Venganza

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La sala de recreo era espaciosa, tenía las paredes pintadas de blanco y en ella había un gran número de opciones de entretenimiento para los presos, cosa que ni Acier ni Sea entendían. Aun así, no pensaban quejarse, ya que Sea solía desahogarse cantando un rato después de comer. Como sabía tocar todos los instrumentos disponibles, en el tiempo que llevaban recluidas había tocado piezas de todos los géneros y ritmos posibles, desde la música clásica hasta el trance, incluyendo baladas de amor y death metal. Este último había emocionado especialmente a un grupo de presos heavies, que desde entonces asistían a todas las sesiones de Sea y aplaudían con fervor. Tocara lo que tocase, era un éxito asegurado.

Esta vez, Sea atravesó rabiosa toda la sala, ignorando las consolas y los sillones del lado izquierdo y las repletas estanterías de la derecha, mientras esquivaba los billares, futbolines y mesas redondas que colmaban el espacio. Al llegar al final de la sala, descolgó un launchpad de la pared y lo conectó a los altavoces generales (la sala ofrecía la posibilidad de reproducir el sonido por el comedor y las instalaciones adjuntas, incluyendo el gimnasio, el recreo y la propia sala en la que se encontraban los instrumentos.

"Se van a enterar" pensó con malicia Sea. Mientras ella maquinaba su plan, Luuk y Acier seguían despepitándose a su costa en el comedor. Acier pensaba que la reacción de su amiga había sido desproporcionada, pero la invadía un perverso placer cuando pensaba que el pibón de enfrente la había elegido a ella antes que a Sea. Luuk, por su parte, se había olvidado completamente de la otra mutante y solo tenía ojos para Acier. Asentía a todo lo que ella le decía como un idiota, y no podía dejar de sonreír. Afortunadamente, a su interlocutora le pasaba lo mismo con él. Tan sumidos en su propia felicidad, no podían esperar lo que se les venía encima.

"¿Qué podría cantar?" se preguntaba Sea, contemplando la sala vacía y sonriendo amargamente.

Mar aceradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora