Marina iba subiendo las escaleras que la llevaban a su piso dándole vueltas a lo que había estado a punto de decir “estas loca” se repetía una y otra vez. Llegó hasta la puerta y la abrió, nada más entrar la recibió Juana, su madre.
– Ay niña ¿por qué has tardado tanto?, ¿quién te ha traído? e visto un coche- le dio dos besos a su hija.
– Es el coche de Paula mamá, se me ha escapado el autobús y me ha dicho que ella me traía, pero que primero íbamos a llevar a otra compañera.
– Que “apañá” es esa chiquilla, pero corre entra, mira lo que han traído pa’ti- las dos entraron al salón.
Marina abrió sus ojos como platos al ver de lo que hablaba su madre. En la mesa del salón había dos jarrones con dos enormes ramos de rosas, veinticuatro rosas cada uno para ser exactos, rojas y blancas, un oso de peluche marrón precioso que le llegaba a Marina mas arriba de la cintura, con globos de helio atados con una cinta a la muñeca del oso que tenían escrito “Feliz San Valentín” y a su lado una cesta llena de chocolates y golosinas.
– To’ la mañana tocando a la puerta los repartidores trayendo cosas. Los mozos de hoy en día si que saben camelar a las mocicas, en mis tiempos no hacían na’de esto- decía la madre de la morena muy orgullosa, con una gran sonrisa y sus brazos en jarra, al ver que la morena tenía tantos pretendientes.
– ¿No tienen tarjeta?- decía la morena acariciando al gran oso, que tenía un perfume que se le hacía muy familiar, “No serás capaz Paula, no, no, es imposible” pensaba.
– Si, pone que es pa’ti pero no han puesto el nombre, sólo la inicial, te las he dejao donde las trían- se acercó la morena a cerciorarse de lo que decía su madre-ese pone P, a ver si va a ser el Paco de la Rosario, hija ese niño es mu apañao pa’ti y lleva detrás de ti mucho tiempo y el otro ramo una U que no se quien será y el muñeco una A, que tampoco, ¿no serán de los muchachos de la universidad no Marina? Mira que como tu padre se entere que hablas con alguno no te deja ir más.
– No mama tranquila, que yo solo hablo con mis compañeras- “Si tu supieras que no te tienes que preocupar de los muchachos” pensaba en ese momento- pues yo no se de quien serán tampoco mama, mas tontos son ellos que no ponen el nombre- quería distraerla para que dejase de pensar en eso de no dejarla ir a la facultad.
– Pues si, hija si, porque si no lo ponen como se van a ganar a su suegro, aunque pensándolo mejor, mejor que haya sio así porque tus hermanos los espantan como no les gusten- las dos se rieron.
– Ayúdame que me lo voy a llevar todo a mi cuarto- entre las dos lo pusieron los dos ramos y la cesta en el escritorio y el oso en la cama de la morena, el cual ocupaba media cama.
– Marina es hora de que te decidas en uno ya, que ya tienes una edad y mira cómo los tienes a tos, a ver si se cansan de esperarte y te quedas pa’vestir santos chiquilla.
– Si, mama- le dijo la morena para complacer a su madre y que dejase el tema.
– Voy a ver como va la comida, cámbiate que vamos a comer en cuanto llegue tu padre.
Juana salió de la habitación, y en ese momento la morena se quedó mirando sus regalos y sacó las otras dos tarjetas que no había sacado. Las tres tarjetas tenían la misma caligrafía, las puso sobre su escritorio y se quedó mirándolas por unos segundos. Una idea rondó su cabeza, sonrió, y buscó su teléfono en su bolso y llamó a la rubia, ya que tenía un mensaje de ella que le decía que ya había llegado.
– Hola preciosa-la morena sonrió ante este saludo.
– ¿A qué no sabes lo que me ha pasado al llegar a casa?
– ¿Qué?
– Me han traído dos ramos de rosas súper bonitos, uno oso de peluche que apenas cabe en mi cama con cinco globos de helio y una cesta llena de chucherías.
– ¿Enserio?
– Sí
– ¿Y no tienen tarjeta? Umm…Me voy a tener que poner celosa.
– Mmm no, y como no tenían tarjeta mi padre lo ha tirado todo…no me he podido comer ni un bombón-le dijo con tono triste.
– ¡¿QUÉ?!- exclamó la rubia lo que hizo que Marina riese- Oh mierda-la morena sintió la mayor alegría que se puede sentir al descubrir que había sido su chica la que le había hecho tan bonito regalo.
– Te pillé- rieron- Estás loca Pau, no tenías por qué, si la caja de bombones me había encantado.
– Estoy loca por ti preciosa- la morena no podía dejar de sonreír por las palabras de la rubia- pues creo que en la cesta hay otras dos cajas de esos mismos bombones- las dos rieron.
– ¿Paula?
– ¿Si?
– Te amo- por primera vez era la rubia la que estaba colorada, no se podía creer lo que acababa de escuchar, sus pies no tocaban el suelo en ese momento.
– Yo también te amo preciosa. Eres perfecta, todo lo que había soñado y todo lo que te pueda regalar se queda pequeño para expresarte esto que siento-Marina suspiraba al escuchar esas palabras.
– Tú también mi vida…
– ¡Marina la comida!-escuchó a Juana llamarla.
– Te tengo que dejar, mi madre me llama para comer, ya te echo de menos.
– No más que yo, preciosa.
Se despidieron. Paula comió con sus padres al igual que Marina que, mientras comían, le pidió permiso a su padre para el plan de esa tarde. Manuel, su padre, accedió sin que tuviese que insistir mucho, ya que él pensaba que así estaría este día vigilada y que los pretendientes que le habían hecho esos regalos no se le acercarían de esa manera. Marina informó de la buena noticia a Paula, que ya contaba los segundos para su cita.
La tarde llegó y Marina ya estaba tocando en casa de Paula que la recibió con una gran sonrisa. Cuando ya se encontraban dentro, la rubia la agarró de la cintura y pegó a su cuerpo mientras le daba un beso que mostraba las ganas que había guardado todo el día de hacerlo.
– Echaba de menos tus labios- la volvió a besar. Marina agarró el cuello de la rubia y se pegó más a ella, sentía una gran necesidad de notar a Paula más cerca, tenía un gran deseo de algo más, aunque no sabía como satisfacer ese deseo, ya que todo contacto le sabía poco y quería mas y mas.
Se separaron y Marina suspiró profundamente, perdía la cordura cada vez que sus labios rozaban los de Paula.
– He traído algunas chucherías de las que me has regalado, ya sabes, para que engordemos las dos- rieron.
– Dónde quieres que veamos la peli, ¿en mi cuarto o en el salón?
– Donde quieras, ¿Y tus padres?
– Salieron, y Marcos tampoco esta, así que tenemos la casa para nosotras solas- en ese momento un gran temor invadió a Marina, ¿Sería aquel día el día en que perdería la virginidad?