Peligro

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La reconciliación con Monet fue un poco dura, también tardo lo suyo. Medio mes había pasado hasta que por fin me dejo tocarla, abrazarla... quererla. Y un mes más había pasado entre días felices, no sólo con mis amigos, también con La Alianza. Era duro decir que todos ellos se habían vuelto mi familia.

Y aunque Monet no dejará que le ocultará nada, ella si lo hacia, más no por no confiar en mi, si no para protegerme. Seguía trabajando para Doflamingo, pero nunca me llevo con ellos de nuevo. Por lo que había oído, había hecho un trato con ellos y me dejarían en paz. Ser protegido por una mujer es algo que a ningún hombre le gusta, uno se siente más débil.

Esta mañana de sábado mi hermosa peliverde estaba libre la mitad del día, por lo cual no tuvimos que despertarnos muy temprano. Ella se hallaba en la pequeña mesa de cristal decorada con un bol -del mismo material- lleno de frutas y dos sillas, una enfrente de otra, de color blanco hueso, que se ubicaba en la cocina. Una taza de color verde fosforescente colgaba de su mano izquierda, mientras que con la otra pasaba las hojas de un expediente guardado en una carpeta de color rojo sangre bastante desgastada. Me serví un café y me acerque a ella a paso tranquilo, para luego besar suavemente su mejilla y curiosear entre esas hojas, pero cerró rápidamente la carpeta.

-No es bueno cotillear en las pertenencias de los demás - dijo mientras cerraba sus ojos y sonreía levemente.

-No lo hago.

-¡Sí lo haces! Sabes que son pacientes del hospital y no puedo revelar...

-Lo sé. Te recuerdo que fui tu jefe durante unos años - la interrumpí y bese brevemente sus labios.

Un leve tono carmín apareció en sus mejillas y de un respingón se puso de pié. Reí ante su reacción tan adorable, pero ella no lo tomo tan bien y salió de la cocina dándome un pequeño empujón. La seguí hasta la habitación, donde me quede de pié en el umbral aun con taza en mano. Observé cada uno de sus movimientos con atención, pero lo único que hizo fue levantar su mirada y sonreírme.

Sus dulces actos me volvían feliz. Por fin podía decir que sentía algo más que solo dolor en el interior.

-Tengo que irme al hospital. Falta algo de tiempo para que empiece mi turno pero tengo que ir a controlar el embarazo de una paciente.

Se acercó a mi y con un dulce beso se despido.

Decidí gastar el resto de mi mañana con un libro de medicina. Las primeras páginas pasaron con algo de lentitud pero pronto había leído más de la mitad. La única razón por la que despegue mis ojos de aquellas páginas fue que un peludo amigo había empezado a revolotear por el salón con el fin de que lo sacará a pasear. Me levante con pesadez y tome las cosas necesarias. Me puse mi abrigo de color ocre oscuro y la bufanda gris que Chopper me había regalado en agradecimiento por ayudarlo a estudiar.

Salimos de casa y el las calles se me hicieron eternas, pero pronto recibí una llamada de un número desconocido, en un principio dude, cabía la posibilidad de que fuera él, pero al mismo tiempo no. Al final contesté.

-¿Law? - pregunto una voz femenina que no distinguí - ¿Hola? - la voz volvió a hacerse presente dado que no había soltado ni un suspiro.

-¿Qué te sucede Jewelry-ya? - respondí secamente.

-Bien eres tú, que alivio. ¿Como podría empezar? Quisiera disculparme por lo que paso hace casi dos meses. Me comporte como una completa idiota, no pensé en ti y tus sentimientos, sólo pensé en las necesidades que tenía. Así que de todo corazón te pido que me disculpes.

Hubo un largo silencio entre los dos después de esa frase. Y como para no haberlo. Después de casi amenazarme de muerte y decirme de todo, se disculpaba. Lo peor es que no tenía el valor de decírmelo a la cara.

Soundless VoiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora