Capítulo 4

34 7 0
                                    

Camino despacio observando el interior del deslizador con asombro, el resto del grupo camina a mi lado rápidamente, como si hubiesen hecho esto miles de veces y ya estuviesen acostumbrados.

Rozo con mis dedos el frío metal, este tiene algo pegajoso y aparto mi mano, el interior del aparato es enorme, un poco más grande que la taberna, lleno de sillones y mesas dispersos, el techo es de vidrio y se puede ver las grandes velas comenzando a levantarse, el piso tiene la misma sustancia pegajosa que la pared, y nadie más parece notarlo mientras se sientan.

Las luces parpadean y un gran ruido hace que me sobresalte un poco, lo que causa las risas poco disimuladas de un grupo de chicos a mi lado.

—ven aquí, estás haciendo el ridículo—dice Nauzet tomándome del brazo y guiándome a uno de los sillones un poco más apartados.

Dejo que me guíe mientras intento descubrir que es la cosa pegajosa en el piso.

—deja de hacer eso, pareces una niña pequeña—me regaña el hombre mientras me sienta en el sillón. —es como si nunca te hubieses subido a un deslizador.

—nunca lo hice—digo mientras toco la planta de mi pie, la sustancia parece que solo permanece en el piso—por si no lo ha notado, mi casa era un callejón.

Cuando levanto mi vista, no hay nadie más conmigo, Nauzet se ha ido a otro sillón y me ha dejado hablando sola.

Ahogo un grito cuando el deslizador comienza a moverse, sorprendiéndome.

Permanezco unos minutos con las manos clavadas en los almohadones del sillón, totalmente rígida hasta que me acostumbro al movimiento del aparato.

Comienzo a relajarme, notando que es mejor si sigo los movimientos del deslizador y tranquilizo mi respiración, cierro los ojos un momento y casi puedo jurar que escucho el metal rozando el hielo sobre el sonido de las conversaciones a mí alrededor.

Cuando vuelvo a abrir mis ojos, observo las personas a mi alrededor, estoy un poco más alejada de ellos y todos parecen completamente absorbidos en sus conversaciones, incluso Taryas no parece estar prestándome atención, veo las paredes y noto algo que no había visto la primera vez, tienen escaleras poco iluminadas, si logro salir de aquí, puedo ir a cualquier lado.

Lentamente me levanto y comienzo a caminar hacia la escalera más cercana, ahora se para qué la sustancia es pegajosa, evita que me deslice con tanto movimiento y de hecho, parece silenciar mis pisadas.

Llego al barandal y comienzo a subir las escaleras, nadie nota mi ausencia cuando miro hacia atrás.

La subida es rápida y desemboca en medio de un largo pasillo curvo lleno de puertas a mi lado y ventanas al frente, este debe dar la vuelta a todo el deslizador. Aquí se puede escuchar el sonido del viento y cuando me asomo por las ventanas, hacia abajo, puedo ver como el enorme deslizador avanza sobre el hielo y hacia arriba una de las grandes velas azules hinchada a causa del viento.

Camino por mi izquierda, mirando las ventanas hasta que veo algo que brilla al frente, cuando me acerco, puedo distinguir poco a poco un gran punto negro.

El castillo del rey.

Es enorme y parece brillar bajo la plateada luz del sol, puedo ver grandes torres negras que parecen tocar el cielo. Nunca, en mis dieciocho años de vida, había visto algo tan maravilloso.

Escucho unos pasos en mi dirección y rápidamente me oculto en la habitación más cercana.

Espero a que las pisadas pasen y luego comienzo a abrir la puerta, hasta que algo llama mi atención.

Me giro y observo el lugar donde estoy, es una pequeño cuarto, con una mesa en el medio, un par de sillas a su alrededor y un mapa sobre ella, me acerco y lo miro de cerca, hay algo extraño en él, sin embargo no puedo identificar que exactamente, aparto mi vista y noto las estanterías alrededor del cuarto, todas tienen libros que parecen antiguos y uno llama mi atención.

Es pequeño y tiene unas letras brillantes en dorado, lo abro y una carta cae el piso, la tomo e inspecciono, el sobre no tiene nada escrito, cuando voy a abrirlo, siento como el deslizador comienza a disminuir la marcha. Debemos estar cerca de nuestro destino.

Cierro el libro y lo vuelvo a guardar en su lugar, oculto la carta entre mi ropa y abro la puerta, espero unos segundos, al no escuchar nada salgo, cerrando detrás de mí.

Avanzo rápido y bajo las escaleras velozmente, puedo sentir mi corazón acelerado cuando me siento en el sillón al tiempo de que nos detenemos por completo.

Todos se levantan de sus asientos y se dirigen a la puerta que ya ha comenzado a abrirse, noto que el suelo ha dejado de ser pegajoso y veo que el piso en realidad es como una pequeña rejilla por la que la sustancia está siendo absorbida.

Bajamos en una estación bastante bulliciosa, la gente se mueve rápido entre diferentes puestos y no nos prestan atención, demasiado ocupados en sus tareas diarias como para detenerse frente a un grupo de pasajeros que acaban de llegar.

Me siento asfixiada por el movimiento y me mareo un poco, entrando en pánico al ver tantas personas, algo a lo que no estoy acostumbrada, el castillo se alza imponente más allá.

Mi garganta comienza a cerrarse y trastabillo hacia atrás, chocando contra algo, resulta ser un pequeño caballo Naevh que me mira asustado y se levanta en sus dos patas, haciendo que el hombre que lo estaba tirando de sus riendas retroceda.

—¿es que no ves por dónde vas? —me grita enfurecido mientras tranquiliza el caballo y se aleja.

Mi mente solo piensa en una cosa.

Corre corre corre corre.

Retrocedo alerta, mis ojos zigzagueando entre las personas, buscando un escondite, algo oscuro y silencioso.

—aquí estas, vamos—Nauzet me toma del brazo como hizo en el deslizador y me empuja hacia el grupo, que ya están montando distintos caballos.

Él me sube en uno y grita que siga al grupo mientras pone las riendas en mis manos.

Puedo sentir el calor del caballo bajo mí, su suave pelaje y el leve temblor de su cuerpo mientras espera a que le dé una orden.

Nunca he montado un caballo excepto cuando intenté escapar hace dos días, así que algo incomoda imito al resto a mi alrededor, rogando a que funcione.

Y lo hace, lentamente comenzamos a movernos junto al resto, las personas nos dejan pasar, notándonos por primera vez, nos miran fijamente mientras avanzamos por el camino que comienza a formarse, con grupos de personas a ambos lados. Mi respiración comienza a acelerarse de nuevo, así que acaricio el largo pelaje del caballo y concentrándome solo en él, logro que el pánico retroceda poco a poco.

El sonido de cascos contra la piedra se vuelve más audible cuando traspasamos las murallas del castillo.

Tengo que girar mi rostro hacia arriba para ver las puntas de las torres y aun así, no puedo distinguirlas bien.

Todo el lugar es enorme y parece irradiar calor, las salientes afiladas me hacen recordar a la cueva, y ese pensamiento me calma, hay estatuas de dragones talladas en todo el lugar y los guardias están vestidos de negro, su uniforme asemejándose a un dragón.

Escucho un ruido y al mirar hacia los costados del castillo, veo unas grandes maquinas, he escuchado de ellas, su función es impedir que las tormentas de nieve se acerquen al castillo, pensé que eran solo un mito.

Me sobresalto un poco cuando el castillo comienza abrir sus enormes puertas de obsidiana, revelando un interior iluminado con cientos de candelabros y antorchas que arrojan una suave luz sobre todo el lugar.

Todos se han detenido, excepto yo y doy una sacudida a las riendas provocando un relincho molesto de mi montura, que por suerte nadie parece notar.

Un poco nerviosa miro a mi alrededor, todos comienzan a desmontar y antes de ser la última, imito a la persona que está cerca de mí, aterrizo de costado y me levanto rápidamente alerta. El único que parece haberme visto es el chico que me hablo sobre el deslizador y está intentando controlar su risa.

Decido darle la espalda mientras nos guían hacia dentro.

Reina de Hielo //Pausada//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora