Capítulo 38

44 2 0
                                    

Cenicienta dormía plácidamente en su camilla, con una sonrisa pegada a los labios y un olor a bebé de aquellos.

Me preguntaba que es lo que soñaba, que pensaba y como siempre, si le gustaba o no. ¿Y si soñaba conmigo? ¿Le gustaré? ¿Estará recordando? ¿O estará pensando en Ray? ¿Que habrá pasado en mi ausencia? Habían tantas preguntas sin respuestas... Tantos sentimientos que nunca me encargué de superar. Se que debería haberla superado, pero siento que no debo, que todavía no es el momento.

Todo esto me recuerda a la vez que estuve con una chica, muy hermosa por cierto, éramos muy jóvenes, tendríamos 15 años. Ella me fue infiel, claro que hice una canción sobre ella, lo mejor es que fue con Camila y fue otro Hit.

La puerta se abrió y me extraño totalmente, no llamé a nadie, ni siquiera a Cameron. Sabía que no era una enfermera porque tocan antes de entrar. Me voltee dos segundos y todo se volvió confuso.

¿Que demonios hacia él aquí? Si yo no había llamado a nadie y mucho menos ella... A no ser que sí lo haya hecho y le importara más la presencia de él. Esto era el colmo.

Cabellos naranjas, barba rubia y una tez más blanca que la mía, sonrisa perfecta y un estado físico muchísimo mejor que el mio, ahora si mi egocentrismo había decaído. Ahora sí que me daba cuenta que habían mejores.

—Hola, Soy Ray Dollf. —Estiró su mano y me sonrió generosamente. Lo único que hice fue estrechar su mano con una sonrisa fingida.

—Shawn Mendes. —Su cara de sorpresa al decir mi nombre fue increíble. Pero ahora no tengo nada para decir sobre mi, tenía el ánimo por debajo de los pies.

—¡Oh por Dios! Mi hermano es muy fan tuyo, ¿Me firmas? —Sonrei mientras me entregaba un papel y un lápiz.

—¿Que te trae por aquí, Ray? —Él se sentó junto a mi chica.

Los celos me estaban consumiendo por dentro. Parecía perfecto, un humor excelente, cuerpo y mente perfecto y era totalemente amable. Quería salir por la ventana y no me importaría si me rompía una pierna, la humillación me estaba matando.

—Eso mismo te iba a preguntar. —Rió. Me enferma que sonría. —Estoy aquí porque América es mi amiga, me llamó hace unos minutos. —Tomó su mano e inconscientemente América la retiró. Esto me olía mal.

De la nada todo pensamiento correcto y bueno sobre Ray cayó al piso. Algo no andaba bien. Puede que esté exagerando, pero cuando Cenicienta duerme hace cosas increíbles. Al estar dormida dice más verdades de las que dice consciente y su cuerpo estaba demostrándome algo.

—Creí que eran novios, la dejé en tu casa hace unas horas. —Sonreí falsamente.

—Oh, no, solo es mi amiga. —Hizo un gesto con su mano.

—Ya te iba a odiar, por haberla dejado plantada aquella vez en el cine. —Intenté sacar información.

Dependiendo de su respuesta es lo que me llevaría a la conclusión de que si es bueno o no para ella. Si no iba a estar conmigo iba a estar con alguien que valiera la pena y que la trate bien.

—Tuve que llevar a mi perro al veterinario, estaba sufriendo tanto pobre.

Estaba mintiendo y lo sabía. Me podría tratar de estúpido todo lo que quisiese, pero se cuanto ama América a los perros y que yo sepa los perros dejan pelos en la ropa y puedo jurar que en su ropa no hay ni un solo pelo de perro.

—¿Pero ya está mejor?

—Si, por suerte. —Sonrió.

La mexicana empezó a abrir sus ojos de a poco, su mano paso por al frente de sus ojos, posiblemente intentando descubrir donde estaba.
El recuerdo de que ella haya llamado a Ray me ahogaba, entonces, me dispuse a irme.

—Nos veremos luego, Ray. —Lo saludé de lejos y me fui sin saludar a la latina.

Si bien o mal sabía que él no era bueno para ella, el saber que al menos América le da la importancia que debería darme a mi me mataba. Odiaba que lo quisiera a él en vez de a mi. Si ella supiera que el tiene algo entre manos y que no me gusta nada.

Subí al auto, no preferí llamar a Cameron, quería estar solo para pensar, para escribir la canción y terminar con todo. La bomba caería esta semana y no se pasaría.

Al llegar a casa puse a todo volumen la música. Toqué la guitarra hasta encontrar los acordes perfectos y en eso expresaba mis sentimientos en un papel que pronto valeria más que mi trasero.

Una vez que decidí por tomarme un descanso apague la música y me dirigí a tomar un poco de agua. La puerta se abrió y con ella los gritos de la morena retumbaban en la casa.

—¡No me sacaste de ese hospital! —Con toda la tranquilidad del mundo fui hasta la sala a admirar el escándalo que se vendría.

—Entonces, ¿Por qué estás aquí? —Sus ojos se abrieron más y su cara se puso roja.

—¡Me sacó Ray! —Me encogí de hombros despreocupado.

En realidad tenía ganas de tirar hasta el inodoro, pero bueno, tenía que parecer tranquilo y recordar la primera regla. ¡No la extrañas!

—Fue a él a quien llamaste. —Tomó mi vaso y lo tiró contra la pared.

Si, aclaro, esto es normal, es una histérica.

Mis fantasmas idénticos a mi con versiones de Dios y el diablo aparecieron nuevamente en mis hombros siempre que podían.

—Yo opino por ahogarla hasta que deje de gritar. —Dijo el de rojo.

—Shawn, ella está enojada porque no la sacaste TU del hospital. —Dijo el otro.

—No la vamos a ahogar y tampoco está enojada por eso. —Dije.

—¿¡Me estás escuchando!? —Dijo ella cuando notó que no le prestaba atención.

—¿Te soy sincero? No, oh, espera, estoy siendo sincero, ¡Cosa que tú no has sido conmigo! —Con eso ella y yo habíamos perdido los estribos y cualquier rastro de calma.

—¿¡Que no te he sido sincera!? ¡Dime en qué te he mentido! —Realmente ni se porque le dije que no me era sincera, pero aún así quise bombardearla.

—¿¡Por qué te molesta tanto que yo no te haya sacado de ahí!? —Arquee las cejas violentamente. —¿¡No habías llamado a Ray, tu amante, para que estuviera contigo!?

—¿¡Sabes que!? ¡Quiero a Ray, no a ti!

De un portazo se fue a su habitación, y ante el estruendo mi corazón quiso romperse. Realmente ella no sabía con quién estaba tratando.

Los celos me estaban matando y ella había tenido el descaro de preferir a él antes que a mí y lo acepto, tuve mis errores, mis malditos errores, pero intento reparar eso y hacer que todo vuelva a ser lo de antes.

Quería gritar su nombre y cuánto la amaba, dejar de fingir y esperar una respuesta buena, que me correspondiera.

Tomé la última botella de vino que se había dejado Cameron y con el alcohol dejaría todo... Lo prometo.

—Esta verga sabe a chupacabras. —Dije al probar un poco del vino. Con una mueca de disgusto tiré la botella.

Pensé en darme una ducha fria, tal vez eso me quitaría el enojo, pero no la tristeza.

Al salir de la ducha, recordé que debía agarrar mi ropa que estaba en la habitación, eso significaba que tenía que perder el orgullo e ir a hablar con América para que me dejase entrar.

Mejor ni lo pregunto. Fui y entre como quise, me daba igual, estuviese vestida o no, estuviese dormida o no, ya no me importaba y mucho menos me iba a importar estás estúpidas cosas.

Fingiendo Ser Gay | S.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora