Pesadilla

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Se borró el capítulo una vez publicado, de repente desapareció la historia. No había sentido tanto miedo des de que abrí el pote de la Nutella y lo vi vacío. Lo tuve que escribir entero de nuevo, por lo que no sé si ha quedado peor o mejor. Espero que os guste de igual forma.


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Corro descalza entre la niebla no siendo capaz de ver hacia dónde voy. Mis pies duelen debido a las piedrecitas que hay en el camino que se clavan inevitablemente en mis plantas. Me duele el pecho debido a la carrera y siento que me falta el aire. Tengo frío, pues el ambiente es helado y mi vestimenta no es más que unos pantalones cortos y una camiseta que uso para dormir. No sé por qué estoy aquí, no sé por qué huyo y no sé de quién. Siento la necesidad de mirar atrás, viendo a un cuervo volar hacia mi dirección. El miedo me bloquea la garganta, por lo que respirar me cuesta aún más. Mis piernas son heridas por las secas ramas de los matojos que trato de esquivar sin éxito, añadiendo más dolor a mi cuerpo ya cansado. La espesura de la niebla me impide ver qué hay delante de mí por lo que mi dirección es indecisa, no siendo capaz de saber qué hay más allá de dónde estoy yo.

Logro ver que hay un abismo unos metros delante de mí y me alivia el hecho de que soy capaz de frenarme antes de caer, cayendo al suelo de rodillas.

Me giro, tratando de saber si el ave aún está siguiéndome, por lo que cuando no la noto tras de mí suspiro aliviada. Estoy sentada en el suelo con las palmas en este. Mi pelo se ondea por el frío viento, haciéndome temblar.

De repente, entre la penumbra, veo una silueta. No logro ver nada más que eso. Deseo con todas mis fuerzas que no avance y cuando lo hace mi mente se nubla. El miedo me sacude, enviando descargas por todo mi cuerpo. Siento mi corazón bombear con fuerza y a una velocidad estrepitosa. Pum, pum, pum. Se acerca poco a poco a mí, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Por mi mente viaja la idea de esquivarlo y echarme a correr, pero no puedo moverme, algo me lo impide y no soy yo,

Cuando está más cerca puedo apreciar que es un chico y mi mente no puede dejar la idea de que me es familiar. La idea de que siento que lo he visto en alguna parte en algún momento de mi vida, pero no logro dar con el recuerdo. De repente se ríe sin humor y se acuclilla frente a mí, haciendo que doble mis rodillas. Abrazo mis piernas y noto cómo mis lágrimas caen mojando mis piernas.

Un sollozo escapa de mi garganta en el momento en que veo sus ojos. Mi mente no para de intentar procesar y poner en orden todas las pistas para lograr encontrar de qué lo conozco, pero soy incapaz de llegar a ninguna conclusión.

–No me conoces. -Dice pausadamente.-

Su respuesta me estremece, pues parece que está contestando mis preguntas mentales. No soy capaz de adivinar si lo ha hecho por casualidad o por causalidad.

Su voz es suave y su atractivo se agrava debido a la manera que tiene de hablar, pero eso no borra el terror de mis ojos.

–No aún, al menos. –Aclara.-

Quiero preguntarle tantas cosas que mi mente no logra ponerlas en orden. No digo nada y sigo observando.

Se acerca un poco más a mí, haciéndome retroceder al máximo. No sé de qué tengo más miedo, si del barranco detrás de mí o de él.

–No voy a hacerte daño. -Su voz suena más dulce esta vez, como si quisiera calmarme, pero no logra su cometido.-

Cierro los ojos debido al pavor que siento y cuando los abro veo su mano alzada acercarse a mí poco a poco. Giro la cabeza y de repente la oscuridad me sucumbe. Medio segundo más tarde me encuentro sentada en una cama, con las sabanas tapando mis piernas y con la respiración entre cortada. El pecho me duele de sobremanera y no soy capaz de procesar dónde estoy hasta que veo la pared de mi habitación, iluminada escasamente por la luz de la Luna. Trato de controlar el aire que entra y sale de mis pulmones, haciendo que se regularice mi respiración. De repente mis piernas me arden y me destapo, viendo las mismas heridas en mis piernas que me he hecho dentro del sueño. Abro mis ojos y los cierro varias veces, no siendo capaz de entender qué esta pasando. Paso las manos por mis heridas y siento el escozor de estas por mi roce.

Esto no es real, esto no puede estar pasando. ¿Quién es él? ¿Por qué estaba él en mi sueño? ¿Ha sido siquiera uno?

Las preguntas se agolpan en mi cabeza, haciendo que me duela debido al estrés.

Me levanto de la cama y trato de avanzar a pesar del temblor de mis piernas. Camino hacia el baño y abro el grifo, mojando mi cara posteriormente. Dejo escapar un suspiro que no sabía que estaba aguantando, y mis manos se aferran a la pica frente a mí. Siento miedo, pero no es más grande que la incertidumbre que noto dentro de mi mente repiqueteando.

Media hora más tarde, y más relajada, me encuentro tratando de conciliar el sueño. No puedo evitar pensar en qué va a pasar cuando vuelva a dormirme, pues no quiero tener que revivir mis sueños de nuevo.

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Me despierto al día siguiente debido al sonido de mi despertador y lo apago con pesadez. Me noto cansada y sé que debo levantarme, pues tengo que ir a trabajar. El sonido de mi teléfono vuelve a sonar y apago la alarma, evitando que haya una tercera vez.

Los recuerdos de la noche anterior vuelven a mi en oleadas intensas, no siendo capaz de alejarlas de mi cabeza.

De repente el sonido de algo chocando contra mi ventana me sobresalta y dirijo mi dirección hacia allí. El cristal de mi ventanal se encuentra lleno de gotitas de humedad debido a la condensación y me estremezco cuando leo lo que hay escrito justo al lado de una brecha.

"No importa cuanto corras, voy a encontrarte. – IS "

Un ángel no puede morir | Harry S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora