Miel sobre hojuelas

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Las cosas habían mejorado desde que habíamos hablado, estábamos de vuelta en la rutina que tanto disfrutaba; las llegadas temprano, los almuerzos a su lado, las desveladas y lo que más me encantaba eran los besos ocasionales durante el trabajo a solas, las sonrisas discretas cuando nuestras miradas se cruzaban, rozar sus manos disimuladamente cuando estaba cerca de ella, las pequeñas notas en sus vasos de té; todos esos pequeños detalles que habían cambiado me tenían mas que feliz.

La única que sabía de lo nuestro era Fernanda que al parecer era más intuitiva y observadora de lo que aparentaba. No había querido contarles a Tony y Rodrigo, me daba miedo decirles y que ellos comenzaran a hacerlo obvio con risas o miradas y que a raíz de eso Elena se diera cuenta y terminara todo, Fernanda por su lado era mas discreta.

Había pasado todo un mes desde el inicio de nuestra extraña relación así que teníamos una especie de festejo, algo para estar solo ella y yo un rato, hacer algo diferente y romántico tal vez. Además, Elena había logrado firmar un nuevo contrato con un poco de mi ayuda.

Salimos a cenar formalmente por primera vez, teníamos reservaciones en un restaurante italiano a las afueras de la ciudad, lo creímos conveniente para tener un poco de discreción y privacidad.

Me puse un vestido negro, corto y con encaje por toda la espalda que me quedaba lo suficientemente ajustado para tratar de impresionarla. Me sentía nerviosa al respecto, habíamos quedado de vernos a las nueve de la noche en el estudio y quería que al verme no le quedara si quiera aliento para decirme lo bien que me veía. Mi plan funcionó completamente al revés, al verla en su vestido azul rey por encima de la rodilla, cinturón negro y cuello redondo que me permitía ver su respiración igual de nerviosa que la mía, mas que robarme el aliento, me detuvo el corazón por un segundo.

Después de admirarla por algún tiempo nos fuimos a cenar.

El ultimo mes que habíamos estado juntas lo estaba disfrutando demasiado, me sentía bien, me gustaba todo de ella, me gustaba la relación que llevábamos, era como una buena amistad, algo más que que eso, no sabía cómo describirlo, era perfecto, la edad no parecía importar, incluso hacíamos bromas al respecto, la jerarquía tampoco parecía ser un problema, con ella nada era un problema.

Ella me decía que también se sentía bien a mi lado, que se sentía mas viva, que la hacía fijarse nuevas metas, disfrutar mas de los pequeños detalles, que le contagiaba mi espíritu aventurero, esas ganas que tenía por conocer el mundo. Yo por mi lado amaba su determinación, su pasión, su vida, sus ideales, era una mujer que te hacía crecer por el simple hecho de estar a su lado, con ella era cierto eso de aprender algo nuevo todos los días, su conocimiento parecía infinito.

Nuestra cena estaba más que perfecta, el lugar era tranquilo, la luz tenue, velas en botellas de vino y música de fondo.

–Felicidades por el contrato –levanté mi copa de vino –un logro mas en tu lista.

–Nuestra lista –brindó conmigo regalándome una amplia sonrisa.

En eso dos personas se acercaron a nuestra mesa, parecía un matrimonio mas o menos de la edad de Elena.

–Buenas noches Elena –saludó la mujer que se había acercado.

–Buenas noches Carolina –respondió con sorpresa al verla.

–Mi esposo Francisco –presentó –Elena es la fotógrafa con quien trabajamos hace unos meses –explicó dirigiéndose hacia el.

–Mucho gusto –saludó de mano. –Ella es... Sohar –dudó por un segundo –trabaja conmigo en el estudio.

El matrimonio puso cara de sospecha al ver la duda de Elena al presentarme y el ambiente romántico del restaurante y nuestra velada tampoco ayudaba mucho.

–Mucho gusto –interrumpí sus pensamientos acertados.

Ellos se quedaron parados al pie de la mesa sin decir nada.

–¿Gustan acompañarnos? –los invité –apenas ordenamos.

–No, gracias –se negó casi de golpe la mujer –tenemos que irnos.

–Creí que iban llegando –observó Elena –¿No pensaban cenar?

–Si, solo que surgió un imprevisto en la oficina de Francisco.

–Si, un imprevisto –afirmó su esposo –pero gracias por invitación.

Ambos se retiraron incomodos. Yo me sentía apenada por haber puesto a Elena en esa situación. En cuanto cruzamos miradas ella sonrió de manera natural haciéndome sonreír a mi también, se acercó a mi y me besó en la comisura de los labios.

Definitivamente teníamos que hablar de nuestro titulo y de cómo lo manejaríamos ante los demás, porque a pesar de lo bien que se sentía, era muy pronto para tener una relación publica, aun no sabíamos cómo funcionaría.

Esa noche solo fue un poco incomodo al inicio, después de que sus conocidos se fueron, pero no tomó mucho tiempo para que volviéramos a la normalidad y siguiéramos con nuestra maravillosa velada.

Después de esa noche, las salidas se hicieron frecuentes. Por lo general íbamos a lugares pequeños y poco conocidos o incluso salíamos fuera de la ciudad de vez en cuando, a los lugares poco poblados de los alrededores.

A la hora del almuerzo, en ocasiones, nos escabulliamos a su casa para tener un momento a solas, en otras ocasiones salíamos a comer cerca de ahí, a cafeterías y bares que nos gustaban. Al principio ella se resistió a comer la misma chatarra que yo, pero después de un tiempo comenzó a disfrutar de la comida grasosa tanto como yo lo hacía, con la advertencia de que si su ropa dejaba de quedarle nos pondríamos a dieta las dos.

Era muy notorio que pasábamos la mayor parte del tiempo juntas, comenzaba a verse obvio que nuestra relación iba mas allá de lo profesional.

–¿Podría decirles a Rodrigo y Tony? –pregunté un día en un momento de valentía. –Y tal vez confirmarle a Fernanda lo que ya sospecha.

–¿Estás segura de que quieres hacer eso? –se abrió a la posibilidad.

–Nos ven todos los días juntas ¿No crees que sospechen algo?

–Si tu confías en ellos, yo también.

–¿De verdad? –me sorprendía la libertad que me estaba dando al respecto. –Confío en ellos.

–Diles entonces.

-Creo que deberíamos alcoholizarnos para esa conversación –analicé –¿Quieres acompañarnos? Son ebrios muy divertidos.

–Me parece que deberías ir sola, hablen a gusto y cuéntales lo que les tengas que contar.

–¿Está bien si quedo con ellos mañana? ¿O te parece muy pronto?

–¿Muy pronto entre tu y yo? Pues ya son tres meses, entiendo que quieras decirles después de este tiempo, solo entiende que también espero su discreción.

–Si, entiendo ¿Mañana está bien entonces, que les diga?

–Si, por mi está bien.

Te tomaré una fotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora