Sin darme cuenta había saltado de aquel árbol para ayudar a los del distrito 11. Acabé con la poca protección que tenía. Sin ni si quiera pensarlo volteé a ver a las ardillas y tal como lo supuse ellas venían hacia mí, el chico del 11 se estaba desangrando y la chica ni si quiera podía mantenerse de pie, pero ahora no podía pensar en esos dos, tenía que hacer algo para protegerme. En cuestión de segundos los mutos estaban a mis pies, me deshice de algunos con un movimiento rápido de mi hacha, y a los restantes los empuje con mi pie para alejarlos de mí. Ben y Rob también habían bajado de su árbol para ayudarme, incluso algunas ardillas desviaron su camino y se fueron contra ellos, pero supongo que con sus cuchillos no podían hacer mucho más que yo. Escuché el sonido de un cañón bastante cerca y me gire para asegurarme de que mis amigos estaban bien, ellos seguían luchando contra los mutos, verlos bien me daba un poco de tranquilidad, aunque era mi culpa que ellos estuvieran en peligro. Sentí un horrible ardor en mi pantorrilla derecha, por mi descuido, una estúpida ardilla se me había subido, di una patada al aire para quitarla de mi cuerpo, y cuando cayó al suelo la mate con mi hacha, al ver esto todos los mutos retrocedieron y se fueron con la misma velocidad con la que llegaron. Supongo que la gente del capitolio no quería vernos morir a manos de esas cosas, o al menos no a mis dos guapos compañeros. El dolor comenzó a aumentar y me venció, caí a los pies del árbol en el que antes me había subido. Me revise la pierna y estaba roja, mucho más que mi mano.
-Estas bien?- dijo Robert con cara de preocupación
-Me duele mucho- dije apretando mi pierna por encima de la herida
-Déjame revisarla Robert- Benedict le lanzó una mirada de furia indicándole que se quitará, la verdad es que esa mirada me encantaba, pero me resulta un tanto extraña su actitud. Benedict no suele hacer ninguna expresión cuando observa algo, sus ojos azules y fríos se mantienen siempre fijos sus finos labios permanecen siempre firmes, es como si jamás le diera tiempo de pensar que cara poner. Pero esta vez su rostro reflejaba pánico, algo estaba mal.
-voy a limpiar un poco, y después te pondré pomada- no quería ni voltear a ver la herida, el agua no ayudo ni un poco, pues ahora me ardía más que al principio, e incluso Benedict me reprimió cuando me queje. Después me puso un poco de pomada que me refresco por unos minutos, pero el ardor regresó en seguida.
-Se pondrá bien, ¿cierto?- los ojos de Robert reflejaban preocupación.
-Espero que la pomada le funcione tanto como a ti- dijo Ben tan seco como siempre, ni si quiera veía a los ojos de Rob cuando se dirigía a él- Puedes caminar Johanna?
-Si- dije mientras me ponía de pie.Caminamos por varios minutos, quizás incluso un hora o más, me resultan un poco difícil tener una noción del tiempo aquí en la arena, el dolor en mi pantorrilla ha disminuido, pero no ha cesado por completo, algunas veces, tuve que apoyarme en Rob para poder seguir caminando.
-Podemos volver a la cueva?- dije en tono de niña pequeña desesperada.
-Claro!, caminemos de vuelta a la cueva- El sarcasmo de Ben me hacía sentir tonta, volver a la cueva era caminar otra hora o más de regreso por el camino en el que veníamos- Encontraremos algo por aquí, ¿De acuerdo?
-Le duele su pierna Benedict-respondió Robert defendiéndome, era muy lindo de su parte que se preocupara por mí.
-Caminemos unos metros más y descansamos- dije poniendo fin a nuestra discusión, no quería tener otra pelea como la de aquella cueva.Continuamos con la caminata unos minutos hasta que encontramos un par de árboles lo suficientemente altos para vigilar mientras los demás descansan. Acomodamos nuestras cosas y bebimos un poco de agua.
-Yo ya he descansado suficiente, ustedes descansen- dijo Robert dirigiéndose al árbol a paso lento.
-Estoy cansado, dormiré- casi no había tenido oportunidad de hablar con Benedict, quizás la presencia de Rob nos incomodaba a ambos, además de que Robert y yo éramos una carga para él, Robert con su herida y yo con mi pierna quemada.-Lo siento- dije con un nudo en la garganta, el volteo a verme con una mirada seria, como si no supiera de que le estaba hablando.-Yo... sólo quería ser una gran aliada y no una carga para ti- dije un poco nerviosa y con el llanto apunto de brotar, siempre pensé que sería fácil parecer una asesina aquí en la arena, pero no era así, ni si quiera estoy cerca de darle miedo a alguien, Benedict seguía sin entender, su rostro no había cambiado para nada- Yo no quería que esas ardillas nos atacaran, los puse en peligro.
-No eres una carga, y lo segundo no importa, estamos bien los tres- me respondió mientras acomodaba el saco para recostarse. Lo observo mientras se acomoda, hasta que él se percata de que mis ojos lo persiguen, me dedica una tímida sonrisa –Si quieres tu duerme aquí, a mí no me molesta dormir en el suelo-me dijo levantándose de nuestro saco.-Tú crees que alguno de nosotros pueda salir de aquí?- Por dentro una duda me mataba, por mi mente pasaba la idea de que todos me creían un tributo débil y que en cualquier momento moriría de la forma más tonta que existiera en esta arena, quizás esa idea pasaba por la cabeza de Benedict, y era la principal razón por la cual me había elegido como su aliada.
-No lo sé- Se acercó lentamente a mí, hasta el punto de ponerme nerviosa, quizás hasta me sonroje y él no lo notó- Es eso lo que tanto te preocupa? Quieres salir viva de aquí?-Sus hermosos ojos azules miraban fijamente a los míos, me resultaba un poco difícil el articular palabras sin tartamudear cuando él me observaba.
-Todos queremos volver, no crees?
-Sí, pero solo uno lo logrará, sé que sonará loco pero uno de nosotros tres lo logrará
-Quiero volver a ver a mi hermana- mi voz comenzó a cortarse, una pequeña lagrima cayó por mi mejilla y una suave mano la recogió con un movimiento sumamente delicado.
-Saldrás de aquí, ya lo verás
-y si no es así?
-Llegarás más lejos que Robert y yo, lo juro- ¿De verdad Benedict sería capaz de no matarme con tal de que yo vuelva a casa?, quizás era una simple mentira para evitar que hiciera un rio de lágrimas, me gustaba la manera en la que le regresaba tranquilidad a mis momentos de colapso mental, me gustaba la manera en la que sonreía espontáneamente y me hacía devolverle una sonrisa igual que la de él, me gustaba su forma tan peculiar de cambiar un escena triste por una feliz, aunque la felicidad es escasa en esta arena. Pero definitivamente lo que no me gustaba era lo que estaba haciendo en estos momentos, sus ojos azules se estaban acercando hacia mi rostro, no quería tener otro momento como el que tuve con Rob, cuándo sus labios estuvieron cerca de los míos yo adorné inconscientemente el momento con un golpe. Ben se volteó, con su mano pálida sobre la mejilla. Lo había golpeado y ahora me sentía mal por ello.
-¿Qué te pasa, Johanna Mason?- Me dijo, por primera vez elevando la voz. Enojado, seguramente, pero no tanto como lo estaba yo- ¡Se supone que no debes matarme todavía!
-Yo... Yo... Yo...- Rompí en sollozos, dejándome caer en sus brazos. Lo abracé, no se qué me pasó. Sus manos no me siguieron la corriente. Él simplemente estaba quieto, frio. No reaccionaba. Levanté la vista, sus ojos claros no se encontraron con los míos. Una ola de decepción me recorrió. Noté que en serio quería que él me abrazara tambien. "Johanna, eres una estupida" debe estar pensando.
-Es que... Yo... -Despegó los labios para hablar, pero no pronunció palabra. Lo miré nuevamente, pero bajé la vista admitiendo mi derrota. Escuchó el himno de panem sonar <<Gracias al cielo>> pienso. Ambos alzamos las miradas para saber quién aparecerá en el cielo esta noche.Aparecen los rostros del chico del distrito 8 y 10, y los dos del 11 a los que vimos morir a causa de los mutos. Todo volvió a ser silencioso, busqué los ojos de Ben sin respuesta alguna. -Lo siento-dije y volví al saco de dormir, y le di la espalda. Sufriendo en silencio, por el segundo destrozo a mi corazón.
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Los Juegos De Johanna Mason
FanfictionSoy Johanna Mason, tengo 16 años, vivo en el distrito 7, sobreviví a los septuagésimos primeros juegos del hambre. La historia de los juegos de Johanna Mason, una chica fría a la que nadie puede hacerle daño ... Pero, ¿en realidad siempre fue así?