Parte. 353- El portador de la Viveza

61 4 0
                                    


En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a la galería o museo más cercano. Entra al lugar de forma casual, y tómate tu tiempo en admirar la arquitectura y el diseño interior de la estructura. Mientras estudias los detalles de allí, acércate a recepción de forma casual y pregunta si puedes hablar con "El portador de la viveza". Ya no debes hacer ningún contacto visual; sólo mira el edificio. Te responderán: "Bonito, ¿no es así?" y te llevarán un corredor previamente desapercibido. Síguelos, y recuerda evitar el contacto visual. Eventualmente, estarás ante un par de grandes puertas de madera con herrajes de hierro fundido, similares a los de una iglesia de estilo gótico. Abrirán las puertas para ti lentamente, y te dirán: "Disfrute su visita". Aparta la mirada; continúa mirado todo de forma casual. No te hará daño decir gracias.

Una vez estés dentro y las puertas se hayan cerrado haciendo un ruido sordo, podrás ahora prestar atención a tus alrededores. Un largo pasadizo de mármol, también de estilo gótico, se extenderá ante ti. En el techo hay una vasta e intrincada pintura al fresco, intensa y de geometría , mucho mejor que las mejores obras que hayas visto de Miguel Ángel o Da Vinci. En el suelo, un tapiz exquisito, mejor que las mejores alfombras persas, extendida a tus pies.

Las grandes y altas ventanas en cada lado, alternadas en vidrios planos y relieves, muestran campos exuberantes de flores o grandes y misteriosos bosques. No mires el exterior demasiado tiempo, o la poderosa intensidad que fluye por tus sentidos puede ahogar tu propia vida. Los colores, asaltándote desde todas direcciones harán que quieras arrancártelos. El corredor parecerá alargarse al infinito. No obstante, deberás caminar a paso relajado, entre la abrumadora belleza de tus alrededores.

Mientras caminas, sin embargo, notarás que las ventanas se verán más descuidadas, los bosques perderán su abundancia, la pintura del techo más plana, los mármoles del piso más desgastados y decolorados por el sol. Verás que pronto los colores pierden intensidad y con ello, tu propio vigor. Al cabo de un rato, todo se desvanecerá a un apagado y fangoso café, y luego todo se verán en escala de grises. Las ventanas se volverán pedazos resquebrajados de vidrio, como forjados precipitadamente en un horno improvisado.

Los campos del exterior se reducirán a desierto seco. Los murales recaerán en garabatos incoherentes pareciendo vagamente runas demoníacas, con la pintura descascarada y cayendo suavemente hasta el suelo. La alfombra se volverá raída y putrefacta, con extraños insectos pululando entre las fibras. Cada paso consumirá tu aguante, al punto de agotarte absolutamente, pero deberás continuar. En caso de detenerte en cualquier momento, te volverás tan marchito y pálido como la esterilidad a tu alrededor.

Si aguantas lo suficiente, llegarás a otra puerta de madera, similar a la de la entrada. Mirando más de cerca, verás termitas royendo la madera, y herrumbre incrustada en el pomo. Parecerá imposible que esta puerta pueda soportar su propio peso, mucho menos las fuerzas aplicadas a su manufactura. En cualquier caso, debes llamar con firmeza y confianza, con tres golpes secos.

Si una voz profunda responde bramando, has fallado la prueba. Lo mejor sería que te lanzaras por una de las ventanas, como un desperdicio en las desoladas planicies. Es preferible eso al hórrido desmembramiento, el cual te permitirá antes ver un último color antes de morir: el rojo de tu propia sangre.

Ahora, si una voz femenina responde, podrás proseguir. Ábrela y ciérrala toscamente, pues si lo haces con suavidad, se desmoronará en polvo, y las termitas no estarán muy agradadas luego de perder su eterno alimento. Estarás en una sala de piedra, con los colores aún ausentes de tu visión. El portador está sentado sobre una silla de metal dándote la espalda, pintando y tarareando una melodía vaga, de vez en cuando mirando por la ventana delante de ella como referencia. No intentes mirar la ventana o su lienzo; se desconoce si la mente humana está preparada para soportarlo.

Ella sólo responderá una pregunta: ¿De qué color son?

No dirá nada, pero tomará unos anteojos de su escritorio, los cuales caerán a tus pies. Rápidamente tómalos y póntelos. Si ya llevas gafas puestas o lentes de contacto, quítatelos. Los lentes de estos anteojos están hechos de un cristal finamente elaborado cuya mineralogía no ha sido precisamente determinada. Mira a través de ellos; los lentes comenzarán a brillar. Junto a estas delicadas piezas de cristal, todos los colores del cosmos brillarán, muchos sin nombrar por los humanos. Cuando la luz cese, estarás en medio de la calle fuera de la galería, con el color regresando al mundo. Si previamente tenías problemas de visión, verás que los cristales te proveerán visión perfecta.

Con estos anteojos en tu posesión, podrás ver todo el espectro electromagnético, incluso más allá de los rayos gamma y las ondas de radio, dentro de frecuencias aún no detectables por la tecnología moderna. Estas frecuencias podrían revelar cosas que desearías no haber visto. A través de algún proceso desconocido, los lentes se integrarán a la corteza visual de tu cerebro; bastaría decir que no sería prudente sacárselos. Podrás identificar a cualquier persona por su patrón de emisiones infrarrojas, y rastrear muchos objetos por su única firma radiactiva. Pero cuidado, si alguna vez los anteojos pierden su interés en ti, la ceguera será la mejor de todas las aflicciones que caerán sobre ti.

Los anteojos son el Objeto 353 de 538. Sigue viajando, nunca permanezcas en una ciudad o lugar demasiado tiempo. Ellos desean contemplar el mundo.

Los portadodes (the holders) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora