Prefiero sentarme en las ventanillas para poder observar en lo alto, sin embargo me tocó el pasillo, lo odio, el carrito de bebidas cuando pasa y estás desprevenido te golpea en el codo, estos aviones son muy pequeños, tendré que conformarme. A mi lado se sienta una mujer de edad media con nerviosismo o ansiedad notoria, observa unos segundos por la ventanilla y luego bruscamente se ajusta el cinturón y abre un libro que llevaba en su regazo, no presto mucha atención a la situación y me coloco los audífonos para escuchar algo que me haga dormir, la imaginación se me pierde preguntándome que hacía allí, viajando a la capital con ese montón de limitaciones, si, las limitaciones que siempre he tenido.
Siempre he estado consciente de las realidades, aun de niña, no tuve la oportunidad de tener la infancia color rosa que todas sueñan, si, tuve a mi padre y madre juntos, él maestro de escuela y ella siempre en casa, encargada de los cuidados, siempre emprendiendo un nuevo negocio para sacar algo extra del mes, no tuve hermanos, y las circunstancias me obligaron a tener mucha templanza. Con siete años de edad tuvimos que mudarnos a Catamarca, allí ingresé a una nueva escuela de clase media-alta, fue a mediados de año y recuerdo claramente como la maestra Dora me decía algo como "En este colegio todos los alumnos son excelentes, alcanzan los mejores estándares en educación, con valores arraigados desde que ingresan a muy temprana edad, estos casos, estos ingresos a destiempo son mala influencia para el resto de los niños, no deberías estar aquí", ese día llegué llorando a casa, buscando los brazos y el consuelo para lo que consideraba un ataque, mi madre no prestó atención, mi padre ni siquiera escuchó, esta situación se repetía continuamente, lo que hacía repetitivos los berrinches a la hora de ir al colegio. Ese día mi madre me dijo unas palabras que marcarían el resto de mi vida.
__Deja de llorar – ordenó – nada ganarás nunca con esa actitud, deja de ser débil, el mundo no está hecho para la gente débil, acostúmbrate, ¿Qué pretendes, que vaya y le diga a la maestra que te deje tranquila?, hazlo tú, demuéstrale que eres buena, que nada de lo que dice es cierto, dale una bofetada con tus buenas notas, no llores por los rincones, aprende a ser fuerte, estás sola, morirás sola, no tienes hermanos ni los tendrás, aprende a vivir con eso.
__Claro mami – Dije con la respiración entrecortada.
Desde allí las cosas fueron cambiando y obviamente tuve otra actitud en la escuela, fue duro y lo sentí cruel, pero hoy lo agradezco, me hizo fuerte para lo que tuve que pasar después.
Un año más tarde la familia tuvo la pérdida del tío Esteban, hermano de mi padre – ellos, cuatro hermanos, entre los que estaban el tío Frank y la tía Sara – él padecía de leucemia y fue una larga agonía, el dolor de la pérdida, desgarrador, no tuvo consuelo hasta que tres meses después ocurre un accidente automovilístico donde agonizan y luego fallecen dos de mis primos, toda una tragedia para la familia, una herida sobre otra que aun no se cerraba. Nunca pude llorarlos, sentía el dolor, sin embargo no pude exteriorizarlo, a partir de allí comencé a sentir mas atención de parte del tío Frank, el más joven de los cuatro hermanos, alocado, mujeriego, parrandero, no era el ejemplo a seguir para un niño pero me dio la atención que creí no necesitar y sin embargo mi corazón abrazaba con cada demostración de cariño y empatía.
Todo transcurría de una manera normal, parecía ser una niña normal, pisando la pubertad, los tiempos son de crisis, los adultos siempre quejándose de las cuentas altas y el salario que no alcanzaba, se hablaba de mucho desempleo, inestabilidad social, cosas de las cuales no comprendía mucho, el tío Frank siempre estaba en su casa y siempre lograba sacarme sonrisas con sus chistes malos e historias ficticias, parecía que estaba desempleado, los hermanos a veces le colaboraban con sobras, le decían holgazán, muchas veces lo sorprendí triste, pensativo, solo en su pequeña casa, pero suponía que su vida era de ese modo.
Poco tiempo después camino a casa observo mucho alboroto, vehículos, gente corriendo, desde la casa del tío Frank, ese día no pude verlo, y nadie pudo explicarme lo que pasaba, a veces los adultos piensan y creen de forma genuina que ocultando verdades por no decir mintiendo, pueden llegar a mitigar o anular el dolor que puede sentir un niño ante la realidad. A pocos días del suceso, luego de la escuela mi madre me ordena arreglarme para salir, llegamos al hospital y para mi sorpresa consigo allí a mi mejor amigo, al tío Frank.
__¡Pequeña! – gritó – sus ojos se abrieron y brillaron, extendió sus brazos y fui corriendo a su encuentro, se encontraba sentado en la cama del hospital, tenía algo extraño pero no sabia que, solo me alegraba de poder estar de nuevo cerca de él.
__¿Dónde estabas? – pregunté – no te volví a ver, hay tantas cosas por contarte del tonto de Andrés, no sabes todas las cosas que ha hecho estos días.
__Claro pequeña, ya tendremos tiempo para ponernos al día – sentenció – mientras mi madre le lanzaba una mirada inquisidora.
Durante la visita no supe lo que pasaba, sin embargo, pude estar al tanto días después, cuando mi madre me restringió las visitas a casa del tío Frank, de lo que había ocurrido. El tío Frank intentó quitarse la vida de la peor manera, ató una soga de un extremo al techo de su cuarto y el otro extremo a su cuello, por suerte fue descubierto por un obrero que arreglaba el cercado de la casa vecina y pudo escuchar ruidos extraños y curiosos que por suerte salvaron al tío Frank. El tenía unos grandes y hermosos ojos azules, cabello castaño escuro, algunos pocos mechones caían sobre su frente, de unos treinta y seis, había estado casado pero la gente decía que su estilo de vida tan voluble lo hizo perder a su esposa, era de carácter dulce, a veces pienso que demasiado dócil y débil para las circunstancias, se convirtió en el protegido de la abuela ya que no tenía mayores responsabilidades como la paternidad o el sustento de una familia.
Dicen que quienes intentan quitarse la vida deben asistir a terapia psicológica, al igual que la familia, ya que en cualquier momento lo pueden volver repetir, dicen que es prácticamente un hecho que se vuelva a repetir.
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Compartan sus historias conmigo, me encanta leer y gustosa les daré un vistazo a sus obras.
Hasta pronto.
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A OSCURAS
RandomElena, una chica provinciana y solitaria, trabaja en una gran empresa manufacturera de Buenos Aires, acostumbrada a una vida llena de carencias emocionales, se obsesiona en la búsqueda de su amuleto, el regalo más preciado que pudo haber recibido. E...