Culpabilidad

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Me gusta  mucho las ideas que tengo pensadas para esta fanfic y cuando eso pasa me es fácil avanzar. Espero que os esté gustando tanto como a mí escribirla.

HeyItsMellark : para que no olvidéis mi Twitter.

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Me giro con los nervios enviando miles de descargas por todo el cuerpo, le agarro la mano y en un movimiento rápido inmovilizo su brazo tras su espalda y le agarro el cuello con el interior de mi brazo libre. Mi respiración es acelerada e irregular. La adrenalina me sacude y refuerzo el agarre en su cuello, haciendo que el sujeto tosa. Tiene sus manos agarrándome el brazo alrededor de su cuello pero la fuerza que soy capaz de utilizar presa del momento hacen que no sea capaz de alejarme ni un centímetro.

–¿Quién eres? ¿Huh? –Le sacudo, haciendo que sus pies resbalen en mi césped mojado por la lluvia y casi haga caernos a los dos, pero recobra la compostura.-

–Vine a traer tú comida. Soy el repartidor. Soy el repartidor. –Repite.-

Mi cabeza parece hacer conexión y le suelto. Mis brazos caen a ambos lados de mi y la culpa me llena, haciéndome enrojecer completamente. Mi respiración va de cien a cincuenta, de nuevo a cien y luego a cinco, por lo que me duele el pecho y me arde la garganta. Quiero decir tantas cosas que no soy capaz de decir nada. El chico frente a mí se encuentra tratando de controlar su respiración y se frota el cuello. La culpabilidad se instala en mi pecho y mis ojos le miran, tratando de mostrarle cuan arrepentida estoy, pues sigo sin poder articular palabra.

–Si no queríais el sushi sólo tenías que decirlo. –Trata de decirme con tono jocoso.-

Sonrío, y tras ello suelto una carcajada. Y empiezo a reír, porque lo necesito y porque de todos los comentarios que podría esperar que hiciese, ha escogido el ideal para disolver el nudo de tensiones que se había formado en el ambiente.

–Lo siento, de veras. Lo siento muchísimo.

–Depende de la propina que me des, te perdonaré más o menos.

–Por supuesto. Después de esto creo que mereces de propina el doble de lo que me ha costado todo en sí. –Sonrío.-

Me encamino junto a él hasta el porche de mi casa y cuando me encuentro en él, me giro, quedando de frente con el chico al que casi rompo un brazo.

–Espera un segundo aquí, voy a por el dinero.

Él asiente y me encamino a coger las veinte libras. Cuando salgo él está sentado en el banco de mi porche, hablando por el móvil. En cuanto me ve se despide y corta la llamada, parándose para quedar frente a mí. Me estira la bolsa con mi comida y la poso en el mueble del recibidor.

–Perdón, era mi jefe.–Dice haciendo referencia a la llamada que he interrumpido.- Intenta saber por qué me estoy tardando tanto. Cuando le cuente no va a creerlo.

–Lo siento. -Digo apenada. "Soy una bruta", pienso.-

–No es nada. Son once libras con cuarenta y cinco peniques.

Le entrego las veinte libras.

–Quédatelo, te las mereces.

Él niega con la cabeza y me devuelve un billete de cinco.

–Me quedo tres libras con cincuenta y cinco y tu nombre.

Sonrío. Resulta que el chico es espabilado.

Un ángel no puede morir | Harry S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora