Decisiones

164 18 2
                                        

No paso mucho tiempo hasta que pude sentir la suave y fría brisa otoñal acariciando mi rostro con delicadeza. Sentí cierta calidez a mi alrededor y mis ojos no demoraron en abrirse. Pronto me encontré con unos ambarinos ojos sobre mi. Me hallaba entre los fuertes brazos de cierto pelirrojo que impidió mi caída hace ya algunos momentos.

Cuando mi visión se volvió nítida pude constatar que nos encontrábamos en un banco del parque que estaba enfrente de la universidad. Mire a mi alrededor un poco asustado y cuando me volví a topar con esos ojos espere lo peor. Espere que me golpeara o algo, pero su reacción fue completamente contraria a lo que me esperaba. Sus brazos se enrollaron al rededor de mi cuerpo y me apretaron con fuerza como si trataran de retenerme antes de huir.

–Lo siento. Perdóname, por favor – su voz suplicante se oyó mientras sumergía su rostro en mi cuello.

Mis ojos se abrieron como platos. No esperaba eso, ni mucho menos. Después de hacerle decir entre su novia y yo, después de haber sido una mierda de amigo, era él el que se disculpaba. Por primera vez pude ver luz en mi oscuro camino, sabia que él estaría ahí para siempre, aunque no fuera mío.

–Te quiero – solté al fin.

Él me miro confuso mientras me soltaba de su agarre, dejándome la libertad para incorporarme y poder enfrentarlo de mejor manera.

–En serio has bebido demasiado – dijo con una sonrisa mientras se levantaba del banco y revolvía un poco más mi pelo.

Yo hice lo mismo pero con algo de dificultad, aunque recibir de nuevo su ayuda. Ya era una costumbre suya, pero me agradaba. Al poco tiempo de estabilizarme recibí un mensaje.

Era de Monet, decía que se quedaría en casa de Nami esta noche, por lo tanto que no la esperase. Mis ojos volvieron a posarse rápidamente sobre la persona que se hallaba a mi lado. Esta estaba mirando hacia la puerta de la universidad, como si estuviese esperando algo o alguien. Fruncí mi ceño en señal de desaprobación, pero pronto suavice mi expresión, sabia que no debía hacer otro berrinche.

–Ven a casa conmigo – suplique mientras tiraba de su chaqueta. Él se giro hasta poder quedar frente de mi y soltar un leve suspiro.

Poco a poco habíamos empezado a andar. Me tambaleaba tanto que decidió pasar una mano por mi cintura y sujetarme bien fuerte hasta que pudiéramos llegar a nuestra destino. Una vez subimos y estuvimos delante de mi apartamento, el sueño comenzó a apoderarse de nuevo de mi cuerpo, pero no caí, él estaba conmigo y me sostuvo.

–Trafalgar, las llaves – demando, pero me sentía un poco débil que ni responderle pude. Rápidamente empezó a rebuscar en todos los bolsillos que tenia, hasta que por fin encontró lo que buscaba. A duras penas pudo abrir la puerta y una vez dentro pude cerrarla tras de mi. Cuando pude darme cuenta él ya no estaba a mi lado, por mucho que lo busque con la mirada por el departamento no lo encontré.

Me limite a ir al baño para lavarme la cara y quitarme la molesta ropa. En la misma habitación pude encontrar una camiseta me había regalado el doctor Caesar antes de irme, la verdad es que ese hombre paso conmigo una gran parte de tiempo, hasta trato de hacer experimentos con mi cuerpo mientras dormía, pero seguía sin saber mi talla, por lo que la camiseta era cinco veces más grande de lo que debería ser. Se podía apreciar la palabra "Smile" en letras fucsia sobre la tela lila azulada, como no la pensaba utilizar para nada en particular decidí dormir con ella.

Rápidamente me adentre en mi habitación y pude encontrarme con el pelirrojo que minutos antes había desaparecido. Se encontraba sentado al borde de la cama, con la mitad de su traje fuera. Note como su mirada se posaba sobre mi, sus ojos delineaban cada parte de piel que sobresalía de la gran camiseta que llevaba, esta era demasiado grande, tanto que dejaba a la vista mis hombros y llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas, por lo cual no me puse un pantalón.

Soundless VoiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora