La compañía más perfecta

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Cuando estuvimos satisfechos levantamos nuestras cosas, a Robert le funcionó de maravilla la pomada, pues cuando Ben le revisó la pierna, ya sólo tenía un pequeño rasguño del tamaño de uno de mis dedos, cualquiera pensaría que se hizo un raspón con la rama de un árbol.

Decidimos ir al río, para llenar las botellas y conseguir comida, y con un poco de suerte, tomar un baño, pues a pesar del frío que tuvimos durante la noche, en estos momentos hacía un calor insoportable, Iris tenía razón, esta arena tendría un clima sumamente cambiante. Durante nuestro camino, Rob nos platicó sobre su vida en el distrito, la cual era muy distinta a la mía y a la de Ben pero quizás era igual de miserable. Resulta que los padres de Rob eran personas importantes en su distrito, contaban con almacenes de piedras preciosas, tenían suficiente dinero y el jamás pidió teselas, sin embargo era obligado (al igual que todos los niños de su distrito) a asistir a entrenamientos físicos, y si te negabas podían darte un tremendo castigo a ti o a tu familia, así que era mejor no arriesgarse.

En poco tiempo llegamos a nuestro destino y parecía que ningún tributo había encontrado este lago, todo estaba como lo dejamos, algunas ramas quemadas por el suelo, que gracias al calor de éste día se notaban aún más, el agua seguía igual de cristalina y los peces ni si quiera huían por nuestra presencia, aunque para mí que hoy había muchos peces menos. Bebimos tanta agua como pudimos, la verdad es que yo prefiero obsérvalos, los dos son bastante guapos que captan mi atención, pero no sólo a ellos, la naturaleza aquí es hermosa y tranquilizante, quizás uno de los últimos placeres que tengo es observar todo con mucho detenimiento, justo como lo hace Benedict siempre.

Los dos chicos comenzaron a aventar agua, tenían una actitud de niños pequeños.

-Desperdician el agua- dije sólo para molestarlos

-Vamos Johanna, aquí hay demasiada, ¿acaso no la ves?- dijo Robert, y ambos me lanzaron agua con sus dos manos, hice lo mismo que ellos y todo termino en una pelea, en la que obviamente ellos me ganaron por mucho, terminamos empapados, pero este era un momento lleno de felicidad que quería guardar para siempre en mi mente, después de todo y en tan poco tiempo, los tres éramos amigos, justo aquí en el lugar donde menos esperaba tener alguien en quien confiar. Nunca había sido una persona muy sociable, en realidad mis únicos amigos siempre habían sido Milly papá y si acaso Abel, y por desgracia solo fui dos años a la escuela del distrito, después de eso mamá enfermo y tuve que trabajar. Ahora tenía amigos, de verdad, justo en mis últimos días de vida <<Genial>>.

-Tenemos que buscar comida y otro refugio- Robert eliminó de mi mente esos tristes pensamientos- ¿qué proponen?

-Tomemos frutos de los árboles, y si encuentran algo de carne mejor- dijo Benedict observando con detenimiento cada uno de los árboles que había a nuestro alrededor- Johanna tú en ese- me señaló un árbol con frutos amarillentos, no los había visto nunca en mi vida, pero él es experto en esto-Nosotros buscaremos algo más- me dedicó una sonrisa encantadora pero estoy segura que yo puse una cara que transmitía pánico, no quería que ellos se fueran, sí me pasaba algo jamás los volvería a ver, y eso no me agradaba.

-Quita esa cara- me dijo Rob dándome un codazo- no iremos lejos, verdad Benedict?

-Si- dijo en seco y se puso a caminar en dirección contraria a la del árbol en el que yo tenía que subirme. No tarde ni media hora en llenar la lata de frutos, incluso comí algunos, eran dulces pero a la vez un poco amargos, no sabían mal. Mientras ellos venían me puse a jugar con las ramas del árbol y mi hacha, me recordó un poco al trabajo en casa, que a decir verdad, prefería estar trabajando doble jornada que estar aquí en los juegos del hambre.

Escuche ruidos provenientes del otro lado del río, me puse alerta, aunque no me creo capaz de matar a nadie más sin soltarme a llorar. De pronto los vi reírse a lo lejos, no podía existir una escena más perfecta que está, unos ojos tan azules como los del mismo cielo, y los otros con un color parecido al bosque, ambos con una sonrisa tan brillante como la del sol que había este día, su cabello mojado caía en la blanca frente de ambos, sin ninguna duda, me encontraba con la compañía más perfecta, Ben y Rob. No existía nada más a su alrededor, sólo ellos y sus perfectas sonrisas, ¿De que hablarán que los pone tan felices?, seguro que todas las mujeres del capitolio deben estar felices por ver a los dos mejores tributos juntos.

Algo movió las ramas del árbol, quizás el viento o algún animal, y si era esto último no podía dejar pasar la oportunidad de tener proteínas para nuestra siguiente comida, así que tome mi hacha y busque al causante del ruido, hasta que lo vi, una pequeña ardilla inofensiva a la vista, común y corriente, aunque de un color café, no como el de los arboles si no un poco más dorado pero sin destellar. Comenzaba a acercarse a mí lentamente, así que le di un golpe en la cabeza con mi hacha y vi a la pequeña ardilla caer del árbol. Baje lentamente para recoger nuestra cena y darles la buena noticia acerca de la comida. El pequeño animal tenía los ojos abiertos y por un momento se me estremeció la piel al verlo, no me había percatado de que sus ojos eran enormes y completamente negros, gire la cabeza para asegurarme que Ben y Rob ya estaban cerca del río y me ayudaran a cocinar nuestra carne. Ellos estaban recogiendo todas nuestras provisiones, al parecer encontraron bastantes frutos, pues las mochilas se veían más gordas que cuando llegamos aquí. Me puse de cuclillas para tomar a la ardilla y cuando mis manos tocaron las patas del animal sentí un dolor agudo en la palma de mi mano, la miré y estaba tan roja como la madera ardiente. No podía soportar el dolor y solté un grito.

-Johanna que pasa?- Ben se acercó a mí de inmediato, pero algo lo hizo detenerse a la mitad del camino y comenzó a caminar lentamente- Johanna tenemos que irnos- Algo estaba pasando y yo no sabía que era. Hice lo mismo que él, me levante lento. Le di la mano a Ben, aunque aún seguía sintiendo una punzada de dolor.

-Corre Johanna, son mutos!- y entonces los vi, las ardillas eran mutos, por eso tenían los ojos totalmente negros y eran de un color diferente a las ardillas normales. Benedict y yo corrimos hasta el río tomados de la mano.

-Tomen las cosas rápido- indico Ben, yo ya había perdido mi lata con bayas en el árbol, y en mi única mano sana tenía mi hacha. Así que Rob tomó una mochila y la otra la llevo Ben sin soltarme en ningún momento.

Rodeamos el río, pues de atravesarlo las ardillas nos hubieran alcanzado, los mutos eran demasiado rápidos, sentí algunas roses en mi pantalón que seguro fueron de las ardillas, Rob se estaba quedando atrás, le di un jalón a Ben del brazo para que se diera cuenta de que teníamos que ayudarlo. No podíamos detenernos así que lo único él hizo fue darle la mano a Robert y ayudarnos a los dos a correr.

Después de huir por varios minutos mis piernas ya no me respondían como al principio, así que sin pensarlo me solté de Benedict y subí en el primer árbol al que pude. Ellos hicieron lo mismo que yo y comenzaron a trepar un árbol mas adelante del mío. Gracias al cielo las ardillas decidieron buscar una presa más a la derecha de dónde nos encontrábamos. Inmediatamente me giré para saber cuál era la nueva víctima de estos mutos. Y para mi sorpresa eran los chicos del 11, muy amigos según vi en los entrenamientos y el aereodeslizador. Quise gritarles que huyeran, pero ya era demasiado tarde, las ardillas estaban encima de ellos, sus gritos me desgarraban el pecho, no podía ni imaginarme el dolor que sentían, tenía que hacer algo por ellos, esas ardillas les estaban quemando todo el cuerpo como lo hicieron con mi mano.

-Johanna noooooo!

Los Juegos De Johanna MasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora