Sobre un lecho de rosas

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Las cosas estaban marchando de maravilla en todos los sentidos. Elena seguía haciéndose de clientes importantes, yo seguía aprendiendo de ella, me sentía bien en el trabajo, estaba bien con mis amigos, habíamos recuperado las salidas y platicas desde que les conté acerca de mi relación y ella hasta había aceptado salir con nosotros próximamente aunque fuera solo un rato para familiarizarse con mi estilo de vida.

En cuanto a nuestra relación, todo marchaba viento en popa –en la vida había navegado pero imagino que esa era justo la sensación –el poder relajarse y disfrutar de la vista mientras el viento sopla a tu favor. Al final de cuentas, Elena era la mejor vista que había tenido y la visión de ella a mi lado aun me parecía un espejismo, un oasis después de haber vagado en el desierto por un largo tiempo.

Habían pasado ya siete meses desde nuestro primer beso. Estábamos felices juntas, me sentía perdidamente enamorada de ella, me encantaba cada centímetro, cada gesto, la manera en que se enojaba, incluso cuando su enojo iba contra mi. Su carácter era fuerte, recio y además tenía una bondad enorme e ideales bien plantados, me parecía la combinación perfecta.

Dentro de todo lo bueno que estaba pasando, teníamos toneladas de trabajo, tanto que Elena estaba considerando contratar a otro fotógrafo para que le ayudara, eso ya era decir bastante. Era muy cerrada en cuanto a la ayuda que pedía o requería, pero la carga de trabajo nos estaba consumiendo y no nos podíamos dar el lujo de perder clientes o calidad. El estudio era lo suficientemente grande como para hacer varios trabajos a la vez, así que ese no sería un problema. Elena incluso había pedido algunos equipos nuevos y estaba ansiosa por estrenarlos.



La noche llegó mas rápido que un parpadear, de repente ya solo estábamos Elena, Fernanda y yo. Fer siempre era de las ultimas en irse, le gustaba dejar todo en perfecto orden y no podía hacer eso si los trabajadores seguíamos yendo y viniendo, así que esperaba hasta que todos nos fuéramos para arreglar, recoger e irse.

–¿Quieren algo de cenar o beber? –nos ofreció antes de irse.

Voltee a ver a Elena para observar su reacción a la oferta, se me había hecho un habito interpretar sus gestos y miradas, así que entendí perfecto que efectivamente tenía hambre solo que no quería abusar de la amabilidad de Fernanda dado que su hora de salida ya había pasado hacía algunas horas antes. La diferencia era que yo podía pedirle el favor como amiga así que, más que aceptar, le pedí que me acompañara a comprar baggets y café. Mientras esperábamos, ella pidió un licuado. Cuando nos entregaron nuestro pedido volvimos al estudio y pusimos la comida en la mesa donde normalmente trabajábamos Elena y yo.

–¿Necesitan algo mas? –preguntó tan amable como siempre.

–No Fernanda, gracias –respondió Elena con la misma amabilidad.

–¿Nos quieres acompañar a cenar? –ofrecí –prometemos no trabajar hasta tener el estomago lleno.

–No quisiera interrumpir nada –admitió apenada.

–¡Para nada! Acompañanos, pedí brownies de postres y son tres –finalicé feliz por haber comprado uno para ella también.

–¿Seguras que no hay problema si me quedo?

–Seguras –convenció Elena con una sonrisa honesta.

–Bien, pero solo terminamos de cenar y me voy.

Comenzamos a comer, un poco calladas al principio, tal vez por el hecho de estar muriendo de hambre y tener la boca demasiado llena como para hablar, pero después de los primeros bocados, el ambiente se tornó muy agradable. Fernanda era una mujer muy simple y se acoplaba fácilmente a todo escenario y persona.

Quiso saber un poco sobre nuestra relación, hizo preguntas que cualquier otra amiga hubiera hecho al momento de conocer a la pareja de una persona que aprecia. Esto no pareció importarle a Elena, se le veía relajada al estar retroalimentando su conversación, y para mi era muy placentero ver que Elena podía convivir con mis amigos de esa manera.

Disfrutamos de nuestros brownies y nos despedimos de Fernanda agradecidas por la platica amena y la compañía.

Elena y yo continuamos el trabajo donde lo habíamos dejado. Nuestra dinámica ya era casi automática, estábamos tan acostumbradas a trabajar juntas que habíamos llegado al punto en que cada una sabía qué parte hacer y qué parte dejar a un lado; parecía como si nos leyéramos el pensamiento, a pesar de tener enfoques muy diferentes, buscábamos lo mismo en el trabajo, buena calidad, naturalidad, frescura y originalidad. Eso hacía, del trabajar juntas, algo muy fácil. Nos complementábamos en lo que era necesario y coincidíamos en lo importante.

Tardamos alrededor de dos horas en terminar solo lo mínimo para el día siguiente. Estábamos exhaustas, lo único en que podía pensar era en recostarme a lado de Elena, desearle buenas noches, darle un beso y verla dormir.

–¿Me puedo quedar contigo? –pedí con la mirada mas tierna que pude.

–¿Desde cuando tienes que preguntar? Mientras me prepares el café en la mañana sabes que mi cama es tu cama –bromeó un poco aunque la verdad era que le encantaba despertar con el aroma de café por las mañanas.

Nos fuimos a su casa, nos despojamos de la ropa que traíamos de mas y nos metimos a la cama. Todo lo que quería era dormir así que inmediatamente me acurruqué a su lado rodeándola por la cintura. Ella tenía otros planes en mente. Abrió un cajón del buró que tenía a lado de su cama y sacó una cámara, prendió la lámpara  de mesa y comenzó a tomarme fotografías. Yo no quería ni abrir los ojos, sentía que traía cara de sueño y eso no me favorecía en lo absoluto pero Elena parecía estarse divirtiendo así que no protesté demasiado, después de las primeras fotografías hasta comencé a hacer gestos de disgusto hacia ella en forma de broma.

–Asegúrate de tomar solo mis buenos ángulos –exigí.

–Todos tus ángulos son perfectos Sohar.

–Tu eres la única que me ve así –reí –estás enamorada de mi, no me puedes ver de otra manera.

–Si, estoy enamorada de ti, pero desde el primer día que te vi me di cuenta de lo perfecto que es tu rostro.

Mi corazón se detuvo, le sonreí y la besé lentamente. -También estoy enamorada de ti -confesé viéndola a los ojos. Me sonrió de la manera más pura que había visto. Pude sentir cómo nuestros corazones latían al unísono, fuertes, estruendosos, emocionados por ese momento.

La besé de nuevo, quería que sintiera todo mi amor hacia ella, que no tuviera duda de todo eso que había despertado en mi desde que la conocí.

Siguió jugando con su cámara hasta que se la quité para tomar algunas de ella y otras pocas de ambas. Por fin terminó por tumbarse en la cama y disponerse a dormir. Antes de cerrar por completo los ojos, me tomó de la mano, la besó y me regaló una sonrisa –quiero que seas la nueva fotógrafa de V&E –pidió en un balbuceo.

–¿De verdad? –me sorprendí lo suficiente como para abrir por completo mis ojos e incorporarme un poco en la cama.

–Eres excelente fotógrafa y necesito ayuda –puntualizó. –Mañana afinamos los detalles. –Dio por hecho mi aceptación, me besó los labios y cayó profundamente dormida.

Te tomaré una fotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora