Paredes blancas

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Nunca creí necesitar tanto la compañía masculina, pasé un buen fin de semana al lado de Orestes, me llevó a su departamento de soltero, sus paredes blancas y casi desnudas lo hacían ver más amplio de lo que en realidad era, tenía un mueble inmenso que a su vez hacía las veces de cama, muchos cojines, realmente me impresionó la gran cantidad de cojines de todos los colores y texturas, me sentía tentada a, simplemente caer sobre ellos, sentir la suavidad y el acolchado agradable, me envolví en ellos, me sumergí en ellos con tanta seguridad como lo hice en los fuertes brazos de Orestes, me sumergí en el calor y la particular fragancia que expedía su piel, me volví esclava de la combadura perfecta que existía entre su pecho y su rostro, ese espacio perfecto de su cuello donde se incrustaba mi cara en el, inhalaba su aroma, me perdía en cada milímetro de su piel.

__Aquí estás preciosa, pensé que solo era un sueño pero te tengo aún aquí cerca – Escuché como me susurraba al oído, con dificultad pude abrir los ojos buscando la luz del sol que aún no aparecía, estábamos en medio de la noche y lo odié por perturbar ese momento tan perfecto.

__Ya cállate y duerme, que flojera – Me sentía en la nubes, no podía pensar en nada más.

__Así vamos a estar siempre, he esperado mucho tiempo por esto, siempre te he amado Elena – seguía con los susurros en mi oído – Nunca me viste, nunca pude estar en tu espectro, no sabes lo feliz que me siento.

Durante la universidad fue un compañero de clases de algunas materias, ya que no estudiábamos la misma carrera, en ese entonces no pensaba en chicos ni en relaciones, solo pensaba en ser la mejor, esa conversación con mi madre de verdad me condicionó a querer superar mis propios límites todos los días. Ahora, Orestes es un chico muy guapo, muy decidido y seguro de sí mismo, pude descubrir en una de nuestras conversaciones que es el hijo del dueño de la empresa donde trabajo, esa es una gran casualidad y explica muchas cosas, sin embargo, en estos momentos para mí eso no tiene trascendencia alguna, procuro dormir y no contesto más a los comentarios de Orestes.

Las cosas estaban pasando de manera precipitada con Orestes, todas esas emociones encontradas, definitivamente, estaba jugando a favor de él, y un poco en contra para mí, me hallaba indefensa ante esta situación, una desventaja de no haber tenido relaciones amorosas antes, pero estaba decidida de una vez a arriesgarme en esta aventura, algo totalmente desconocido para mí, pero cosa que como ninguna otra, desde hace mucho tiempo me hacía sentir viva.

El lunes llegó, mi rutina regresó y cuando llegué a la oficina totalmente perdida, ya que no fui a mi casa en todo el fin de semana, las cosas se sentían ligeramente diferentes, veía a mi alrededor y sentía que el flujo de la energía era extraño, si, por un momento pensé que esta experiencia nueva del fin de semana había cambiado algo de mí y tal vez algunas de mis manías se habían agudizado o perdido, sin embargo por alguna razón no dejaba de pensar en ello, estas teorías no terminaban de convencerme, hacía falta algo.

El día pasaba de forma aburrida y monótona, se supone que almorzaría con Orestes, sin embargo no me encontraba bien, sentía un malestar inexplicable, seguía pesando en que las cosas se encontraban fuera de lugar, ¿qué hacía falta?, miraba a mi alrededor buscando una respuesta para esa sensación tan extraña, la hora del almuerzo llegó y no lo noté, no tuve sensación de hambre, olvidé mi compromiso con Orestes, algo definitivamente no andaba bien, un momento, si, lo veo, hay un pequeño espacio vacío, algo falta, ¿qué es, qué ocupaba ese lugar?

__¡Nooo! – lo pude ver, la desesperación me invadió, ¿cómo pude olvidarlo, como pude perderlo? ¡qué estúpida!, faltaba algo muy importante para mí, lo más importante que tenía, faltaba la grulla, la vieja grulla, se fue en el fondo de mi cartera robada, en el fondo de las cosas importantes que perdí, opacadas por una espesa niebla que borró mi percepción de la realidad, no lo noté, no le di importancia, es mi culpa, la perdí.


A OSCURASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora