Te tomaré una foto

Las cartas sobre la mesa

Elena me había enseñado un montón de cosas en los últimos meses. Desde el primer momento que crucé palabra con ella había comenzado a absorber todo lo que pudiera. Sentí que era mi turno de mostrarle de lleno mi mundo, lo que hacía cuando no estaba con ella, que viera esa parte de mí que tal vez había tratado de ocultar por miedo a parecer demasiado simple o inmadura ante sus ojos.

Llegó tan puntual como siempre, me encantaba eso de ella, prefería un millón de veces arreglarse con horas de anticipación a llegar tarde, cosa que yo agradecía infinitamente. Realmente no necesitaba arreglarse, era hermosa al natural pero de igual manera le gustaba hacerlo.

Abrí la puerta y la invité a pasar.

Mi departamento se veía lo más limpio y ordenado que había podido, y sobre la mesa nos esperaba una pizza con extra peperoni y orilla rellena de queso, y en el refrigerador tenía enfriando unas cuantas cervezas.

–¿Esta es tu idea de una cena romántica? –comentó en cuanto cruzó la puerta saludándome con un beso.

–Digamos que mi tipo de romanticismo es poco convencional –sonreí.

–Me gusta eso de ti –provocó que me sonrojara.

Nos sentamos a cenar y conversar un rato disfrutando de la tranquilidad y cotidianidad del momento. Una vez terminando de cenar saqué un mazo de baraja de un cajón de la cocina.

–¿Sueles tener eso ahí siempre? –inquirió curiosa esperando que mi respuesta fuera un no.

–Claro –respondí con simpleza. –Siempre es bueno tener juegos de borrachos a la mano, así puedo sacar algo para entretenerme en cuanto me levante por una cerveza.

Ella seguía mirándome extrañada, con una expresión que reflejaba desconcierto, tratando de descifrar si estaba bromeando o lo decía en serio. Su expresión cambió cuando abrí por completo el cajón y le mostré el contenido: otra baraja, pelotas pequeñas, dardos, una ruleta de shots y dados. Ella solo sonrió divertida.

–¿Sabes jugar póquer?

–¿Abierto o cerrado? –respondió ella sorprendiéndome.

–Voy a tomar eso como un "si".

Ella soltó una carcajada pura sorprendiéndome aun mas.

–Realmente no tengo idea de cómo jugar o la diferencia entre uno y otro –confesó con un poco de pena pero divertida –es solo algo que vi en una película hace muchos años.

Reí con ella mientras barajaba y repartía. –Lo más importante es saber mentir –comencé a explicar como si yo fuera una experta –pero si te vas a reír como ahorita en cada jugada no creo que sea bueno que aumentes mucho tus apuestas.

Elena estaba tan atenta como un niño a quien le estaban enseñando a anudar su corbata. Era muy tierna de esa manera, tenía mirada de concentración con el ceño un poco fruncido, los labios entre abiertos y la mente cien por ciento enfocada.

La verdad era que Elena aprendía bastante rápido y el bluf se le daba mas de lo que hubiera imaginado.

–¿Y por qué estoy aprendiendo a jugar?

–Por si un día aceptas jugar una partida con mis amigos –confesé.

–Ya veo –meditó un segundo. –¿Son buenos?

–Al principio si, después se interesan mas en el alcohol que en el juego.

–¿Y me enseñas por si acaso? ¿O ya tienen fecha para su próxima reunión?

–¿Nada se te escapa cierto? –le guiñé un ojo –¿Te gustaría?

–Se siente como que es importante para ti que conozca a tus amigos.

–Eres la persona con quien estoy compartiendo mi vida, quiero incluirte en todos los aspectos.

–¿Los embriagarías antes de que llegue yo?

–Claro, no es una tarea muy difícil –la besé en la mejilla.

Pasamos horas jugando cartas hasta que la alumna superó a la maestra. Me gustaba verla así, emocionada, divertida, fuera de su zona de confort, sin miedo, sin querer ser perfecta, simplemente siendo ella en todo su esplendor.

Escucharla reírse de algo tan insignificante como un juego de cartas, o la sonrisa enorme que se le dibujó en el rostro cuando me ganó por primera vez, la manera en que comenzó a guiñarme el ojo coqueteándome para distraerme; todas esas cosas me hacían querer pasar mi vida con ella, estaba enamorada, perdidamente enamorada de ella.