Capítulo 1

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—fuera niña—el comerciante toma mi brazo y me arroja fuera de la tienda.

Trastabillo un poco hasta que recupero el equilibrio.

Escucho como cierra la puerta molesto, y yo sonrío, en la sucia palma de mi mano tres monedas de plata brillan.

No fue un muy mal día después de todo.

—fuera del camino sucia Graf—escupe alguien hacia mí.

Me encorvo y me dirijo hacia el callejón más cercano, mis pies están fríos contra el resbaloso piso de hielo, el frio viento se cuela por los huecos de mi camisa roída tres talles más grandes.

Me quedo quieta por unos instantes escuchando y de inmediato puedo sentir como el entumecimiento comienza, así que corro por los callejones buscando algo de alimento.

Nunca deteniéndome por mucho tiempo.

Nunca bajando la guardia.

Si hay algo que me ha enseñado crecer en los oscuros y helado callejones del pueblo Kesiyss es que para sobrevivir debes ser como el hielo, determinado y fuerte.

Por lo que cuando un extraño se baja de su lujoso Caballo Naevh es natural que desconfíe. Es un hombre alto, y esta vestido con extravagantes pieles blancas que yo nunca podría tener, excepto quizá, que yo misma luchara con los Osos Gigantes de las Cumbres Altas.

Se acerca hacia mí y puedo ver como arruga la nariz cuando me mira, yo le muestro mis dientes y me preparo para correr, mis manos ya están en el hielo cuando el saca un sobre del bolsillo interior de su abrigo y me lo arroja.

Lo observo detenidamente, sin acercarme, él no se mueve ni cambia el gesto.

Lentamente estiro mi mano hacia el sobre y lo tomo rápidamente.

Es blanco y dentro tiene una breve nota escrita y decorada en dorado.

—¿si quiera sabes leer? —pregunta el hombre desdeñosamente.

Yo gruño nuevamente, causando que su mirada de asco se acentúe.

Releo la nota una vez más, no dice mucho, solo que debo presentarme en el castillo para un torneo, sin embargo no aclara nada más, de hecho, creo que el lema de Stormia es más extenso que la información en sí.

El hielo reclama con sangre lo que le pertenece, sin debilidad, sin piedad.

Las palabras retumban en mi cabeza unos instantes antes de que levante la vista.

—¿qué es esto? —mi voz suena rasposa y las palabras poco fluidas, ya que no la he hablado en un tiempo.

—el rey pronto dejara el trono, así que un nuevo torneo debe celebrarse. —suena como si no estuviese de acuerdo con la iniciativa—acompáñeme al castillo. —dice en tono autoritario.

—eso no suena como una invitación. —digo comenzando a retroceder alerta.

—mis disculpas, Taryas, acompaña a la chica al caballo.

De las sombras sale un hombre alto al que no había visto y me toma de los brazos, forcejeo inútilmente unos momentos antes de que me ate y me arroje sobre el caballo.

Escupo un par de insultos, sin embargo tanto el hombre como Taryas me ignora mientras cabalgan tranquilamente por las calles del pequeño pueblo.

Puedo sentir las miradas de todas las personas sobre mí, sin embargo nadie mueve un musculo para ayudarme, después de todo, soy una sucia Graf, ¿qué beneficio les daría meterse con dos hombres enviados por la corona?

El frio comienza a entumecerme, primero las manos y los pies, sé que no tardará en extenderse hacia el resto de mi cuerpo, no es la primera vez que me pasa.

—me estoy congelando y sería mejor si pudiese, al menos, conservar los trece dedos que me quedan—digo siseando.

—me pagan por llevarte viva, no completa niña, me da lo mismo si pierdes tus piernas y brazos durante el viaje ¿entendido? —responde completamente indiferente.

Aprieto los dientes y comienzo a mover las manos y pies para liberarme de las ataduras, sin embargo están bien hechas.

Siento como las cuerdas cortan mi piel y la sangre caliente corre por mis muñecas.

Escucho que Taryas murmura algo y nos detenemos de repente.

El hombre se gira en su montura para observarme en el mismo momento que yo me escapo de las cuerdas.

Asestándole un puñetazo en la nariz y derribándolo del caballo antes de que se recupere de la sorpresa, tomo las riendas y guio al animal lo más lejos que puedo de allí.

Escucho el galope de otro caballo acercándose a mí y en un acto reflejo, miro hacia atrás, sin embargo, al hacerlo pierdo el equilibrio, resbalo y caigo de espaldas.

Mientras recupero el aire, veo como el animal se aleja corriendo en la inmensa meseta helada. En unos segundos, no es más que otro punto blanco en el paisaje nevado.

Demasiado lejos del pueblo como para volver a pie, y muy cerca de mis captores, ellos no tardan en atarme de nuevo, solo que esta vez, voy a pie junto a Taryas mientras que el hombre sobre el caballo se cubre con un pañuelo su nariz ensangrentada.

El gigante no parece molesto en lo más mínimo, y no puedo evitar preguntarme cuál será su relación con el hombre del caballo, la esclavitud sigue presente incluso en estos tiempos, aunque ya no sea común verla, después de todo, el hielo no perdona a aquellos que no trabajan.

Lo observo fijamente mientras avanzo a tropezones, no se ve como un esclavo.

Tiemblo de miedo cuando sus fríos ojos azules se encuentras con los míos, desvío la mirada de inmediato, concentrándome en avanzar e ignorar la sensación de estar siendo observada. No me animo siquiera a espiar por el rabillo del ojo.

Con mi libertad arrebatada, el temor creciendo junto a la inseguridad y el cansancio, lo único que me queda es fastidiar.

—¿Cuánto falta? —pregunto jadeando, aunque sé que el castillo está a dos días.

—si permaneces en silencio, dos días, de lo contrario, tu viaje termina aquí. —responde en tono cortante el jinete.

—dijiste que tenías que entregarme viva—mi voz suena firme y no demuestra el desprecio que siento por él.

—no te preocupes, hay formas de mantenerte viva y callada. Pregúntale a Taryas sino. —puedo escuchar el humor en su voz y ya no se ha quien temerle más.


Reina de Hielo //Pausada//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora