Ella es el jefe

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Un mes ya trabajando en V&E y sigo sin hacer contacto directo con mi jefa, no es posible que tenga un mes trabajando para ella y no me haya hecho notar. Hoy es el día, hoy cumplo exactamente un mes, es tiempo prudente para acercarme, según creo. Me puse mi blusa blanca de la suerte, un blazer negro que hace juego, los jeans más nuevos que tengo en mi armario y mis botas. Arreglé un poco mi cabello, solo lo suficiente para que las ondas naturales se marquen ligeramente, me puse un poco de delineador, sombras, rímel y salí corriendo a comprar un café, o pensándolo bien, mejor dos.

Llegando a la cafetería me percaté de que no tenía idea si tomaba o no café, solo la había visto tomar té así que le pedí al encargado que me lo cambiara por el té que a él le pareciera el más rico, le expliqué que era para mí jefa y el me aseguró que le encantaría. Yo me quedé con mi pedido original, no sería capaz de cambiar mi moka por nada del mundo. De paso compré un muffin para Tony y Rodrigo y una barra de granola para Fernanda.

Cuando llegué aun no era tiempo de preparar todo pero de igual manera dejé mis compras en la mesa del comedor y me puse en marcha con mis rutinas matutinas. Tal vez era mi nervio el que me estaba obligando a mantenerme en movimiento. Antes de si quiera notarlo el estudio ya está lleno de personas, al parecer sería un día de mucho trabajo así que manos a la obra.

Elena siempre entraba sigilosamente, o al menos yo nunca me percataba de su llegada lo cual era extraño ya que solía estar al pendiente de ella. Me gustaba mucho verla trabajar, me gustaba ver el amor que le tenía a su profesión, parecía ser su vida. Hoy mi mirada permanecía en la entrada del estudio esperando verla entrar. Llevaba una blusa de botones color negra y un blazer color gris que le quedaba muy bien, a mi punto de vista. En cuanto la vi, sentí cómo el nervio volvió a invadirme. Sentí las piernas débiles y el pulso acelerado pero era ahora o nunca. Caminé hacia ella hasta que la tuve en frente. Me miró con su rostro amable pero frívolo.

—Buenos días –me saludó con media sonrisa y una voz ligeramente grave que empeoró absolutamente toda mi situación de nerviosismo. Parecía una voz misteriosa, cautivadora, como aterciopelada.

—Buenos días –respondí casi inaudible –me llamo Sohar, tengo un mes trabajando para usted.

—Se quién eres –me interrumpió

Yo no pude evitar sonreír de vergüenza. Claro que conoce a sus trabajadores, se nota que es dedicada a su trabajo y que le gusta tener el control del estudio, tenía que conocer al menos un poco a sus empleados.

Quería decir algo gracioso o al menos poder gesticular pero mis labios parecían paralizados. Su mirada era muy fuerte, penetrante e intimidante.

Aceptando mi fracaso solo extendí la mano para entregarle el té que había comprado para ella, me disculpé por mi impertinencia y me fui.

Si alguien se hubiera acercado así a mí y me hubiera dado algo de beber la verdad es que yo lo hubiera tirado a la basura por miedo a que quisiera envenenarme. Afortunadamente no cruzó ese pensamiento por su mente o fue demasiado educada como para hacerlo y pude percibir una mueca de gusto cuando le dio el primer sorbo.

El día continuó tan rutinario como era posible estando en el estudio.

Al momento de terminar la primera sesión opté por saltarme el almuerzo y sentarme lo más cerca que pudiera de los paneles donde Elena y su mano derecha elegían las mejores tomas. Quería absorber todo lo que fuera posible de lo que decían, sus opiniones, el por qué elegían una toma en especial o por qué desechaban otras.

La intención de quedarme ahí era solo escuchar, pasar completamente desapercibida pero en algún punto mi sentido de tiempo y espacio se desconectó y las ideas pasaron directamente de mi cerebro hacia mi boca y lo peor era que tampoco parecía estar conectado mi modulador de voz ya que mi comentario salió alto y claro.

–Me gusta más la toma de la orilla izquierda, se ve más natural –dije con solo una bocanada de aire y después me quedé en silencio e inmóvil.

Elena y sus dos compañeros voltearon de inmediato con cara de pocos amigos, como era de esperarse, yo no tenía ni voz ni voto ahí, ni siquiera tenía por qué estar escuchando.

–¿Te parece natural? –preguntó Elena.

Yo, aun atónita, tomé valor de lo más profundo de mi ser para poder responderle –si, en esa toma la luz la hizo bajar un poco la mirada y le da un aire de timidez pero al mismo tiempo de misterio y sensualidad.

Elena solo se rio entre dientes. –La nueva tiene buen ojo aunque un poco crudo aun –cerró un momento lo ojos –Sohar –corrigió.

Volvieron a su trabajo como si yo no estuviera ahí y yo no tuve el valor de levantarme de mi silla y llamar aún más la atención. Esperaría ahí hasta que todos se fueran y entonces yo pudiera retirarme sin miradas sobre mí.

Te tomaré una fotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora