Capítulo VI

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-¿Quién es?

-¿De qué hablas?

-Esa chica. La que salió de aquí cuando yo llegué.

-Ah. Es una nueva enfermera, se llama Zoe.

-Ah...

-¿Por qué preguntas?

-Nada, solo tenía curiosidad.

-No estarás celosa, ¿O sí?-sonrió con sorna.

-No, claro que no. ¿Por qué lo estaría?

-Oh, vamos, no te pongas así, Pat.

-No me pasa nada, Harrison.

-Te conozco. Estás celosa.

-No es cierto.

-Sí lo es. Mira, puedo demostrarte que no sucederá nada con ella.

-¿Cómo?

George comenzó a recorrer su espalda con sus dedos, yendo por su cuello y bajando hacia sus hombros. Acercó su rostro al oído de Romine, y susurró con picardía:

-Así, y de mil formas más.

Romine suspiró. ¿Cedería a la propuesta?

Esta escena tuvo lugar la noche anterior, y muchos aseguraban que sintieron las paredes temblar durante una hora. Zoe había estado toda la noche pensando en el misterioso autor de la carta. No se le ocurría ninguna opción. Era claro que no era Paul, ya que él la conocía como la palma de su mano, además, él no sentía nada hacia ella...

Había una mínima posibilidad que se tratara de George, pero disipó la idea al recordar haberlo escuchado hablando de su novia.

-¿Quién puede ser?-preguntó al aire en voz baja mientras entraba al hospital. Fijó su mirada en el reloj de pared. 9.57. Se apresuró a salir al jardín. El aroma del pasto mojado y las flores cubiertas de rocío se mezclaban, y aves, mariposas y libélulas revoloteaban por doquier. El sol se alzaba majestuoso, llenando de calor el ambiente.

Se tomó un momento para contemplar tal espectáculo. El lugar se asemejaba al Paraíso. Permaneció en silencio, con los ojos cerrados, dejando que los aromas y sonidos inundaran sus sentidos y envolvieran su cuerpo.

Una voz a sus espaldas interrumpió su relajación.

-Viniste...

Zoe volteó sobre sus talones, a la vez que abría sus ojos para encontrarse con los suyos. Aquellos ojos color miel.

-John...-susurró sonriendo-Luego alzó la voz. Tú... ¿eres el autor de la carta?

-Así es, y déjame decirte que no hay nada escrito en esa carta que no sea verdad. Zoe, ¿aceptas salir conmigo?

-Sí...

-Oh, no sabes lo feliz que me hace tu respuesta. Pasaré por ti a las siete.-le sonrió y regresó al edificio.

Zoe suspiró. John la cohibía como nadie más. Apenas podía formular frases cuando él estaba cerca. Su corazón palpitaba a mil por segundo, y la timidez tomaba el control total en su ser.

Tratando de no hacer tan notoria su alegría se dirigió al cuarto 252. Abrió la puerta y se llevó la sorpresa de su vida al ver a George durmiendo plácidamente junto a la chica que había visto el día anterior. Frunció el ceño y pensó qué hacer. ¿Debía despertarlos? ¿O llamar a uno de los guardias?

La duda se resolvió sola, cuando notó que la acompañante de Harrison abría los ojos y bostezaba. Ella al instante la miró y sonrió triunfante. Esa sonrisa significaba ¿Ves? Es mío.

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