Una vida compartida

646 36 0
                                    

Vivir juntas era como aventar una moneda al aire, podía dar como resultado que nuestro amor se fortaleciera y creciéramos como pareja o por el contrario, que nuestras diferencias se hicieran obvias y nos llevara más rápido a un inminente final.

Mientras empacaba me di cuenta de que me tendría que deshacer de la mitad de mis cosas como mínimo, pero la verdad era que no solía aferrarme demasiado a lo material así que este no fue un problema, terminé por venderlas y aproveché el dinero para mandarle un poco a mi familia y el resto colocarlo en una pequeña cajita donde solía guardar dinero, ahora esa cajita estaría en la habitación que compartiría con Elena, compartiríamos todo lo que hubiera que compartir, incluso esa cajita que contenía parte de mis ahorros, ahora serían nuestros ahorros y nuestra cajita. La idea me emocionaba y me aterraba al mismo tiempo.

Alrededor de una semana después, ya con todo empacado, decidimos remodelar un poco, Elena propuso pintar las paredes de un color que nos agradara a ambas. Cambiamos algunos de los muebles, acomodamos algunas cosas diferentes, Elena me dejó un guardarropa completamente para mi y compró un cepillo de dientes que inmediatamente coloqué en nuestro baño. Al final, para darle el ultimo toque, colgamos fotografías nuestras en la pared de las escaleras. Estábamos listas para iniciar esta etapa de lleno.

Esa noche, nos dimos un beso y satisfechas de nuestro logro, nos fuimos a dormir.

Era la mejor decisión que habíamos tomado, cada mañana la besaba para darle los buenos días, le preparaba un café en lo que ella se daba un baño, a veces me escabullía en la regadera para acompañarla; le dejaba notas por toda la casa para recordarle lo infinito de mi amor por ella y hasta había empezado a dejar pequeñas notas en las partes favoritas de mis libros y los suyos ya que ella los hojeaba de vez en cuando. Me sentía en el paraíso.

Nuestra rutina de trabajo había cambiado un poco, había contratado a un nuevo asistente así que ahora yo solo le respondía a Elena, ya no tenía que atender a las personas externas al estudio, solo a ella, me había convertido en algo así como su mano derecha. Me encantaba cada que me daba una orden porque al final siempre me guiñaba discretamente el ojo para no parecer demasiado estricta. Mis piernas se volvían de gelatina cada que lo hacía. También nos íbamos a casa más temprano que antes, alguna vez me confesó que antes se ocupaba en el trabajo porque no había nada esperándola en casa pero ahora ninguna de las dos podíamos esperar para poder estar cerca. A pesar de trabajar juntas todo el día y que la mayoría de mis amigos sabían que estábamos juntas, acordamos mantener el profesionalismo, así que solo hasta llegar a casa era cuando podía dejarme caer en sus brazos y besar sin parar esos labios rosas que tanto me gustaban.

–¿Elena? –llamé en voz baja –¿Estás despierta?

–Un poco –intentó disimular que realmente no tenía ni los ojos abiertos.

–Dime.

–Este fin de semana quiero ir a ver a mi familia –comenté apenada.

–Que bien –se entusiasmó sincera –seguro que ya te han de extrañar, hace mucho que no vas.

–¿Te gustaría acompañarme? –pregunté casi en un suspiro.

–Me encantaría, pero este fin de semana tengo que terminar la presentación para la revista de sociales ¿recuerdas? –esta vez hablo claramente.

–Cierto –lo había olvidado –lo siento, te ayudo con eso, puedo ir otro día.

–No, no te preocupes, ya son pocos detalles nada más.

–Pero quería que me acompañaras a conocerlos –admití.

–Qué te parece si este fin de semana vas tu –sugirió aun pensando –y el próximo fin de semana vamos las dos, para que tengan oportunidad de hablar a solas sobre nuestra situación.

–Saben que vivo contigo –puntualicé en intento de que me permitiera esperar a que pudiéramos ir juntas.

–¿Pero saben quien soy? Que soy tu jefa, que te doblo la edad –se incorporó un poco.

–Saben que eres mayor –respondí en voz queda.

–¿Saben exactamente cuantos años tengo?

–No –di por perdida esa pelea.

–Si voy a acompañarte, solo no estoy lista para ver sus caras de sorpresa si me llevas a ciegas. Habla con ellos, diles quien soy y todo lo que quieran saber de mi y si ellos gustan, entonces regresamos el próximo fin de semana juntas.

–Está bien, gracias –besé su mejilla.

–Buenas noches Soso.

----------------------------------------------

Me la pasé increíble el fin de semana, extrañaba mucho a mi familia e incluso pude visitar a algunos amigos de la ciudad para ponernos al día. Cuando llegó la hora de hablar con mis padres acerca de mi actual relación se mostraron un poco confundidos, no sabían qué podrían hacer juntas un par de personas pasando por una etapa completamente diferente en su vida, decían que ella podía retrasarme mucho, que yo aun no parecía saber lo que quería de mi vida, que no me había fijado bien mi camino y que seguramente ella ya lo que quería era disfrutar en la comodidad de sus logros. Y tal vez tenían razón, pero la manera de ser de ambas nos ayudaba a ir encontrando poco a poco algo más allá de una meta en la vida, nos ayudaba salir de esa zona, a no conformarnos con lo que se suponía que debíamos hacer o querer, y para mi, eso era algo incluso mejor. Al final mis padres entendieron, ellos siempre habían sido muy comprensivos y me habían apoyado incluso en mis momentos menos cuerdos, así que en esta ocasión no fue tan difícil, decían que a pesar de lo inusual de las circunstancias, se me veía feliz y eso era todo lo que ellos querían. Estaban listos para recibir a Elena el próximo fin de semana de ser posible para ella.

De regreso a casa, pasé a comprar un poco de comida, una botella de vino blanco y un ramo de alcatraces para darle la buena noticia a Elena. Cuando llegué ella no estaba ahí así que solo le envié un mensaje de texto para que cuando estuviera desocupada me alcanzara en casa. Mientras, yo me daría un baño relajante en la tina.

Escuché sus pasos subir las escaleras cuando llegó. –¿Elena? –quise estar segura. –¿Eres tu?

–¡Si! –respondió de inmediato ya casi llegando a la habitación.

Sonreí ampliamente en cuanto cruzó la puerta del baño y me incorporé dejando ver mi pecho desnudo para provocarla un poco. Ella no cayó ante mi trampa pero de cualquier manera sonrió al descubrir lo que intentaba hacer.

–¿Cómo te fue –preguntó al mismo tiempo que me saludaba con un beso.

–Bien, todo salió excelente.

–Me alegro.

–¿Tu presentación está lista? ¿Necesitas ayuda con algo?

–No, gracias, solo quiero recostarme un rato y más tarde cenamos ¿está bien?

–Claro, solo me enjuago y te acompaño –dije levantándome de inmediato.

–Está bien, te espero en la cama.

Una vez limpia y seca solo me envolví en una toalla y me recosté a su lado abrazándola por la espalda, ella ya estaba dormitando pero aun así acopló su cuerpo al mío y suspiró descansada.

Mas tarde ambas nos levantamos para disfrutar de nuestra cena y nuestra botella de vino. Al terminar volvimos a la cama y caímos profundamente dormidas.

Te tomaré una fotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora