y toco la puerta repetidas veces. Me quejo, la casa no es enorme para que ella se tarde tanto en abrirme. Mis suplicas han sido escuchadas y me abre con una sonrisa... hacia su teléfono.


—Mamá, gracias por apurarte —digo al tirar mi bolso al sofá

—¿Acaso no tienes una copia de las llaves? —refunfuña


Ups, si. Como siempre olvido que también tengo mis propias llaves. Estoy hambrienta, me dirijo a la cocina y abro el microondas. Negativo, no hay comida para Melanie Martin. Mamá entra otra vez tecleando en su teléfono y se ríe. Ruedo los ojos, pensé que me tendría algo listo. Luego de unos segundos reacciona y me propone ayudarla a cocinar. Vamos, Melanie, quizás lo hizo para pasar tiempo de caridad contigo y así poder conversar acerca de tu fin de semana o... simplemente le dio flojera y quiso esperar a que llegaras para que al fin y al cabo termines haciendo todo tú.


Pico algunos vegetales mientras ella saca las salsas enlatadas de la alacena. Me pregunta cómo la pasé con mi papá, le comento que la pasé bien, aunque tuve que aguantar sus gases apestosos al dormir. Ella se ríe y agarra la tabla con la que he picado los vegetales para agregarlos a la carne. Está empezando a oler delicioso. 


—¿Que tal el baile?

—La pasé genial.

—¿Fueron Joseph y Canssadra?

—Eh, sí y... —rasco mi nuca, mi voz desaparece. Me avergüenza hablar sobre Andrew.


Mamá no insiste en saber las palabras que iba a decir, sólo está comprobando si le falta sal a la carne y ya ha puesto la olla con el agua en la estufa. Me ordena a revisar su teléfono para confirmar si Daniel le ha escrito. Con mis ojos rodando le digo un no mientras está de espaldas, le desagrada estos gestos.  A veces es tan paranoica si pasan 3 minutos y ella aún no le ha respondido a su amorcito porque se ha despistado. 


—Andrew Wide me llevó al baile, má.

—¿El hijo de Doris? Su mamá y yo hemos hablado varias veces en las reuniones de padres y representantes.

Stupid Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora