Al cabo de algunos meses se veía paseándose de forma autómata por las largas y angostas caminerías que ondeaban entre los jardines del hospital, en el area donde los pacientes podían recrearse, se le veía caminando con la vista perdida, como pensativa, no parecía congeniar con los demás pacientes, a pesar de los esfuerzos que algunos hacían por acercarse a ella. Cada tres fines de semana recibía visitas de su madre y algunos otros familiares a quienes nunca mencionaba en las terapias, quienes no habían tenido relevancia real en su vida. Su estadía se alargó más de lo imaginado motivado al episodio crítico que tuvo luego de las primeras terapias dentro del hospital.
Al parecer, el hecho de encontrarse con su madre la arritaba, hubiese preferido no verla, no dirigirle la palabra nunca más, sin embargo, accedió a verla en sus visitas casuales ya que ello constituía una condición que le impuse para que continuara su tratamiento y sus terapias, tenía ganas de recuperarse, de salir de los límites de esta pálida cárcel llena de agujas gente carente de sentido, quería ser normal de nuevo, aunque comprendió que nunca fue tan normal, o por lo menos nunca lo suficiente.
__¿Que me puedes contar Elena? – preguntó estela un poco distanciada evitando decir algo inapropiado, alguna frase que exaltase a su hija, como había ocurrido con anterioridad. ¿Qué se le debe decir a un hijo que se encuentra en dificultades, hay algún manual para padres que le muestre el camino a seguir en el caso de que un hijo pierda la razón y te convierta en su enemigo?
Elena se encontraba allí, detenida en uno de sus recurrentes paseos por los jardines, con la mirada enfocada en algún punto, al parecer su caminata fue interrumpida cuando su madre la encontró de frente impidiendo su avance.
__Que puedo decirte, las Begonias se secaron por falta de cuidados, eso es lo que ha cambiado desde la última vez que te vi – Finalizó lanzando una mirada irónica hacia Estela, y dirigiéndose hasta el sitio donde se efectuaban las visitas, allí disponían de mesas con grandes sombrillas para el sol, no tenía ningún tipo de contacto con el mundo exterior excepto por las isitas de su familia lo cual odiaba, no obstante intentaba aparentar llevarse bien con su madre ya que sería su boleto de salida de ese sitio, solo saldría de allí en unos días bajo la responsabilidad de su madre, quien se encargaría de llevarla a terapia dos veces por semana.
__Bien... Eh, ya estamos preparando todo para tu llegada a casa, será muy bueno Elena, podrás ver a toda la familia, ellos están muy emocionados por verte, y... sobre todo, pues, podremos pasar mucho tiempo juntas de nuevo hija.
__¿Juntas, tiempo juntas? Por favor Estela, no me hagas reír, nunca pasamos tiempo juntas, nunca fuimos cercanas, deja de actuar, ambas sabemos que nuestro interés porque salga de aquí, si, es muy genuino de tu parte, quieres que salga para no tener que venir a visitar a tu hija desquiciada, para que tus amigos y conocidos puedan ver que me recuperé, que no estoy loca, por lo que diga la gente, y, pues, también quiero salir de aquí y tu eres la única opción que tengo, pues fingiré que me agrada estar a tu lado durante estos sesenta minutos que me veo obligada a estar cerca de ti, por favor deja de actuar.
Esas palabras fueron suficientes para que Estela guardara silencio el resto del tiempo que le tocaba permanecer al lado de su hija, al igual que el resto de las visitas que le hizo con anterioridad.
Faltaba solo un día para que lograra salir del cautiverio que se había prolongado lo suficiente para hacerla no querer volver al hospital, extrañaba lo básico, lo cotidiano, el despertarse en su propia cama, con la suavidad y la frescura de sus sabanas, el olor de su cuarto, el olor de su almohada, añoraba sus pantuflas siempre fieles y a la espera de sus cálidos pies al amanecer; su despertador que interrumpía sus lapsos de inconsciencia y le revelaban que un nuevo día acababa de iniciar para ella. Echaba de manos el café matutino recién colado, el aroma que invadía su pequeña morada, el ritual al cerrar la puerta, el roce con la gente en el subterráneo, las luces, los colores, la rutina, el viento y hasta el humo de los automóviles, los rostros desconocidos , las sonrisas, las carcajadas siempre ajenas, siempre lejanas a ella, siempre ajenas. Solo la atormentaba la idea de volver a Catamarca, de observar aquellas calles, sentir la brisa fría de la montaña, testigo de los momentos más tristes y felices de su vida, la atormentaba el hecho de saber que tendría que llegar de la mano de su madre, ella, quien tanto daño le hizo, de contemplar la vieja casa de su tío Frank y de recordar su grulla perdida.
Aquella tarde no tomó la medicina, utilizó sus artimañas para evadirlas, miraba a su alrededor y fruncía el ceño viendo aquel monton de enfermos a su alrededor, no se sentía parte de ese lugar, sin embargo, debía ser buena para salir de allí.
Mientras conversaba con una enfermera de temas triviales como las marcas de perfumes y estilos musicales, Elena trataba de sentirse un poco normal, de pensar de forma similar a como la hacen las mujeres de su edad, y en un vestigio de lucidez, pensó en Orestes, en sus ojos, en sus labios y en su piel, se preguntaba dónde estaría en aquel instante, si en algún momento recuerda o pronuncia su nombre.
Al caer la noche pudo deleitarse con la brisa, la fría brisa bajo un techo oscuro y sin brillo, sus pensamientos se transportaron a las tardes después de la escuela, a las continuas e incesantes pláticas, a la inocencia y a la devoción, generalmente no se percibe la importancia de las personas y de los momentos, algunos tantos pasan desapercibidos hasta el instante en el que ya no están, el tiempo y las circunstancias impiden que se vuelvan a repetir, Elena los percibía, los disfrutaba, los descifraba, los aprovechaba, intuía que el día en que le faltasen, no se lamentaría por no escuchar, por no reir y dar todo su amor a su héroe Frank, el ser más completo y generoso que hubo y habría en su vida, no encontraría hombre alguno que lograra ocupar ese gran vacío que dejó en su vida, ni estándares tan altos como el suyo.
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A OSCURAS
RandomElena, una chica provinciana y solitaria, trabaja en una gran empresa manufacturera de Buenos Aires, acostumbrada a una vida llena de carencias emocionales, se obsesiona en la búsqueda de su amuleto, el regalo más preciado que pudo haber recibido. E...