Parte 31 UN COMIENZO

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El jardín floreció.

Bill siempre le había dicho que eso pasaría, así que fue algo irónico que Tom haya sido el primero en darse cuenta.

Tom estaba teniendo una conversación silenciosa pero sociable con una bombilla de luz que estaba medio enterrada en el jardín (Bill le había explicado que eso era para que la bombilla pudiera ver al sol y tuviera un buen modelo a seguir) cuando notó un brote verde que sobresalía del suelo.

En medio de las demás semillas que jamás florecerían, una nueva vida había empezado a crecer.

Tom se le quedó mirando.

El pequeño brote simplemente estaba ahí, como desafiándolo. Te lo dije, parecía decirle.

"Era de día y ahora está oscuro," Bill bromeó mientras se tambaleaba en el escalón, una de las manos de Tom descansaba de manera protectora en la cadera de Bill y la otra cubría firmemente sus ojos. "El tiempo pasa muy rápido."

Tom rió y le dio un golpecito en la frente con su pulgar. "Sigue caminando."

Aún estando parado detrás de Bill, Tom sabía que estaba haciendo un puchero. "Mis párpados no son bonitos, Tom."

"Tú piensas que todo es bonito," Tom bromeó. "Deja de intentar hacer trampa. Podrás verlo en un minuto."

Tom estaba seguro que Bill iba a estar felíz cuando viera la pequeña planta. Bill estaba tan seguro que todas las semillas florecerían en el jardín e insistía en que estaban creciendo aunque nadie pudiera verlas, y finalmente algo estaba creciendo.

Tom no sabía si era la idea de la reacción de Bill hacía la planta, o si simplemente el hecho de estar con él, lo que le hacía apreciar las cosas más pequeñas, las más extrañas, pero de todas formas le hacía felíz.

Con un empujoncito alentador en la espalda de Bill, Tom lo condujo a través del marco de la puerta hasta el jardín.

"Tom, no puedo ver con tus manos sobre mis ojos." Bill le regañó.

Tom se rió, retorciéndose sobre el hombro de Bill para colocar un beso en sus labios. Como era de esperarse, Bill se derritió ante el afecto de Tom, dócil y maleable mientras Tom lo guiaba los últimos pasos.

Cuando ambos estaban parados sobre el césped, Tom se aclaró la garganta. "Okay, okay ¿Estas listo para ver?"

Bill hizo un ruido impaciente, una clara indicación de que ha estado listo para ver la sorpresa desde hace mucho tiempo, y Tom retiró su mano.

Los rayos del sol eran brillantes y cálidos y lastimaban los ojos de Bill. Miró al rededor por un momento, admirando el amplio jardín trasero. El jardín se veía igual que siempre; el césped crecido y la cerca con la pintura descarapelada. Bill parecía estar sumamente impresionado por todo esto.

Volteó a ver a Tom con una radiante sonrisa. "Oh, me gusta," susurró, dándole un empujoncito a la mejilla de Tom con su nariz.

Por supuesto que a Bill le gustaba. Tom sonrió cariñosamente, inclinando su barbilla hacía abajo. "Allí, Bill."

Ahí en la tierra de su jardín estaba la planta. La primera semilla de las rosas que habían plantado juntos había empezado a crecer. Un diminuto comienzo que algún día florecería.

Bill extendió la mano, vacilante. Sus dedos rozaron la punta de la planta.

"Es una rosa," Tom dijo. "De las semillas que sembramos juntos. Dijiste que deberíamos plantar rosas, y... ahora estan creciendo para nosotros."

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2016 ⏰

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