La niña que vino del mar

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*Sin más dilación, voy a comenzar a narraros mi historia desde el principio: mi propio nacimiento. Aunque no tengo una memoria prodigiosa como Acier, creo que podré relatar los acontecimientos principales de mi infancia con más o menos fidelidad. Allá vamos.*

Una noche sin luna, tres pescadores aguardaban a que algún pez desprevenido picara el anzuelo en la playa asturiana del Reguero.

El más mayor se llamaba Tobías y rondaba los 60 años. Su pelo era largo y canoso, y sus ojos oscuros encerraban una gran sabiduría en todo lo relativo al mar. Era un hombre sencillo, viudo, que vestía una camisa de algodón arremangada y unos pantalones cortos azules.

A su lado aguardaban dos jóvenes del pueblo, que estaban ociosos y le habían rogado al anciano que les enseñara a pescar. Este había accedido, aunque estaba convencido de que ninguno de los dos aguantaría más de dos horas despierto.

Estaba en lo cierto: los dos adolescentes yacían en la arena, completamente dormidos y ajenos a sus cañas. Tobías los miró con un brillo de diversión en la mirada y se giró para concentrarse en el mar.

El vasto océano solo estaba iluminado por la linterna de alta potencia que Tobías siempre llevaba colgada de la muñeca. Amarilla y resistente, era completamente fiable y se cargaba con la luz del sol. Aparte de su caña, era el objeto más apreciado por el anciano.

Hacia las 2 de la mañana, Tobías suspiró. No había pescado nada en toda la noche, y ya era hora de despertar a los dos holgazanes que roncaban a su lado, y le espantaban los peces. Así las cosas, se levantó de la silla y desclavó la caña de la arena.

Una sombra se acercaba a él por el agua. Mecida por las olas, una cesta de mimbre se aproximaba a la orilla. Tobías aguzó el oído pero no escuchó nada. Extrañado, se adentró en el mar chapoteando y despertando a sus acompañantes. En cuanto llegó a ella, se quedó sin respiración, pues la ocupante de la cuna no era otra que un pequeño bebé de rasgos asiáticos que dormía plácidamente. En el momento en el que la niña dejó de ser mecida por el agua, se despertó y empezó a berrear como un demonio, lo que acabó de espabilar a los aspirantes a pescadores.

Debería mencionar que lo único que llevaba puesto ese bebé era un pesado colgante de acero con forma de S tumbada. Sacad vuestras propias conclusiones.

*No hace falta que os diga quién era ese bebé, y por qué me pusieron un nombre tan original ¿no? Por cierto, puede que is hayáis dado cuenta de que os he mentido y en realidad lo de "nacimiento" era metafórico (─‿‿─) jeje.*

El caso es que sí, soy asturiana, y salí del mar. De momento eso es todo lo que vais a conseguir de mí. Mi infancia en general está borrosa, pero os puedo decir que durante 5 años fui total y completamente feliz. Además, Tobías estaba mayor, y no se molestó en llevarme a la escuela, sino que todos los días dábamos largos paseos por la playa y él me hablaba de temas variados.

Quizá penséis que eso no era lo que se dice educación de calidad, pero os aseguro que aprendía más en una hora con él que en una semana en el orfanato. Además, fui la hija que siempre quiso, así que me mimaba mucho. Comíamos bien todos los días, pues mi padre era un excelente pescador y chef, y nunca jamás me levantó la mano. Tobías tenía una paciencia infinita y conocimientos vastos como el mar. Lo echo tanto de menos... En fin, él me enseñó a leer y escribir, a pescar y coser, a correr y cantar y tocar la guitarra. Él me hizo quien soy ahora, y me enseñó a enorgullecerme de mis sentimientos y a tratar bien al prójimo. Qué lástima que después de su muerte todo lo relativo a la bondad y demás quedara olvidado.

Mar aceradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora