Capitulo 5

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Su casa era como siempre había estado desde la primera vez que vine, las cortinas blancas y el suelo de madera, la cocina estaba decorada por una frutera llena de manjares exquisitos, el salón era un lugar sombrío, pero se notaba lo cálido que era, las escaleras metálicas iban en Caracol hacia el segundo piso, todo estaba con lujo y detalle... Una casa realmente acogedora para cualquiera.

Subimos a su habitación, tenía paredes azules y blancas con cortinas celestes, suelo de roble americano mientras que los muebles eran blancos.

Se sentó sobre su cama lila y me invitó a sentarme mientras que yo cedía a su orden.

- ¿Por qué estabas en detención? - Cruzó sus piernas como India y me miro fijo.

- Por Cameron... Soltó palabras indebidas en clase, creyeron que también era mi culpa por su comportamiento y me mandaron a detención. - Soltó una carcajada.

- Pero no lo vi en detención. - Enmarcó una ceja.

- Se escapo.

- Me lo imaginaba... ¿Puedo preguntarte algo más? - Asentí. - Es que me urge.

- Claro. - Sonreí.

- ¿Ahora mismo estas con algún chico? - Puse mis ojos como platos.

¿Que le diria? Moriré si todo esto me dura menos de veinticuatro horas. Le diré que... ¿Que ser soltero es lo mejor?

- No... Pero podría pasar que me guste uno de por ahí, deberíamos salir a mirar chicos. - Levante las cejas para poder disimular el nerviosismo.

- Tienes razón... buena idea Shawn Mendes - Rió.

- Tu solo me avisas cuando y te paso a buscar. - Le guiñe un ojo y agregue. - Me han dicho que irás a la fiesta de Wanda. - Ella asintió y rápidamente se paro.

- Me has dado una increíble idea. Ayudame a elegir lo que me pondré.

- ¿No crees que es un poco apresurado? Te mandaron a detención y puede que Laia no te deje salir.

- Es mi madre, entenderá que no hice nada malo.

En eso, la puerta se abrió con furia, era la madre de Hillary, estaba furiosa por la irresponsabilidad de su hija, ¿Acaso nunca aprenderá?

- ¿Asi que detención, eh? - Puso sus manos sobre sus caderas y la reprobó con la mirada.

- Mamá puedo explicarlo. - Se apresuró la morena.

- No quiero excusas, no irás a la fiesta aquella. Ese será tu castigo.

- ¿Al menos puede quedarse a dormir Shawn? - A mi acompañante no le parecía importar la fiesta, le importaba más mi compañía que una celebración.

Este sería mi fin, aquí se terminaría la mentira, puesto a que no podré resistir toda la noche comportandome de esta forma. Sólo Laia podía salvarme de este infierno.

- Sólo por qué Shawn es tu amigo desde hace mucho no significa que pueda quedarse a dormir cuando estas castigada. - Se cruzó de brazos.

Gracias Laia, después de todo, vas a ser una gran suegra.

- Pero mamá, al menos deja que se quede, además, ya está oscuro...- Suplicó.

- Esta bien, pero avisale a tu madre, Shawn.

"¡Mierda!" Maldecí a mis adentros.

- Gracias, Laia. - Dije con amabilidad para que luego ella se marchara.

Estuvimos horas preparando mi cama aparte, también se podría decir que Hillary es una chica muy charlatana, le encanta hablar de todo y de nada a la vez, siempre le gustó socializar con todos y le resulta muy fácil.

Estaba sobre mi cama, acostado, pensando en el bien y en el mal, Hillary se había ido a cepillarse los dientes.

Por un lado creía que era un cobarde por inventar una mentira tan grande como la que traía entre mis pensamientos, mi conciencia me castigaba con imágenes fatales sobre cuando mi amada se enterara de la mentira

Traté de alejar esos pensamientos fuera de mi sistema y poder concentrarme en la tarea de ahora, dormir. Pero fue más difícil de lo que pensé.

Cuando Hillary entró, en vez de dormir en su cama, se acostó en la mía, a un lado, por inercia, se dio vuelta dándome la espalda, estaba realmente extasiado de la cercanía que manteníamos, pero a la vez, el nerviosismo me carcomía dejándome temblando.

- Shawn, hace frío, ¿Me abrazas?

Podría decirse que era una excusa, pero por un lado, tenía razon. La habitación estaba fresca y a decir verdad, también tenía frio.

Me acomodé a su lado como cucharita mientras que enrollaba mis brazos a su alrededor, con mucho gusto ella los recibió dandoles un lugar entre nosotros.

Su perfume me invadía las fosas nasales como bombas atómicas, era una dulce adicción.

Su cabello estaba recogido en un rodete y su piel estaba tan suave como sus mechones marrones. No se como pude resistir las ganas de besarla en el momento en el que se dio vuelta para acurrucarse más en mi, fui fuerte, pero tengan por seguro que en cualquier momento la besaria.

El olor a coco de su piel fue un medicamento para anestesiar el estrés, causó una leve pesadez en mis ojos que hizo que quedara dormido en segundos, en los brazos de la mujer que más quería y deseaba en este mundo.

Fingiendo Ser Gay | S.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora