El accidente I

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[Capítulo editado 04/02/2021]





[Capítulo editado 04/02/2021]

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[Ana]
Pasaron varios días desde aquel suceso, desde aquel beso, y cada noche que volvía ahí evitaba a toda costa a Elisabeth. Eso no estaba bien, si alguien de la manada se entera ya puedo enterrarme yo sola sin la ayuda de nadie. Y eso de " eres mía Ana" ¿en serio? ¿En que siglo vivimos? ¿Y la democracia? ¿ El libre albedrío? ¿Derecho a espacio privado? ¿Derecho a decidir por mi misma? Estaba tan confundida que era insoportable, por un lado con el solo acercamiento de Elisabeth debería de alejarme y punto, porque así eran las cosas, porque era lo correcto, porque ella era Elisabeth ¡maldita sea! Pero por otro lado, a su lado me sentía segura, su maldito local era como una guarida para mi.

Como si Elisabeth pudiera leerme la mente no me buscó estos días, me dejó sola y se lo agradezco. Simplemente pasaba las noches ahí, sentada en la barra, con un par de copas y conversando con Sara: era una chica muy maja, podríamos llegar a ser amigas, una amiga humana es algo que siempre he querido, poder llevar una vida normal, lo que daría por ser humana y no el maldito centro de atención.

Como cada noche durante las dos ultimas semana me dirigía a la discoteca. Conducía de manera tranquila hasta que de pronto sentí un gran impacto en el costado. Salí disparada de la moto cayendo en el mojado césped al lado de la carretera. Después de un par de minutos de silencio absoluto abrí los ojos, y lo primero que vi fue mi moto en medio de la carretera echando humo, pero cuando miré a un lado vi una silueta apoyada en un árbol: no podía verle bien pero por la poca luz que había diría que estaba sonriendo.

- Vaya vaya, un cambiante, interesante - su voz era tan profunda que hizo que se me erizase la piel. Sin decir una palabra más el desconocido desapareció de mi vista, dejándome sola y sangrando.

- Mierda - cuando intenté incorporarme sentí un dolor horrible en el costado. Efectivamente, estaba sangrando y juraría que tenía alguna costilla rota.

- Dios mío y ¿Qué hago ahora? no no no no !mierda! - Estaba histérica, tenía que moverme de ahí ya, alguien podría olerme. Saqué mi móvil y marque sin pensármelo el numero de la única persona que podía ayudarme en este momento.

- Dime cariño que pasa - Elisabeth, tan encantadora como siempre. Podía escuchar la música de fondo y mucho ruido, lo que significaba que estaba en la discoteca.

- Estoy en problemas, eres la única a la que puedo pedir ayuda en algo así, por favor.

- ¿Dónde estas? - su voz cambio al instante y podía escuchar que estaba mas seria que nunca.

Después de decirle donde estaba solo tuve que esperar un par de minutos hasta que un Mercedes deportivo frenó cerca haciendo mucho ruido, casi quemando los neumáticos. Elisabeth salió del coche, hoy llevaba un traje de negocios, una falda negra que resaltaba sus piernas, una camisa de seda blanca y una americana negra, acompañada con unos tacones.

- Negocios eh - reí sin ganas, pero tenía que reconocer que me gustaba verla tan profesional, imponía mucho pero me gustaba.

- ¿Qué ha pasado? - dijo ignorando mi comentario - ¿Quien? - siseó cuando vio mi costado.

- Y yo que sé Elisabeth - dije elevando el tono.

- Hablaremos de eso después, ahora, a mi casa.

- ¿Y mi moto?

- Mandaré a que la recojan - dijo sin ganas - Casi te matan y lo que te importa es la jodida moto - me cogió en brazos e intuitivamente rodeé su cuello.

- Te estoy manchando tu camisa de alta empresaria jefa - dije haciéndola reír un poco.

- Ya me la pagaras - me dejo en los asientos de atrás donde me tumbé. Vi como daba la vuelta al coche y se metía arrancando el motor.

La siguiente media hora de viaje estuvimos en silencio. Iba a comentar sobre aquella extraña persona que vi nada más tener el accidente pero en cuanto abrí la boca sentí una gran punzada en el costado. Solté un enorme grito mezclado con gruñido y sentí mi ojos volverse azules. 

- Mierda lo sabía - escuche susurrar a Elisabeth mientras aceleraba el coche.

- Dios Elisabeth date prisa esto quema joder, que esta pasando - gritaba desesperada,  sentí un par de lagrimas deslizarse por mis mejillas: el dolor era insoportable, quemaba y sentía como mi corazón martilleaba sin parar.

- Ya estamos Ana - al terminar de decirlo Elisabeth ya estaba abriendo la puerta trasera y sacándome de ahí. Abrió una enorme puerta con un mando y maldiciendo algo en un idioma que desconocía me llevó hasta una habitación donde había una camilla de hospital parecida a la de la cabaña, con mucho material medico. Me colocó sobre ella.

- Toma, muerde esto - dijo entregándome un palo grueso.

- ¿En serio? - se me escapó una risa.

- Hazme caso, es cedro, hazme  caso Ana no me cabrees ahora mismo - me arranco la camiseta para después alejarse hacia el armario del fondo de la habitación mientras yo mordía el palo .Me quedé mirando la luz blanca que estaba justo encima mía, parecía la del hospital, y yo odiaba los hospitales.

No la oí cuando volvió, pero si sentí un enorme dolor. Al bajar la vista la vi trabajando en mi costado.

- Esto te va a doler, ¿confías en mi? - me miró a los ojos, no con sus ojos rojos sino lo suyo de verdad, un verde no muy claro pero no muy oscuro, era un bosque que si lo hubiese conocido en otras circunstancias me encantaría explorar. Con un leve movimiento asentí. No apartó sus ojos de mi un par de segundo más, lo que agradecí ya que me relajé un poco, aunque eso no duró mucho: ella empezó a trabajar en mi costado mientras sentía como mis incisivos se clavaban en el maldito cedro. No aguanté mucho, en un par de minutos sentí que caía en un precipicio acompañada de una intensa luz blanca tan típica de los hospitales.

 No aguanté mucho, en un par de minutos sentí que caía en un precipicio acompañada de una intensa luz blanca tan típica de los hospitales

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