Capítulo 36: Sargento López.

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Cuando llegué a la comisaría, sudorosa y casi sin aire, pedí ayuda a voces y cogí aire con tranquilidad.

Un policía se acercó y empezó a hacerme preguntas.

-Soy el sargento López, ¿me puede decir qué ha pasado?

La verdad es que me extrañó bastante que un chico tan joven (más o menos dos años mayor que yo) fuera sargento y que me tratara de usted, pero ponerse a pensar en eso en aquella situación era absurdo.

-Él...él me estaba persiguiéndo.-respondí entrecortada (y no por la falta de aire).

-Está bien. ¿Quién es él?-preguntó.

Y se lo conté todo; desde lo que me había hecho cuando era pequeña, lo que le había hecho a una amiga mía (aunque preferí no decirle su nombre de momento) y lo que le había hecho a su propio hijo.

Mientras, él me escuchaba con atención y tomaba alguna nota.

Cinco minutos después vi como un hombre fornido entraba y supe que era Rick.

Por instinto cogí un paraguas (¿por qué siempre me encontraba paraguas?) y apunté hacia él, intentando temblar lo menos posible.

El sargento López retiró el paraguas con la mano, lentamente.

-Se te olvida que estás en una comisaría llena de policías.-sonrió con gracia y yo me puse como un tomate.-Buenas tardes Rick, ¿qué desea?

El sargento lo miró con el ceño fruncido y cara de pocos amigos.

-¿Qué te ha contado esa zorra? -escupió.

-La verdad.-contesté con odio contenido.-Lo peor de todo es que no te arrepientes.

-¿Arrepentirme? Bah. Mi hijo siempre fue un idiota y tú no eres más que una mujer, deberías limitarte a cocinar y limpiar, los hombres somos los que mandamos, un puñetazo no es maltrato, es disciplina.

-Pues toma disciplina.-dije, dándole una patada en... bueno, ya sabéis dónde.

Rick se retorció de dolor y el sargento trató de no sonreír, aunque le salió una extraña mueca.

-Rick González, queda usted detenido, tiene derecho a un abogado...

Dejé de escuchar lo que decía el sargento y me caí a plomo en el sofá de la comisaría.

No sé en qué momento, pero me dormí.

Un suave toque en el hombro me despertó.

-Señorita, debe contar una vez más la historia a su abogado.- dijo, señalando a un hombre elegantemente vestido.

-Está bien.-contesté frotándome los ojos. -Lo siento.

-No se preocupe, estaba cansada, es normal.-respondió.

Y, cuando se fue, creí ver realmente una sonrisa.

Qué hombre más raro.

__________

Enzo. ¿Cómo había podido ser tan idiota? Me había quedado dormida y ni siquiera había pensado que tenía que ir a ver cómo estaba él.

El sargento me había dicho que pediría a una ambulancia que fuera a por él, así que sabía que estaba atendido.

Tenía un pequeño problema. Me había retorcido un pie (me dolía terriblemente) y no tenía el bolso con el móvil y la cartera, lo había tirado disimuladamente junto a Enzo por si lo necesitaba.

Mi madre había cambiado de teléfono hacía poco y no tenía su número, por lo que estaba en un gran marrón.

-Emmm... sargento López...-murmuré con timidez.

-Dígame, señorita.

-Por favor, no me trate de usted, yo tampoco se tratarle así, se me da fatal.-puse mi mejor mueca de "soy un desastre"-Pues...podría...

-Por favor,no me trate de usted.-repitió con tono irónico.-Soy Marco.

-Kaya.-le extendí la mano y me la tomó, dudoso.-Me preguntaba si podría dejarme dinero para un taxi.

Le expliqué mi situación bastante avergonzada y él me pidió que no me preocupase.

-Tranquila, te ayudaré con eso.

-Muchas gracias sargento.-seguía tratándole de usted, me costaba mucho no ser correcta con un policía.-Se los devolveré.

-Marco. Soy Marco. De hecho siempre he odiado ser tan exageradamente correcto en eso. Déjame ver tu pie.-pidió.

Me quité el playero y el calcetín y él me examinó con sumo cuidado.

Menos mal que no me olían los pies, porque hubiera quedado fatal.

-Esguince. Deja que te lo vende.-dijo.

También me parecía raro que un policía supiera eso, pero me dio igual, porque el tío era majo y... para ser sincera, estaba rematadamente bueno.

Me vendó el pie perfectamente y me dejó unas muletas.

-Un compañero se rompió una pierna hace unos meses, ya no las usa y...-pensé que no iba a hablar más después de esa parada.-En caso de urgencia las tenemos aquí.

Algo malo le tenía que haber pasado al chaval, porque el sargento se había puesto muy serio.

-¿Te parece bien si te llevo? No tengo ni un céntimo aquí.-comentó.

Era mentira,tenía dinero de sobra, pero, ¿cómo iba a saberlo yo de aquella?

-Ehh...bueno, si no le supone ningún problema...-tartamudeé.

-Claro que no.-me sonrió.

Wow. Debería sonreír más a menudo.

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Heyheyheeeeey.
Aloha.
¿Cómo os va la vida?
Marco (el sargento López) es mi nuevo novio literario (multimedia)
Jdr.
Espero que os guste el capítulo.
Besos y abrasos amigos terrícolas✌
#BYENOTBYE ❤❤❤

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