Capítulo XIV

235 28 14
                                    

Zoe se sintió observada desde entonces. No dormía bien, desconfiaba de todo el mundo, se estaba volviendo paranoica. Su prima no pudo evitar notar esto, pero Zoe no quiso decirle qué le pasaba.

Su trabajo como enfermera en un hospital, lo único que la entretenía y evitaba que pensara en George, últimamente no hacía más que torturarla haciendo que lo viera en todas partes. En las actitudes arrogantes de un doctor, la hipocresía de todas las demás enfermeras, la sonrisa de un niño que por fin se ha curado de su enfermedad y puede salir de ese mundo blanco con olor a medicamentos y gente seria, para volver a ser finalmente niño de nuevo. Había un poco de George Harrison en todos lados.

Pero pasaron cuatro años, y Zoe sólo recibía cartas. Poco a poco comenzaba a relajarse y asumir que había exagerado con todo el asunto de George. Seguro que para ese momento él estaba en el hospital de nuevo, molestando a la pobre enfermera que reemplazaba a Zoe. Molestándola para luego sonreír con inocencia, mostrando sus grandes colmillos.

Sólo entonces la pelirroja se dio cuenta de que sentía algo por él. Pero decidió comenzar a salir con un compañero para olvidarlo. No era mucho más alto que ella, aunque le llevaba dos o tres años de edad. Tenía largo color castaño claro, usaba lentes redondos y tenía un bigote prolijamente peinado.

El hecho es que ya se conocían. Pero Zoe se había teñido de rubio, y él, con pelo largo y lentes, lucía irreconocible.

-¿Entonces a las ocho?

-Sí, John.-Sonrió con un brillo especial en los ojos y él la imitó. Su nombre sonaba tan bien en sus labios...No podía esperar a oírlo siendo pronunciado mientras sus cuerpos se unían en uno solo.

-Perfecto, nos vemos.-Ambos se despidieron y siguieron con su trabajo.

Cuando salió, Zoe regresó a su casa y preparó la ropa que usaría. Eligió una blusa negra ajustada junto a una falda blanca y zapatos de charol negros. Peinó su cabello en una trenza y se maquilló ligeramente. A las ocho en punto, John tocó la puerta.

-John...

Se había cortado el cabello y afeitado, y no usaba sus lentes. Zoe lo miró atónita, recordando su rostro como el primer día.

-¡Eres tú!

-¿De qué hablas?-El hombre frunció el ceño, víctima de la confusión.

-Soy Zoe, del hospital mental. ¿No me reconoces?

John padeció. No se esperaba esto.

-Dios...Zoe...Ha pasado tanto...

-Lo sé...

-Bueno... ¿Vamos?

-¿Aún vamos a salir?

-Claro que sí. ¿Por qué crees que no?

-Es que después de lo que hice...

-¡Mamá!-Un niño de unos cinco años corrió hacia ellos y abrazó las piernas de la enfermera.

-¿Él es...?

-Edward, ¿lo recuerdas?

-Ha crecido mucho.-sonrió-Lo has cuidado bien, Zoe.

-Gracias-Le devolvió el gesto y cargó al pequeño.

-¿Quién es él, mamá?

-Él es John. Un...amigo del trabajo.

-¡Hola, John!

-Hola-Rió.

-Jacqueline no debe tardar en volver. Lo cuidará mientras salimos.

PsicosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora