Capítulo XIII

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-¿Qué?

-No quiero tener hijos, ni encargarme de un niño que ni siquiera es mío. Es tu elección.

-¡No puedo creer esto! ¿Cómo puedes ser tan egoísta?

-No soy egoísta, Zoe.

-Sí lo eres. Nadie dijo que debías cuidarlo.

-Las reglas sociales lo dictan.

-¡Pues ve en contra de las reglas, por amor de Dios!

-No. ¿Qué dices? ¿Ese bebé o yo?

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Jack no tenía expresión alguna al irse de la casa de Zoe, quien no podía creer cómo podía haber pasado esto. Se recostó en la pared y cerró los ojos. No pudo evitar soltar un sollozo de frustración. De golpe todo se había ido abajo. Había perdido a John por Jack, y ahora a él por...su egoísmo. Sí. No era nada más ni nada menos que eso, no tenía por qué sentirse culpable.

Edward gimoteó desde la cuna, recordándole que seguía allí, y haciendo que Zoe se recompusiera rápidamente y se acercara a él.

-¿Qué quieres, Eddie? ¿Comida?

Sólo estiró sus bracitos hacia arriba. Zoe lo cargó y lo sentó en su regazo. Edward la miró fijamente y esbozó una pequeña sonrisa, que contagió a la pelirroja.

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No muy lejos de ahí, en el hospital, John se dedicaba a ahogar sus penas en alcohol, encerrado en su oficina. La mayoría del personal se había ido, excepto los que tenían turno nocturno, claro.

Una botella de whisky casi vacía reposaba a su lado, junto a muchos cigarrillos apagados en el cenicero. Tenía uno entre su dedo índice y mayor. Estaba casi dormido cuando la puerta se abrió y por ésta entró Sadie.

-¿Qué haces aquí?-Preguntó en un susurro.

-Oh, John...Te ves muy mal ¿qué sucedió?

-Nada. Solo que una chica me rompió el corazón.

-¡Qué descarada!

Lo consoló un largo rato, mientras por dentro se retorcía de alegría. Sin planearlo, todo había salido bien para ella.

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George estaba acostado en su cuarto, conviviendo con el usual insomnio. Pensaba en Romine y la pelea que habían tenido hacía unas horas. Se sacaron sus verdades y terminaron su relación. No se sentía mal en absoluto. Había perdido valiosos años a su lado y apenas lo había notado.

Se levantó y tomó una hoja y un lápiz. La luz de la luna que se filtraba por su ventana era lo único que lo ayudaba a combatir la total oscuridad. Comenzó a escribir lo que le venía a la mente, como un torrente de palabras que inundaban su cabeza.

Porque así como supo que Romine no era la indicada, supo quién sí lo era.

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Con John dormido, Sadie llamó a Zoe y le dijo que debía ir al hospital cuanto antes. Llegó en pocos minutos, con una bata sobre el pijama.

-¿Qué sucedió?

-Hay un problema con el sistema de seguridad y el técnico no pudo venir. ¿Puedes ayudarme?

-Claro.

Ambas entraron al cuadro que monitoreaba todo el hospital. Cientos de pantallas se extendían sobre un gran tablero. Cada pantalla mostraba una parte del edificio: los pasillos, la cocina, los cuartos, el jardín, etc.

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