Capitulo 23

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—¿Cantar? ¿Te gusta cantar? —Dijo ella observándome con admiración.

—Si, pero nunca tuve la oportunidad de presentarme en ningún lugar. —Me encogí de hombros.

—Entonces iremos allá. —Señaló el famoso programa de The X Factor, un programa donde la gente mostraba su talento frente a cuatro jurados, el más difícil de convencer era Simón Cowell.

—No creo que pueda convencerlo. —Señalé al tipo.

—Cantame. —Rogó con sus ojos brillantes.

—Cenicienta...—Tomó mi mano y la sacudió.

Mi corazón comenzó a latir más fuerte y lo acelerado que estaba me dejaba sin palabras. No sabía si notaba lo nervioso y tembloroso que estaba y si lo hacía, tal vez sería mi fin.

—Por favor, Superman. —Me hizo puchero.

Tal vez no sería tan malo como creía, tal vez sería como una película en la que todos se ponen a cantar cuando están felices, tristes y de más... Tal vez.

Debería dejar de mirar High School Musical cada vez que necesito alegrarme, se está volviendo una pesadilla...

—Bien, pero aquí no. —Pronunció un "Si" que estaba entre chillido y palabra.

Caminamos de vuelta hasta mi casa, donde tenía mi guitarra que hacía días que no la tocaba. Estaba nervioso, pero no me importaba demasiado.

No entendía el motivo por el cual en su mirada veía tanto ansío, no entendía porque, de un momento a otro, se volvió completamente una niña por una nimiedad que una persona con un mínimo grado de conciencia hubiese esperado.
Esta chica me trae más sorpresas de las que estoy gritando por ver.

Nos sentamos en mi cama y yo tomé el instrumento mientras me acordaba de las notas. No sabía que tocar, improvisar o cantar alguna de las canciones que ya me sabía, tal vez me iría mejor con "Hey You Beautiful".

—¿Ya? —Dijo, y yo asentí.

—“Hey You Beautiful, girl you knock me down..”—El aplauso de la morocha me sacó de mis cavilaciones.

—¡Cantas precioso!

No sabía si reír o llorar, siquiera había hecho la primera estrofa y ya estaba gritando de la alegra. Me causaba risa ver la pasión en sus ojos, dicen que los latinos así son, tienen la pasión que les corre por la sangre y apenas ven a alguien notan el talento.
Por algo son tan pasionales a la hora de escuchar a un cantante, o ver jugar a un jugador de fútbol, etc...

—Apenas he comenzado. —Sonreí.

—Lo sé, pero es que me emocioné. —Se abanicó con las manos mientras fingía un llanto. Reí ante su ocurrencia y la miré con diversión. —Está bien, sigue, cerraré el hocico.

— Haven’t seen you before, try to feel you out
Die hard, disregard, coming out your mouth
But your body saying something else

You say that you don’t, don't
But I know you do, do
Playing hard to get, get,
Girl I’m onto you,
Telling me no, no,
You really mean yes, yes
Let yourself go, go
Why don’t you confess?

—Tienes que ir, tienes talento. —Sonrió con fuerza.

—Es lindo que alguien reconozca tu esfuerzo.

—¿Que esfuerzo? Por tus poros sale talento y respiras el aire de...—Reí interrumpiendola.

—Dejalo, Cenicienta, harás que me sonroje. —Dije notando el calentamiento moderado de mi rostro.

—Gerald, mi ex, nunca me canto. Decía que yo no era lo suficientemente linda para que él me cantara una de sus canciones. Un día lo encontré con otra chica en su cama y cantándole. —Mordió su labio, probablemente para aminorar las ganas de llorar.

Una mezcla de enojo y tristeza me invadió, de alguna forma me llegaban sus palabras y me molestaba que su historia haya sido peor que la mía, tal vez si ella supiera que hay esperanza de que vuelva a sentir cosas por alguien no le dolería tanto.

—Fingí ser Gay para que una chica no se diera cuenta que la amaba. Cuando se lo dije se enojo conmigo y terminó quedándose con el chico que la golpea. —Suspiré.

—Eres realmente un Superman.

—Muy bien, Cenicienta, demasiada actuación por hoy, es hora de que te lleve a tu casa. —Dije mirando mi reloj.

—Buuuuh, eres un aburrido. —Se dejó caer en mi cama.

Estaba demente, mejor dicho, estaba desquiciada, pero mierda que me empezaba a gustar estar con ella. Después de todo no es tan malo.

El timbre sonó y rápidamente fruncí el ceño. Era raro que tocaran el timbre, Cameron entra sin preguntar y en el caso de que sea mi madre tiene llaves, a no ser que se la haya olvidado de nuevo.

—¿Esperas a alguien? —Preguntó dudosa.

—No, iré a ver. —Me levanté pero rápidamente Cenicienta pasó una mano por mi brazo tirando hacia ella.

—No vayas, ahora es cuando el asesino aprovecha y te matará y después a mi y soy muy linda para morir. —Quería reír, pero estaba demasiado en alerta para hacerlo.

—Quédate aquí y si vienes te mato. —Puso sus manos a las caderas y me fulminó con los ojos.

—Oye, el asesino es él, no tú. —Negó.

Sin pensarlo corrí hacia la puerta y la cerré mientras iba hasta la puerta principal dejando ventaja con Cenicienta. Abrí la puerta y al hacerlo me congelé.

Cenicienta se escabulló entre mis brazos y también se quedó congelada. Éramos dos que estábamos más que paralizados por la repentina visita de aquella castaña.

Quería que se vaya, no tenía derecho a estar aquí por ninguna razón, ya debería saber que las cosas no se arreglarían y que yo no sería un muñeco que se dejaría pinchar cada vez que ella quiere. La amé, claro estaba, pero quiero seguir mi vida y dejar de mirar Titanic.

—Sé que no debería buscarte, pero te necesito. —Miró a mi acompañante y tragó duro.

—Creo que debo dejarlos solos. —Dijo la morocha al notar el momento incómodo.

Cuando estaba por cruzar la puerta, la tomé de la muñeca y con un poco de fuerza la puse detrás de mí para demostrarle que de aquí no se movería. Ella no era nadie importante para que Cenicienta tuviera que irse y menos a esta hora de la noche no la dejaría escaparse.

—¿Qué ocurre? —Dije una vez que deposité mi mirada sobre ella.

—Te extraño.

Claro que todavía causaba algo a mi corazón, y al notar lo destruida que se encontraba hacia que éste golpeara con un poco de fuerza mis costillas. Cerré los ojos y suspiré, quería matarme.
Estaba comenzando a sentirme bien al lado de otra mujer y aquí estaba ella, destrozándome una vez más sin compasión.

Sentí a mi acompañante retorcerse en su lugar, tratando de hacerse más pequeña ya que notaba que las cosas estaban metiéndose en territorio desconocido. Después de hablarle sobre mi amorío con Hillary seguramente se de cuenta que es ella.

—Hey, en serio, puedo...—La miré, no mal ni bien, solo quería que supiera que Hillary no podía dominarme, podía hacerme sentir así, pero sabía que si me dejaba llevar con Cenicienta, las cosas cambiarían, por un momento sentía que estaba haciendo lo correcto al quedarme con ella.

—Te quedarás aquí, porque Hillary solo es una amiga. —Su cuerpo dejó de tensarse y le sonreí para que se calmara más.

—Tengo que hablar contigo. —No me explico porque rodé los ojos, yo no soy así y menos con ella.

—Pasa. —Cuando se abrió más la puerta ella entró con delicadeza hasta el living donde se asentó.

—¿Es ella? —Preguntó y yo asentí lentamente.

¿Quien se creía que era para tocar mi puerta? Sea lo que sea que tiene planeado para decirme no le daré el gusto de obligarme a volver a ver Titanic una vez más. Quiero reparar mi corazón con uno de cristal como el de Cenicienta.

Fingiendo Ser Gay | S.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora