Pelea

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Benedict corrió a recogerlo, ya que era el único capaz de ponerse de pie en estos momentos. Lo trajo hasta nosotros y lo abrió con demasiado cuidado, como suele hacer todo, leyó la nota con detenimiento, luego me la dio y siguió revisando nuestro "Regalo", <<1, 7, 12, disfrútenlo>>. Benedict tomó el obsequio en sus manos, era un frasco pequeño, del tamaño de la palma de mi mano, y dentro tenía una masa amarillenta, casi como el puré de papas del capitolio. Lo abrió y se lo llevo a la nariz. Respiro profundamente como si quisiera quedarse con ese olor para siempre.

-Creo que es para curar tú pierna-dijo mirando a Robert- te pondré un poco y esperaremos a mañana- comenzó a untar la pomada en la pierna de Robert, <<para mí que puso demasiada>> pensé, pero el sabrá lo que hace. Rob no hacia ningún gesto, parecía que no sentía nada, ni si quiera los largos dedos de Benedict tocando su pierna.

-Listo. Yo haré guardia, tú necesitas descansar- me guiño el ojo como era su costumbre y se fue al árbol.

No quería dormir con Robert, ya era demasiado con el simple hecho de ver su camisa sin abrochar cuando lo encontramos herido; pero tampoco quería dormir en el suelo y pasar demasiado frío, así que me metí en el saco dándole la espalda a Robert, y a pesar de que la tela de nuestro saco era térmica, sentí un poco de escalofríos. Tarde unos minutos en sentirme lo suficientemente cómoda como para quedarme dormida.


Me encontraba al inicio del bosque, muy cerca de la cornucopia, al parecer los profesionales la habían dejado sola, no había ningún ruido ni si quiera el del aire al tocar las copas de los árboles, desde aquí podía ver toda la comida que habían dejado los vigilantes, montones de mochilas que desde esta distancia no podía descifrar que había dentro de ellas, mire a mi alrededor en busca de Benedict y Robert, al igual que yo estaban a orillas de la cornucopia, unos 10 árboles alejados de mí, no parecían preocupados, como si todo esto estuviera planeado. Ben me sonrió y pareciera que esa fue la señal para salir de nuestro escondite, corrimos hasta la cornucopia, y justo como lo pensé, no había rastros de los profesionales. Nadie dijo nada, y los tres nos sentamos, felices porque ahora todo en la cornucopia era nuestro, de pronto sentí que alguien me jalaba de mi chaqueta y me ponía de pie de un solo golpe, después me daba una patada en la espalda alejándome del centro de la arena. Ben se levantó en unos segundos y se puso a luchar contra él, aún no lograba distinguir su cara pero me parecía conocida su complexión, alto y bastante musculoso quizás otro profesional. No sabía qué hacer, quería huir, alejarme de todo peligro, pero no me perdonaría nunca el dejar aquí a mis amigos. Al parecer Robert tenía la misma pelea mental que yo, pues estaba parado observando la lucha que tenía lugar en la cornucopia, Ben estaba perdiendo, ese chico le doblaba la masa muscular y quizás también era mucho más hábil con las armas. Decidí acercarme y con un empujón aleje al chico que quería dañar a Ben, lo suficiente como para que el cuchillo que iba directo a su abdomen solo le hiciera un pequeño rasguño. Pero no todo salía como yo quería, pues para mi sorpresa Robert lo apuñalo y saludo victoriosamente al otro chico. ¿Eran aliados? ¿Todo fue un plan para atacarnos? ¿Cómo pude fiarme de él? Todas estas preguntas bombardeaban mi cabeza, pero no podía contestarlas porque sólo había una cosa en la que podía pensar, a mis pies estaba Benedict, esa persona que en la arena me había proporcionado seguridad en estos momentos estaba al borde de la muerte, me puse de rodillas y comencé a llorar, sus ojos azules se cerraron y su respiración se detuvo. Me puse de pie y tome mi hacha con fuerza dispuesta a matar, pero era demasiado tarde, un cuchillo se dirigía hacia mi frente.


-¿Estas bien?-La voz de Robert me saco de esa pesadilla, ¿Será que ese sueño me advierte sobre Rob?
-Sí- respondí jadeando- sólo no pude dormir bien- y otra vez comenzaba a mostrar mis sentimientos, algo que pensaba no hacer aquí, en la arena. Me senté, pues la espalda me dolía horriblemente por dormir en el frío suelo, ya que el saco que conseguí en la cornucopia no era suficiente.
-Yo también he tenido pesadillas, todos aquí las tenemos- a veces creo que Robert puede leer la mente con el simple hecho de ver mis ojos y así adentrarse rápidamente en mis tontos pensamientos. -No pasa nada vale?
Baje la cabeza, no quería que Robert siguiera leyendo las estupideces que tenía en la cabeza, aunque en realidad no sabía si era posible que el pudiera entrar en mi mente, su suave mano busco la mía, y con la otra levantó mi cabeza, quedando así sus ojos con los míos, sus ojos eran encantadores a pesar de ser de un color tan común, tenían un brillo especial, como si quisieran decir algo. Él empezó a sonreír, su sonrisa era cautivadora, podría hipnotizar a cualquiera que la viera, incluso yo haría lo que él pidiera en estos momentos, y sus labios, ah! sus labios rojos que resaltaban en su piel blanca eran perfectos y comenzaron a acercarse hasta que se juntaron con los míos, eran demasiado suaves, casi como sus manos o quizás como el pétalo de una rosa, y demasiados cálidos y húmedos a la vez, quizás por la temperatura que había tenido en la noche, no estoy segura si quiero que pare o continúe, pero me hace sentir escalofríos, ahora si estoy decidida en que no quiero que siga, así que lo empujo, pero al parecer alguien también quería alejarlo de mí.


Benedict lo aventó al suelo lejos de mí, oí el rebotar de su cuerpo, Ben se colocó encima de él sujetándolo del cuello de la camisa, parecía dispuesto a golpearlo, se veía demasiado tenso, para mí el tiempo corría lento, Robert intentaba quitárselo de encima pero era obvio que aún seguía débil por la falta de alimento, y entre más esfuerzos hacia este último con mucha más fuerza lo sujetaba Ben, el comenzó acercar su cara con la de Rob y a gritos comenzó a decirle.

-Crees que estamos aquí para tener amoríos?- de verdad sonaba enfadado como si....-Es obvio que no- dejo caer su cabeza tratando de controlar sus impulsos para no hacerle daño- tendremos que matarnos entre nosotros, ¿no lo entiendes?- en cierta parte tenía razón, nuevamente llevo sus manos al cuello de Rob, pero esta vez sin tanta fuerza, pues no tenía ninguna intención de hacerle daño –O es que crees que por ser un "profesional" tienes derecho a hacer lo que se te plazca! – Robert comenzó a reaccionar, aunque parecía pálido, pudo quitarse de encima a Benedict.

-No vuelve a pasar- dijo Robert con mucha tranquilidad, como si la actitud de rabia de Benedict nunca hubiera existido- Tienes razón, en todo, sólo me mandaron aquí a matar- su voz se notaba triste, entrecortada.- Y para eso me han entrenado toda la puta vida!- comenzó a subir el tono de su voz.

-Espero que entiendas el motivo de mi enojo- parecía que Benedict se había arrepentido de su actitud, pero sus ojos seguían siendo fríos, jamás lo delatarían –Que no vuelva a pasar! -se puso de pie y se acercó a mí. -Estas bien?- me dijo mientras me sonreía, como si el pleito nunca hubiera ocurrido
-Sí, yo no....
-Ya, no pasa nada- sonó como si estuviera celoso, pero no entiendo porque, entre él y yo jamás hubo nada especial, sólo una amistad sincera.

Después de los acontecimientos no deseados nos sentamos a comer algo, un poco de pescado, algunas bayas que nos quedaban, unos trozos de manzana, y algunos tragos de agua. A pesar de que algunas veces la comida escasea en la arena, nosotros nos estábamos alimentando muy bien en nuestros primeros días.

Los Juegos De Johanna MasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora