Capítulo 3

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El trayecto hacia la universidad fue entretenido, sin silencios incómodos, sólo risas y bromas sobre las clases y los profesores. Paula imitaba a uno de sus profesores, el mas serio y estricto, y lo hacía a la perfección según la morena, la cual no paraba de reír con las ocurrencias de su compañera. La mala situación del día anterior había quedado totalmente olvidada.
Para el pesar de la rubia, llegaron a su destino.
– Gracias por traerme Paula.
– No hay de que mujer, ves, ha sido una buena decisión montarte, no te has mojado y hemos pasado un buen rato- Le contestó la rubia sonriéndole
– Si eso parece- Dijo sonriendo la morena, miró su reloj- Voy para clase, que se hace tarde.
– ¿Quieres sentarte con nosotras? Así no estarás sola.
– No, no te preocupes, gracias de nuevo por traerme- Dijo mientras salía del coche.
– Espero poder repetir- le dijo la rubia mientras la veía irse, lo que hizo que Marina se volviese y le sonriese sin dejar de andar en dirección a la faculta.
Paula estaba embobada mirándola, cuando un golpe en el cristal, la asustó.
– ¡Joder!
– ¿Qué fue eso Pau?- Era Julia y las chicas, que habían visto el coche de la rubia y se habían acercado, sorprendiéndose de que, de su interior, salió una sonriente Marina que, apresurada, se alejó hacia el interior de la facultad. Paula se bajo del coche y abrió su paraguas.
– Eso fue que me encontré a Marina mientras venía a clase y le he pedido perdón por lo de ayer- dijo seriamente lanzándole una fría mirada a su amiga que bajaba la cabeza avergonzada.
– Paula, por favor perdóname, no sabía que te podía hacer daño a ti con mis palabras-Dijo una muy arrepentida Macarena.
– No, es que le has hecho daño a una persona que ni conoces y sin tener nada en contra de ella, a mí no es a la persona a la que tienes que pedirle perdón.
– Cuando tenga ocasión, te prometo que le pediré perdón a Marina, pero por favor Pau, no estés enfadada conmigo por favor- Dijo una Macarena suplicante y apunto de llorar. Al verla así, para Paula era imposible no perdonarla, suspiró y dijo:
– Esta bien- Macarena la abrazó mientras le daba besos- anda vamos para dentro, que nos vamos a mojar.
– Paulita cariño, no sabes lo que eché de menos hablar contigo anoche- le iba diciendo una mas animada Macarena mientras le daba besos.
– Yo también te eché de menos, tonta.
Llegaron a clase y Marina ya se encontraba en su habitual sitio, Paula al verla le sonrió y le guiñó un ojo “que acabas de hacer Paula” se decía por su gesto, ante esto, Marina esbozó una pequeña sonrisa. Paula no podía dejar de sonreír al recordar el rato que había pasado con la morena en el coche, y es que, se estaba dando cuenta de que la muchacha de ojos verdes le atraía considerablemente. No era la primera vez que a Paula le atraía una chica, es más, ya había tenido varias parejas, hombre y mujeres, para ella lo que importaba era la persona.
– Pau, deja de mirarla que la vas a gastar- Le dijo Julia haciendo reír a las demás.
– Idiota
– La podías haber invitado a que se sentase con nosotras- le dijo Lucía.
– Lo hice, pero no ha querido.
– No te rayes, le dará vergüenza- le dijo Macarena dándole un beso en la mejilla.
La mañana pasó como cualquiera. Al salir cada una se fue para casa, Paula al no ver a su compañera de ojos verdes, se entristeció, le hubiera gustado volver a pasar un rato con ella. No dejaba de pensar en ella, en sus ojos, en su perfume, no se la sacaba de la cabeza.
A la mañana siguiente se despertó antes de lo normal, estaba ansiosa por ir a la universidad, para volver a verla. Se puso unos vaqueros ajustados, y una camisa blanca con algunos botones abiertos que dejaban ver un bonito escote. Bajó y desayunó como de costumbre con su padre y su hermano, aunque esta vez fue la primera en irse.
Al pasar por donde recogió la mañana anterior a la morena, no la encontró, no sabía si su compañera ya se había ido o no, pero decidió esperar un rato por si acaso.
Cuando llevaba unos cinco minutos esperando y ya sus esperanzas de verla se estaban apagando, la logró divisar cruzando la calle en dirección a la parada, una oleada de felicidad invadió a Paula, cada día, Marina iba mas guapa a la universidad, estaba mañana llevaba una camisa azul celeste ajustada metida por dentro de unos pantalones chinos marrón oscuro y unas bailarinas, acompañada siempre de su gran bolso y su otra mano cargada de apuntes.
Paula esbozó la mayor de las sonrisas cuando la morena se encontró a la par de su coche.
– ¿Qué haces aquí, Paula?
– Buenos días para ti también, he pasado por aquí y te esperado para poder llevarte y seguir con la conversación de ayer, anda sube.
– Perdón- dijo Marina al darse cuenta de que no la había saludado-Buenos días, no tenias por que esperarme, puedo ir en bus.
– No es nada tonta, no me cuesta nada, además ¿ya estoy aquí no? ¡Pues vamos!
La morena se montó y Paula arrancó para dirigirse hacia la universidad.
– Bueno cuéntame cosas de ti, ¿estabas en otra clase en primero?
– No, estaba matriculada también por la mañana pero no iba a las clases.
– ¿Y eso?
– Es una larga historia, dejémoslo en que no podía, solo me presente a los exámenes.
– ¿Y aprobaste?
– Si, aunque me costó muchas horas de estudio.
– No creo que fueran tantas, eres la más lista de clase- dijo sonriéndole-Bueno, ¿qué mas me puedes decir de ti? ¿dónde vives? ¿tienes hermanos?
– Vivo a dos manzanas de la parada y tengo cuatro hermanos.
– Uff, cuatro hermanos, yo tengo uno y a veces lo tiraría por el balcón- rieron- ¿y eres la mayor?
– La pequeña.
– ¿Te llevas bien con ellos?
– Pss sí aunque se puede decir que tengo cuatro padres extra, me controlan mucho, ellos dicen que es lo normal, siendo la única hija...tienen que cuidar…- se quedó mirando por la ventanilla.
– ¿Cuidar qué?
– La honra de mi familia- Paula se quedó mirándola extrañada sin saber de que estaba hablando su compañera. Marina suspiró profundamente. Desde niña le habían inculcado eso, ella era la que iba a darle la honra a su familia casándose con otro gitano siendo ella virgen, para los gitanos, es lo más importante y lo que les llena de orgullo. Le costó mucho que su padre le dejara estudiar, tuvo que recurrir a chantajes, diciéndole a su padre que si no le permitía estudiar una carrera se “escaparía” con un “payo”, lo que significa que perdería la virginidad con un chico que no fuese gitano y con eso traería la deshonra  y la vergüenza sobre su familia. Esas amenazas surgieron efecto, su padre la dejó estudiar, pero desde casa, y estuvo recluida en casa durante una temporada, sólo le era posible salir acompañada de su familia, hasta que al fin su padre cedió y la dejó asistir en el nuevo curso a clase, al fin y al cabo, Marina, para él, era su pequeña. Su padre aceptó con la condición de que encontrara un novio gitano y se prometiese antes de terminar la carrera, de lo contrario el le buscaría un prometido y ella debería aceptar.
Este fue el primer silencio incómodo entre ellas, Paula se había dado cuenta de que el tema no era el adecuado, por lo que intentó llevar la conversación a otro lado:
– Yo soy la mayor, mi hermano es dos años más pequeño, aunque de pequeño tiene poco, nos llevamos muy bien, tenemos mucha confianza, aunque nos metemos mucho el uno con el otro. Es muy presumido y algunas veces un poco creído pero es buen chico y buen estudiante, algún día te lo presentaré.
Siguieron hablando un poco más de sus vidas, casi todo Paula, mientras que Marina se dedicaba a reírse con las ocurrencias y anécdotas de la rubia. El trayecto esta vez se hizo muy corto, ya habían llegado al aparcamiento y se volvieron a separar, esta vez en agradecimiento, Marina le dio dos besos a Paula, cosa que hizo que esta se estremeciera, solo alcanzo a decir:
– ¡Mañana te veo en la parada!- lo que hizo que Marina se volviera para sonreírle.
Paula se estaba dando cuenta que, aunque  había pasado poco tiempo y apenas habían hablado en contadas ocasiones, Marina le atraía cada vez mas, lo único que le sorprendía de aquella situación era el escaso periodo de tiempo en el que ese sentimiento estaba surgiendo.

A la mañana siguiente se despertó de un salto, como en la mañana anterior, no quería perder ni un segundo, se arregló y bajó a desayunar encontrándose solo a su hermano.
– Buenos días Marquitos, ¿y papá?
– Buenos días, se ha ido para el hospital, ha tenido un aviso urgente, me tienes que llevar al instituto.
– ¡Mierda!-Los planes de Paula se habían arruinado, el instituto estaba en dirección contraria a unos 15 minutos y no llegaría a tiempo.
– Yo también te quiero Pau- Le dijo su hermano sarcásticamente.
– Marcos tenemos que salir YA o se me hará tarde, así que ¡date prisa!
Salieron de casa lo mas rápido que pudieron, Paula conducía a más velocidad de la que se podía.
– ¡Pau quiero llegar vivo al instituto!-dijo Marcos, al tomar su hermana una curva demasiado rápido.

Mientras tanto, Marina ya estaba en la parada del autobús, al llegar y no encontrarse a su compañera, la morena se desilusionó, y se quedó esperando el autobús, el cual llegó unos minutos mas tarde. La morena se quedó la última para entrar al autobús, para ver si mientras la gente subía, su compañera aparecía, pero no fue lo que pasó, era su turno para subir, en ese momento se apartó y dejo que el bus se fuese. “Soy tonta” pensó “y si se ha olvidado de mí y no viene, ¿que hago? Llegaré tarde, ¿por qué me cabrea que no haya venido a por mí? No es nada mió, no tiene esa obligación”
Mientras Marina le daba vueltas a todas esas ideas en su cabeza, Paula, que conducía todo lo rápido que podía, tomó la última curva que la llevaba a su destino deseado, rezando que la de los ojos verdes siguiese allí. Su corazón se iba a salir del pecho al verla allí de pie esperándola.
La morena, al ver llegar el coche, se sintió muy aliviada a la par que feliz, aunque, por otra parte, le asustaba esa sensación de felicidad que la inundaba cada vez que veía a su compañera, era la primera vez que esas sensaciones  aparecían.
– Lo siento muchísimo Marina- Dijo Paula mientras su compañera se subía al coche- He tenido que llevar a Marcos al instituto y se me ha hecho tarde.
– No pasa nada, a mí se me ha escapado el bus, así que me ha venido bien que pases a por mí-Mintió.
– Que buena suerte entonces, creí que llegaría y no estarías- dijo sonriéndole.
– ¿Quién lleva normalmente a Marcos al instituto?
– Mi padre, pero ha tenido una urgencia en el hospital- a la rubia le gustaba que su compañera se interesara por su vida.
– ¿Doctor?
– Sí.
– Yo no podría, le tengo mucho pánico a las agujas, y cuando veo sangre me desmayo.
– Yo tampoco, mi padre quería que yo siguiera sus pasos, pero es superior a mí.
La conversación fluía entre ellas como si fueran amigas de toda la vida. Llegaron a un tramo donde los coches estaban parados.
– ¿Qué pasa?
– Parece que más adelante ha habido un accidente- sacó la cabeza por la ventanilla para ver si podía divisar algo- hay un camión volcado mas adelante.
– ¡Joder! Vamos a llegar tardísimo.
– Parece que nos queda un buen rato aquí paradas.





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