Se veían muy bien juntos, Mauricio esperaba una larga semana para poder cortejar a su querida Estela, solo los viernes durante una hora, desde las seis hasta las siete de la noche, fue el horario impuesto por la madre de la joven. Mauricio debía hacer un largo y penoso recorrido desde su residencia, dos horas de distancia en tren y media hora más a pié, llegaba exhausto, secando la frente con su pañuelo mostaza y marrón, insertando en su boca el spray con ambientador bucal.
__Es un muchacho ejemplar y trabajador - decía la madre de Estela, madre soltera pues perdió a su amado durante la guerra - debes tener a tu lado a un hombre que te represente, e inspire el respeto que merece la familia, habrás de darle cuando menos tres niños varones, que prolonguen su apellido.
Estela no mostraba tanto entusiasmo en las excusas que colocaba su madre para casarla, solo quería salir del yugo familiar, quería de una vez poder tener a un hombre que la llenase de hijos, hijos que cuidasen de ella en la vejez.
Los minutos pasaban volando en la presencia de su prometido, ella solo quería lanzarse en sus brazos de una vez por todas, él, extasiado con su belleza, no se cansaba de admirarla y elogiarla, el tiempo terminaba, el besaba su mano, ella contestaba con el rubor de sus mejillas y se retiraba a emprender la eterna espera de las lentas horas que transcurrirían durante toda la semana hasta el momento delirante en que sus miradas se volvieran a encontrar.
Llegó la hora del almuerzo y después de meditarlo mucho, decidí no acceder a la invitación de Orestes, de pronto sonó su teléfono celular.
__Hola preciosa, estoy aparcado en frente, te espero.
Colgó de repente, sin esperar respuesta alguna de mi parte, lo cual me pareció de muy mal gusto, eso confirmó mi decisión de no salir a comer.
Los días pasaban con rapidez, mi vida, totalmente monótona y sin aristas, ya no habían salidas grupales a las que quisiera asistir, ni siquiera para ir de compras, a veces no comía y admito que mi cuerpo se veía más delgado. No habían llamadas familiares, me encargué de apartarlos a todos como si fuesen culpables de mis infortunios, los días transcurrían en lento declive.
En la espera del subterráneo, con la mirada perdida en un punto fijo de las vías del tren, sentí un tirón brusco en el brazo izquierdo, cuando los reflejos me hicieron reaccionar, pude ver como se alejaba mi cartera a toda velocidad en las manos de un pequeño bribón, me dispuse a perseguirlo por las escaleras hacia el exterior hasta que el cansancio y la imposibilidad de alcanzarlo me detuvieron, posé las manos sobre mis rodillas para descansar y sobreponerme, el corazón latía de manera acelerada, me incliné buscando la manera de respirar mejor hasta el momento en que sentí como se posaban dos manos fuertes sobre mis hombros, reaccioné impulsivamente queriendo lanzar un manotazo, sin embargo mi mano fue detenida por el abrazo de Orestes.
__Siempre me he propuesto metas difíciles y definitivamente tú eres la más alta que me he trazado.
Mi respiración se volvió a acelerar, de manera descontrolada sin explicación razonable, me abracé fuerte a su cuello, fue un impulso, no estaba pensando en nada, lloré, no por la cartera ni por el robo, lloré por los llantos que no tuve, las tristezas que no expresé, los duelos que no guardé, y por la sensación de bienestar y seguridad que sentí en sus brazos.
Bueno amigos, disculpen lo tarde, ya volveremis con mas sorpresas en esta linda historia... besos.
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A OSCURAS
RandomElena, una chica provinciana y solitaria, trabaja en una gran empresa manufacturera de Buenos Aires, acostumbrada a una vida llena de carencias emocionales, se obsesiona en la búsqueda de su amuleto, el regalo más preciado que pudo haber recibido. E...